Los resultados en las elecciones autonómicas de Castilla y León han tenido la virtud de alejar la posibilidad de un adelanto electoral en Andalucía. Aunque comparar políticamente dos regiones tan diferentes política, social y económicamente como la andaluza y la castellanoleonesa es siempre un ejercicio arriesgado, sí se puede decir que los comicios del pasado domingo sirven como un aviso a PP, Ciudadanos, PSOE y Unidas Podemos de lo perjudicial que podría ser para sus intereses un adelanto electoral. Sólo Vox, cada vez más potente en las encuestas, ha ganado claramente. El presidente de la Junta, Juanma Moreno (que es el único que puede convocar elecciones), ha debido tomar ya nota de la difícil situación en la que se encuentra su compañero de partido Alfonso Fernández Mañueco, que depende para continuar siendo presidente de Castilla y León de una improbable abstención del PSOE o del apoyo de Vox, quien ya ha llamado a la puerta para entrar en el Gobierno con una vicepresidencia. Moreno es consciente de que la comodidad con la que ha gobernado con sus todavía socios de Ciudadanos no se repetiría en un hipotético Ejecutivo PP-Vox, por lo que la opción más lógica es agotar la legislatura y ganar tiempo. En este caso, los intereses del PP y de Moreno coinciden con los de Andalucía. Hoy por hoy no existe ninguna razón de peso que obligue a un adelanto electoral. La comunidad y las instituciones están funcionando de una manera aceptable y lo lógico es que, como hemos insistido en más de una ocasión, los esfuerzos del Gobierno autonómico se centren en la recuperación económica de la región y en la gestión de los fondos europeos. Someter ahora a Andalucía a una tensión electoral sería una grave equivocación que sólo podría generar inestabilidad en unos momentos muy complicados.