Tribuna

José María Agüera Lorente

Catedrático de Filosofía

Liz Truss y el legado histórico de Thatcher

¿Qué contiene el catecismo del thatcherismo? Tres principios inapelables: la privatización, la desregulación y los recortes salvajes de impuestos para los ricos

Liz Truss y el legado histórico de Thatcher Liz Truss y el legado histórico de Thatcher

Liz Truss y el legado histórico de Thatcher / rosell

Con Margaret Thatcher dio comienzo el final de la historia. Su personalidad, caracterizada por una determinación tal que le valió el apodo de (dama de hierro), apareció en el momento preciso de la historia europea para, desde las islas de la Gran Bretaña, modificar el curso de la historia de toda Europa. Como Roosevelt marcó época en un sentido e imprimió una inercia a la historia que llegó hasta finales de los años setenta del siglo pasado, podemos decir lo propio de Ronald Reagan y Margaret Thatcher en otro sentido de signo político, económico y social muy distinto que fue certificado desde el punto de vista del pensamiento con la idea del final de la historia de Francis Fukuyama; el sello en fin a una visión del progreso humano universal con un marcado sesgo ideológico liberal, pero que se asume como su devenir natural, sin alternativa posible y que culmina en su destino racional. Lo que en su día fue la utopía del progreso ilustrado se declara realizada. No hay más que conservarla, y cualquier otra propuesta que se diga progresista queda tachada de reaccionaria. La utopía socialista, pues, pertenece a un pasado definitivamente superado.

Thatcher fue para la historia política lo que los Beatles fue para la historia de la música: marcó tendencia. Es un hecho recurrente en el pasado del Reino Unido. Algo tan determinante para la configuración de nuestra realidad actual como lo es el capitalismo tuvo su origen en la Inglaterra del siglo XVIII. A partir de entonces el bien común terminó por ser concebido como resultado emergente de la conducta individual de todos los que, egoístamente, buscan su propio beneficio. Esto es dogma de fe para los liberales en general y para los que predican el fracaso de la socialdemocracia, ignorando descaradamente sus grandes logros durante las tres décadas gloriosas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. De sus rentas vive Europa. Su estado del bienestar, que nos sirvió de escudo durante el cruel azote de la pandemia de la COVID-19, es lo que resiste en pie después de las más de cuatro décadas de lo que muy bien podemos llamar thatcherismo.

El legado de Margaret Thatcher llega hasta nuestros días; lo evidencia el caso candente de la última sucesora en su cargo de Primera Ministra británica, la correligionaria Liz Truss, quien accedió al puesto evocando el aura de su famosa predecesora.

¿Qué contiene el catecismo del thatcherismo? Tres principios directores inapelables: la privatización, la desregulación y los recortes salvajes de impuestos para los ricos. Pero, sobre todo, el éxito de este estilo político consistió en convertir en el nuevo sentido común de la política lo que años atrás era considerado al margen de lo concebible: la disolución del bien común en la vorágine de la explotación de lo público para enriquecimiento de unos pocos. Ejemplo: lo que hizo la señora Ana Botella cuando era alcaldesa de Madrid, que vendió a fondos buitre lo que era propiedad pública y satisfacía un derecho constitucional como es el de una vivienda digna para todos.

Thatcher acabó con el desarrollo de la utopía socialdemócrata, del que fue exponente sobresaliente el proceso de transformación de Suecia desde los años treinta del siglo pasado, convenciendo a todo el mundo político (partidos socialdemócratas como el laborista de Tony Blair incluido) de que -lema de Ronald Reagan- el gobierno nunca es la solución, sino el problema. En consecuencia era menester liberar al capitalismo de los grilletes del gran gobierno. A esto se reduce en esencia la tan cacareada libertad tal como la conciben los neoliberales al estilo de nuestra Isabel Díaz Ayuso, émulo cañí de la política inglesa: el individualismo del mercado privado es la cumbre de la libertad personal, ya no necesitamos normas gubernamentales, derecho laboral o sindicatos, los sueldos y los términos/condiciones contractuales son cuestiones privadas, que se negocian a puerta cerrada. El negocio se regula a sí mismo; mientras sea legal, todo vale.

Los polvos del thatcherismo nos trajeron los lodos del siglo XXI: la crisis de 2008, el debilitamiento del Estado del bienestar, el ascenso de los populismos con resultados históricos como el Brexit, que ha traído la inestabilidad al Reino Unido.

Me pregunto si la renuncia de Liz Truss puede tener el mismo efecto en los vientos que soplan en la historia -revocando su final- que en su día el acceso al poder de Margaret Thatcher.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios