Tribuna

javier pérez-embid

Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Huelva

El Castillo de Aracena, un broche final

Dejando al margen la discutible ortodoxia de algunos elementos "nuevos", el conjunto reconstruido constituye un activo patrimonial para la promoción de la zona

El Castillo de Aracena, un broche final El Castillo de Aracena, un broche final

El Castillo de Aracena, un broche final / rosell

Hasta hace poco no quedaba de la fortaleza medieval de Aracena sino los llamados torreones, escenario de románticos paseos y de atrevidos juegos infantiles. Los restos aparecidos en las recientes excavaciones de Eduardo Romero Bomba -5 casas, por el momento, y un tesorillo de 8 dinares de la ceca de Al Mutmid- retrotraen al periodo islámico el momento histórico de la ocupación del cerro. Con posterioridad, el Ayuntamiento local ha llevado a cabo una reconstrucción de las murallas que supone una recuperación proporcionalmente muy superior a lo que es normal en las intervenciones de restauración contemporáneas. Dejando al margen la discutible ortodoxia formal implícita en alguno de los elementos "nuevos", es obvio que el conjunto reconstruido constituye un activo patrimonial importante para la promoción turística de la zona.

Lo que se denominaba localmente el castillo era, en realidad, la iglesia prioral, cuyos cimientos habrían erigido verosímilmente hacia 1240 los mismos freires hospitalarios portugueses que plantaron allí su "punta de lanza" hacia Sevilla. La habrían edificado sobre la mezquita cuyo emplazamiento parecen acreditar los restos de muro detectados en el subsuelo por una reciente exploración geofísica. El aspecto románico de los pilares del nuevo templo, así como los capiteles y el remate de la nervadura de soporte de las bóvedas, exhiben en todo caso un evidente abolengo cisterciense. Por su parte, la advocación de Santa María con que ya aparece denominada la iglesia bajo Alfonso X, casaba con la devoción mariana promovida por este rey.

La fábrica sufrió -como en casi todas partes- una paralización en el siglo XIV, y no sería sino en la siguiente centuria cuando se concluyese con el abovedamiento nervado superior, el labrado en ladrillo del paramento exterior de la torre, la apertura en gótico flamígero de la portada norte y la elevación de un coro asentado sobre dos capillas flanqueando la entrada desde el atrio. Los sillares de granito confieren a este último una austeridad que viene a realzar la ausencia de toda decoración escultórica en las arquivoltas que enmarcan el tímpano de su portada. Ni en los dos doseles que la flanquean, ni en las dos ménsulas sobre el dintel parece que hubiera habido alguna vez estatua alguna, aunque es obvio que fueron concebidos para colocarlas. ¿Cuáles?

En una época en que la pintura gana importancia en la plástica pastoral, la escultura quedó reservada en los templos no catedralicios a la imagen del títular. En la de Aracena era Santa María, pero ¿en cuál de sus misterios se la tenía que representar? Las mencionadas ménsulas parecen señalar a la Anunciación como el único posible, pues uno sustentaría el bulto de la Virgen y el otro el de San Gabriel. Dicho tema inconográfico presenta habitualmente en la pintura al arcángel arrodillado, las alas más o menos desplegadas, transmitiendo en una cinta su mensaje: "Ave María, gratia plena....". Pero en la escultura de las portadas catedralicias la escena se compone con las dos imágenes a la misma altura, el ángel con las alas recogidas, en una especie de "mística conversación" con la Virgen. En la de Reims la faz risueña de ambas acredita la sensación de equilibrio cultural del siglo XIII. Era lógico reservar para la patriarcal hispalense el tema estelar de la imaginería mariana, la Asunción. Pero en Aracena los dominicos refrendaron aquella advocación representándola pictóricamente en su convento de Santo Domingo.

Aunque las ménsulas vacías de muchas fachadas eclesiales estuvieron históricamente ocupadas antes de sufrir expoliaciones de distinto signo, en las de Aracena nunca debieron ejercer su función. Pero a la vista del criterio seguido para la restauración de la fortaleza contigua, y también de los añadidos no siempre funcionales incorporados al templo desde el siglo XVIII hasta la actualidad, no parecería descabellado completar el sentido del atrio con el pregón público, escultórico, de su sacra titularidad. Unas imágenes en terracota de La Vigen y San Gabriel destacando sobre el fondo granítico del hastial se nos antojan de un efecto estético equiparable a las de las mártires y los santos obispos hispalenses esculpidas por Mercadante para la portada del Bautismo de la catedral de Sevilla. Después de todo, la imaginería de su portada central no llegó a esculpirse sino en el siglo XIX, mucho después de que Viollet le Duc completara con sentido historicista la de Notre Dame de París. Sería un adecuado broche para rematar la puesta en valor de este conjunto patrimonial de la sierra de Aracena.

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