Hace tiempo que dejaron de ser noticia los continuos desacuerdos entre los dos socios del Gobierno central: PSOE y Unidas Podemos. Los argumentos para explicar los continuos desencuentros se cimentaban en la novedad que suponía esta fórmula del Ejecutivo de coalición y la necesidad de engrasar su funcionamiento. Veinte meses después, los goznes de La Moncloa chirrían cada vez que se suscita un debate de trascendencia para el país. A este escenario habitual hay que sumar desde hace unos meses un nuevo ingrediente: la división interna de la formación morada, con un Podemos que asiste de convidado de piedra al nacimiento de la plataforma Sumar, que la vicepresidenta Yolanda Díaz impulsa de cara a las elecciones generales con el respaldo de Izquierda Unida. El gasto de Defensa incluido en el proyecto de Presupuesto para 2023 ha provocado el último enganchón. Con un mensaje del portavoz de Podemos, Pablo Echenique, en el que imputaba "deslealtad" a sus socios socialistas por supuestamente aumentar "unilateralmente" el incremento de esta partida. Una declaración incongruente. Primero porque en un escenario bélico como el actual es muy difícil discutir la necesidad de que España y la Unión Europea refuercen sus sistemas de seguridad. Segundo, porque con cuatro ministros en el Consejo se antoja cuanto menos inverosímil las artes de prestidigitación que atribuye al sector socialista para que pasara inadvertido el propio compromiso público de Pedro Sánchez, que hace meses anunció el paulatino aumento de la dotación para Defensa hasta alcanzar el 2% de las cuentas públicas en 2029. Y, finalmente, Podemos y su portavoz demuestran una vez más el grado de histrionismo con el que se comportan. Porque a la vez que denuncian el ninguneo socialista aclaran que no saldrán del Gobierno porque supondría regalárselo en el futuro al PP. Una incoherencia más de una formación que ha convertido el ruido en su sello político.