Del pleno de investidura más complicado de la historia democrática de Granada, ha salido como alcalde el líder de Ciudadanos Luis Salvador, una opción que parecía poco probable tras la noche electoral del 26-M. En aquel momento, este partido se perfilaba más como llave de gobierno, que tenía en su mano inclinar la balanza política de la ciudad hacia la izquierda, si hubiera apoyado al PSOE; o a la derecha, al auspiciar un pacto tripartito de derechas con el Partido Popular y Vox. Ambas opciones serían igual de legítimas, aunque Salvador ha subrayado sin fisuras ni ambigüedades, durante la campaña electoral, que su objetivo era entrar en un "gobierno de cambio" que desalojara a los socialistas de la Plaza del Carmen. De ahí que la unión del bloque de centro-derecha haya sido en realidad la posición más coherente con lo anunciado. La sorpresa y las interrogantes tienen más que ver con los motivos de que no haya sido alcalde el candidato más votado de los que conforman el nuevo grupo de gobierno, Sebastián Pérez. La designación del nombre que los 14 concejales debían poner en su papeleta ayer ha sido objeto de una intensa negociación a tres bandas hasta el último minuto y en diferentes escenarios territoriales, con los líderes nacionales implicados en la decisión final. Ellos tenían todo el derecho a optar por uno u otro candidato, aunque es deseable que sus políticas, el contenido de sus acuerdos y las decisiones que en realidad tendrán verdadera incidencia en los ciudadanos sí sean expuestas a la luz pública y además lo antes posible. La ciudad padece los problemas de un Ayuntamiento con graves problemas económicos, endeudado y con dificultades para pagar los servicios más básicos. El tiempo apremia y no se entendría un largo período de disputas por el reparto de competencias a partir de ahora. Las carencias de la ciudad requieren también que haya un gobierno bien avenido, capaz de sacar adelante proyectos.