Tribuna

EMILIO A. DÍAZ BERENGUER

CEO yKratos

España 2022. Una distopía inversa

El problema no es Vox, sino nosotros mismos, de manera que, como diría Mark Lilla, si no somos capaces de mirar más allá, nos quedará poca esperanza en nuestro futuro

España 2022. Una distopía inversa España 2022. Una distopía inversa

España 2022. Una distopía inversa / rosell

Dos de cada tres ciudadanos y tres de cada cinco electores convocados a las urnas habían nacido después de la muerte del dictador. Vivíamos inmersos en un gran error histórico: estábamos dando por supuesto que lo que fue una tregua que ha durado 47 años, había sido una verdadera reconciliación entre los dos bandos que afrontaron la Guerra Civil y el posterior régimen totalitario durante casi cuatro décadas, pero realmente nunca se compartió un verdadero acto de contrición y, según parece ahora, tampoco un sincero propósito de la enmienda.

Ni siquiera ha habido debate público durante la democracia para conocer el verdadero origen de la Guerra Civil y hasta qué punto sus causas fueron exclusivamente endógenas o pesó más el temor a ser el primer país europeo sometido a la invasión cultural y política de un comunismo emergente.

El voto masivo en la España rural, la "España vaciada", por el lema "Dios, Patria y Familia", así como el de un sector agrario tradicionalmente conservador en las urnas y el de no pocos electores de la generación ni-ni, llamados a ser los luditas de la actual revolución tecnológica, a los que han prometido una RBU, ingreso mínimo vital, cofinanciado por las grandes corporaciones tecnológicas del mundo, han decantado el resultado abrumador obtenido por Vox el pasado mes de septiembre. En su preludio, con las tensiones amenazando el futuro de la democracia liberal, según los ultras generadora de anarquía e inseguridad, no pocos ciudadanos han padecido el síndrome de Weimar por su sensación de inevitabilidad.

El Gobierno progresista de coalición integrado por PSOE y Unidas Podemos no superó el valle de la muerte, al no lograr que se aprobaran los Presupuestos Generales del Estado en ningún ejercicio fiscal desde 2020. La conservadora burguesía independentista catalana, incorporada hoy al movimiento supremacista neoconvergente, aliada con grupos libertarios autóctonos muy radicalizados, le planteó la estrategia del "cuanto peor, mejor", oponiéndose a cualquier medida del Ejecutivo nacional que no incluyera el constitucionalmente inviable derecho a la autodeterminación.

El apoyo de la Internacional Neonacionalista, integrada por los iliberales europeos, así como la simpatía de los gobiernos de Trump y Putin hacia el paleolíder español de Vox, han sido esenciales para que su grupo se alzara en las urnas con una holgada mayoría absoluta, a cambio de garantizarse la postura de la ultraderecha española de proceder a un Spexit duro en 2023.

Por su parte, la izquierda socialista ha visto cómo sus votantes más leales desde la recuperación de la democracia le han sometido a un severísimo castigo por su incapacidad manifiesta de ofrecer una alternativa política para la recuperación de una clase media, verdadero ascensor social que posibilita la equidad en una sociedad democrática, sobre cuyos hombros se hizo recaer, con su silencio cómplice, una crisis económica inducida por un mundo financiero desregulado que se acostumbró a jugar a la baja en contra de los intereses de su propio país. Esto, unido al cantonalismo imperante en Unidas Podemos, ha resquebrajado el pilar electoral que sustentaba a los coaligados.

La violencia de los ultras a partir de ahora no será necesariamente cruenta, sino que su hoja de ruta hacia una homogeneización supremacista encapsulada por los intereses del ciberfascismo, se traducirá en la muerte civil en vida de los miembros de determinados grupos sociales a través de contrapolíticas identitarias para acabar con la equidad de las mujeres, los emigrantes y los homosexuales, en una libertad asistida y en un déficit de legislación justa y universal.

Cualquier distopía inversa era inimaginable antes de 2019, año en el que Vox comenzó su carrera de bulimia electoral que le permitió acceder por primera vez de facto al poder en las instituciones democráticas locales y autonómicas, gracias a una alianza fatídica con PP y Ciudadanos que no supieron ofrecer a sus electores una narrativa democrática alternativa. Sin embargo, una vez más, la realidad habría superado al imaginario ciudadano y ahora sólo nos quedaría la aparición de un "hombre en el castillo" que nos despertara, nos movilizara y nos sacara de un cruel letargo haciédonos ver que todo había podido ser un mal sueño que se cumpliría, o no. Pero, el problema no es realmente un carpetovetónico Vox, sino nosotros mismos, de manera que, como diría Mark Lilla, si no somos capaces de mirar más allá, nos quedará poca esperanza en nuestro futuro.

Si crees que esto es sólo pura ficción, vótales y compruébalo. Pero, si lo haces, atente a las consecuencias: tu voto no admite reclamaciones ni devoluciones.

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