No ha tardado el nuevo presidente nacional del PP en poner las cartas boca arriba. Su prioridad será la economía. Alberto Núñez Feijóo pretende entregar hoy al Gobierno un plan para combatir el actual escenario de crisis. Su receta no esconde sorpresa alguna. Es la que abandera la formación política en todas las comunidades autónomas que gestiona: la bajada de impuestos. Pero más allá del sesgo ideológico que suele sustentar cualquier propuesta de partido, la urgencia del planteamiento está más que justificada. La economía familiar de millones de españoles se resiente desde hace muchos meses por la creciente inflación y la fuerte alza de los precios de los combustibles y las tarifas eléctricas. Le asiste la razón el líder del PP cuando pronostica que la deriva del IPC facilita un exceso de recaudación al Estado. De ahí que proponga devolver el excedente, que estima en unos 10.000 millones, al bolsillo de los ciudadanos. ¿Cómo? Con una deflactación en tres tramos del IRPF para rentas inferiores a 40.000 euros y con ayudas directas de 300 euros por unidad familiar para todos aquellos contribuyentes con ingresos por debajo de los 17.000 euros. Alternativa que casi seguro apoyarán los sindicatos. También respalda una rebaja del IVA energético y la revisión de los fondos europeos. Las medidas impositivas las acota a un marco temporal mientras continúe la inestabilidad. Feijóo es consciente de que Pedro Sánchez rechazará su plan. La ministra María Jesús Montero ya lo anticipó ayer en Sevilla. El propio Fondo Monetario Internacional cuestiona la eficacia de la reducción de impuestos y aboga por socorrer con aportaciones concretas a los colectivos más castigados. Pero acierta el presidente popular en dirigir el debate en España hacia la situación económica. Y debería recoger el guante Pedro Sánchez y discutir con cifras en la mesa cuál es la salida más beneficiosa para el país. Los problemas se acentúan mes a mes y se precisan soluciones inmediatas para afrontarlos.