Tribuna

José Prados Osuna

Alcaldes para una ciudad que muere en la insignificancia

Alcaldes para una ciudad que muere en la insignificancia

Alcaldes para una ciudad que muere en la insignificancia

Granada se ha especializado a lo largo de los años en ser una ciudad moneda de cambio. Me viene a la memoria lo de Arturo González Arcas y el cambio de la alcaldía de Granada por la de Sevilla. Y en ese momento se inició la debacle del PSA. Ahora, jugamos más alto. Cambiamos Granada por Madrid y se consolida la debacle de Ciudadanos. Todo esto tiene su justificación. Madrid porque es la capital del Estado, el inicio de la reconquista, los pechos legionarios envueltos en chaquetas de tallas menores, el caballo de Mio Cid, el yelmo de doña Urraca y no sé cuentas fotos de marketing hortera a lo “youtuber”. Granada, porque perdió su valor transaccional y sirve para “alcaldalizar” a personajes de poca monta. En Madrid se jugó a estrategia de altos vuelos. En Granada a la de un tránsfuga y un ajusticiado por su partido. Hubo mejores tiempos en los que el ajusticiado se cargó al mejor edil de la historia democrática de Granada, en Urbanismo, lo más difícil y comprometido. Simplemente García Royo le echó en cara su falta de capacidad, preparación, conocimientos y experiencia. Ahora se añade la deslealtad. Igual que el de Ciudadanos. Transacciones de marjales rústicos por fanegas de mal secano. Toma y daca, sentados en la mesa camilla con las navajas bajo las enaguas.

Y es que aquí ni juega Granada, porque no hay proyecto, ni futuro, ni capacidad ni mérito, ni juega la política, ni los ciudadanos. Se han intercambiado estampitas por billetes de peseta de la República. A casa mata han jugado los partidos, hurtando la voluntad popular. Instituciones que facilitaron y son el instrumento de la democracia, pero que hace tiempo se transformaron en maquinas electorales, fuente de financiación de refugiados de las obligaciones del trabajo y amparo de malos estudiantes que logran sus objetivos en las escuelas del negocio transaccional de la lealtad, la mala picaresca y el sistema de blanqueo del “comisionismo” delictivo. Y los votamos. Desde el Parlamento se legisla para someter a la ciudadanía al control de sus actos, presumiendo que cualquiera pretende estafar al Estado, pero se niegan a legislar sobre el control exhaustivo de la mujer del Cesar, a las listas abiertas que impidan el mangoneo vil y que sean los partidos los objetivos del control. Recuerdo aquella frase del “fotógrafo” que mantenía prietas las filas al mejor estilo falangista o que mandaba a hacer guardia bajo los luceros a aquel que apoyaba a Pepote Rodriguez de la Borbolla. Pobres descamisados alienados por la traición de su caudillo. Andan como locos en si votar a Juan o a Juanilla.

Todo esto no es más que un reflejo de la pérdida de valor de lo público, el imperio del individualismo y el reconocimiento, ahora, de que las pandemias o las guerras y las catástrofes, demuestran que el ser humano es social y que el grupo ha de situar las limitaciones de lo privado. Que los impuestos son vitales para el progreso y que para administrar lo público se ha de elegir a los mejores y a los más honestos. En el horizonte de la realidad sólo vemos enriquecimiento personal, desprecio de conceptos como solidaridad, empatía, fraternidad, compasión, decencia, lealtad, justicia… Todas ellas han caído en desuso y se han sustituido por la cobardía del anonimato de las llamadas redes, insolidaridad, enriquecimiento ilícito, odios, deslealtad, afán destructivo, manejo de la justicia que se deja manejar y demás lindezas de las que se adornan.

Pero es curioso, “las navajas tiritando bajo el polvo”, pero pactando para distribuir el botín. Desgraciadamente existen muchos precedentes. Nicolas Maquiavelo dedicó un capitulo, el VII, del Principe : “DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON LAS FUERZAS AJENAS Y LA FORTUNA” y ponía de ejemplo a los Borgia. Miro a Granada y es para pasar vergüenza ajena.

Y en todo este espectáculo, ¿Qué aportan estos personajes a la ciudad de Granada? Nada, deterioro, mala imagen, abandono del interés ciudadano y la mofa de los espíritus críticos que

ven motivos de soflama. Pierde el sistema democrático porque al quedar en evidencia y al desnudo tales parodias reales, no obtiene la reacción ciudadana, que no se altera ante los pasajes impúdicos de su historia.

Sorprende la reacción de Granada ante la estúpida propuesta de cierre de un hospital y la pasividad con la que se degradan sus instituciones, que son las que tienen que velar porque aquello no ocurra. La función de representación ciudadana no puede recaer ni en tránsfugas, ni en indocumentados que van a la política desde la inactividad, la inexperiencia y la ineptitud, iluminados que se han dotado de la inspiración divina del partido. Guillermo de Ockam, en su tratado sobre el gobierno tiránico del papa, decía que “Se demuestra que el papa no tiene de Cristo tal plenitud de poder, ya que el gobierno papal es un gobierno instituido para el bien común, no para honor y provecho del papa.” Si cambiamos a Cristo por el Partido, tendrá plena validez.

De todo ello mucho me temo que con estas mimbres, que hinchan las bases de los partidos, no puedan hacerse cestos que recojan la legítima aspiración ciudadana de ser gobernados por los más capacitados en interés de la ciudadanía. Nuestra ciudad hermana de Málaga, es un perfecto ejemplo a imitar.

En tanto, repitamos como un conjuro aquellas frases usadas en los aquelarres, amarres de amor y ensalmos. ¡Váyase, Sr. González!. (Y que no entren otros que más o menos son como Ud.).

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