Tribuna

Juan ramón medina precioso

Catedrático de Genética

Tal para cual

Tal para cual Tal para cual

Tal para cual / rosell

El socialista Pedro Sánchez ha pasado a ocupar el puesto de presidente del Gobierno de España en virtud de una moción de censura constructiva apoyada por un grupo heterogéneo de partidos políticos, entre los que figuran la coalición izquierdista podemita y los separatistas catalanes, valencianos y vascos.

El mecanismo político empleado es perfectamente legítimo, democrático y constitucional, resultando improcedente compararlo con el intento de golpe de Estado que en 1981 encabezó el teniente coronel Tejero o con la más cercana proclamación unilateral de independencia de Cataluña por parte de los sublevados contra la Constitución.

No cabe, pues, admitir la menor sombra de sospecha acerca de la licitud de la triunfante iniciativa socialista y cualquier crítica en ese sentido sólo propiciaría debilitar la vigencia y utilidad de nuestra Constitución, ante cuya defensa no podemos desfallecer los que en su momento contribuimos a que fuese factible y desde entonces venimos apoyándola.

Por otra parte, los Presupuestos Generales estaban a punto de ser aprobados por el Senado español tras haber recibido luz verde en el Congreso de los Diputados el proyecto pergeñado por el Partido Popular, Ciudadanos y el PNV. Estaban a punto de aprobarse, pero no aprobados y se discute si el Senado debe limitarse a ratificar el texto emanado del Congreso o bien sería legítimo que los devolviese al Congreso con algunas modificaciones e incluso que los vetase. De hecho hay cinco propuestas de vetarlos, presentadas precisamente por varias de las mismas fuerzas que han aupado a Pedro Sánchez y expulsado a Mariano Rajoy.

Exactamente por los mismos motivos por los que no conviene cuestionar la legitimidad de la moción de censura, no sería democrático objetar la libertad del Senado para ratificar, modificar o vetar los Presupuestos. Si constitucional fue la iniciativa socialista, constitucional lo será cualquier movimiento senatorial con las cuentas del Estado.

Ahora bien, dado que el PP disfruta de mayoría absoluta en el Senado, el trilema planteado debe resolverlo ese partido y no puede ignorar dos datos: que Pedro Sánchez prometió respetarlos a pesar de haberlos criticado con dureza previamente y que superaron el examen del Congreso gracias a los votos del PP.

Por tanto, si incongruente sería que el PP modificase lo que antes aprobó, no menos incongruente sería que el PSOE apoyase lo que antes reprobó. Dicho de otro modo: el criterio de la actuación previa no vale en este caso para dilucidar el trilema sobrevenido a los senadores populares, sino que deberán auxiliarse de otras reglas de conducta.

En mi opinión, el PP no debería ni vetar ni ratificar los Presupuestos, sino modificarlos. No debería vetarlos porque eso dañaría a los españoles, que tenemos derecho a muchas de las medidas sociales y económicas que contienen; sin embargo, tampoco debería ratificarlos, pues, en contra de lo que muchos dicen, no son sus Presupuestos, sino los resultantes de un pacto que los otros contratantes han roto, unos votando a favor de la moción de censura y otros pidiendo unas elecciones anticipadas.

Demuestran los análisis matemáticos y las simulaciones por ordenador que en los juegos de naturaleza iterativa con dos disyuntivas, colaborar o defraudar, la táctica vencedora es la que sus autores denominaron tit for tat, que podemos equiparar a "tal para cual". Consiste en colaborar en la primera disyuntiva para, a continuación, hacer lo mismo que el oponente: si colabora, colaborar; si defrauda, defraudar.

Según la teoría de juegos esa táctica es mejor que las alternativas más frecuentemente propuestas. Colaborar siempre conduce a que el oponente aproveche para defraudar impunemente; defraudar siempre da como resultado que el otro no colabore nunca; echar a suertes si colaboramos o defraudamos induce en el otro una respuesta defraudadora preventiva. Lo más eficaz es el método del tal para cual.

Ni el PP ni el PNV van a esfumarse del panorama político, por lo que se verán obligados a colaborar u oponerse en muchas ocasiones en el futuro. El pacto de los Presupuestos se ha basado en sendas actitudes colaborativas por parte ambos, pero en la siguiente ronda, la de la censura, el PNV ha defraudado. Ante eso, lo más racional que puede hacer el PP es dar una respuesta proporcionada, lo que se logra modificando los Presupuestos: si los vetase causaría demasiados destrozos y caería en incongruencia, pero si los ratificase no emitiría ninguna señal de que el que quiera pactar con el PP debe respetar lo acordado.

Aunque parezca paradójico, la mejor manera de que el PP siga siendo considerado un interlocutor fiable, y no uno catastrofista o uno débil, es evitar ambos extremos y ni ratificar ni vetar. Al PP le conviene mostrarse moderado, pero firme, y eso implica modificar los Presupuestos en el Senado, tocando sólo algunas de las prebendas otorgadas al PNV. No se trataría de una venganza pasional, sino de una respuesta racional.

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