Una ley herida de muerte

Los partidos siguen empeñados en usar la educación como arma política arrojadiza. Ya es hora de que se alcance un gran acuerdo de Estado en esta materia

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado, presentó ayer un recurso de inconstitucionalidad contra la nueva Ley de Educación (Lomloe), conocida como ley Celaá. Independientemente de la valoración que se pueda tener de dicha ley y de que sea más o menos criticable el recurrir a los tribunales para dirimir diferencias políticas -algo que hacen todos los partidos en España-, lo cierto es que este recurso, presentado con gran publicidad y aparato, es una prueba más de que la Lomloe nace prácticamente herida de muerte y que sólo durará el tiempo que el PSOE siga en el poder. De hecho, el PP ya ha dejado bien claro que en el momento que vuelva a la Moncloa -algo que, debido a la volatilidad de la política española en los últimos tiempos, puede suceder antes de lo esperado- suspenderá una ley que, en honor a la verdad, se ha tramitado con demasiadas prisas y poco debate, no sólo con las otras fuerzas políticas, sino con el conjunto de la comunidad educativa. Sin lugar a dudas, con la ley Celaá el Gobierno de Sánchez ha cometido el mismo error que el Ejecutivo de Rajoy con la ley Wert. Con la espada de Damocles de su derogación poco se puede pedir a una ley que tiene demasiados puntos conflictivos, como la marginación de la educación concertada o, lo que es peor, de la lengua común de todos los españoles en los territorios gobernados por fuerzas nacionalistas, cuando no directamente independentistas. Una vez más vemos como el Poder Legislativo pierde una oportunidad de oro de dotar a la sociedad de una ley educativa que sirva para formar ciudadanos responsables y competentes. Son ya demasiados los fracasos para que unos y otros sigan empeñados en imponer una ley educativa a los demás. Es hora de que se alcance un acuerdo de Estado en una materia de la que, en gran medida, depende el futuro de nuestro país. La desafección que siente buena parte de la ciudadanía hacia la clase política se debe a cuestiones como ésta. Sin embargo, los partidos siguen empeñados en usar la educación como arma arrojadiza política. Mal favor le hacen al país y a ellos mismos.

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