Tribuna

José manuel macarro

Historiador

¿Marxista-leninista, inteligente y honesto?

Lenin, ahora reivindicado por el diputado Enrique Segura, dijo: "Cuantos más miembros de la burguesía reaccionaria y del clero logremos fusilar, mejor"

¿Marxista-leninista, inteligente y honesto? ¿Marxista-leninista, inteligente y honesto?

¿Marxista-leninista, inteligente y honesto? / rosell

Seguramente los lectores estarán al tanto de las declaraciones que Enrique Santiago hizo el pasado septiembre a una especie de revista, mejor panfleto, y que han tenido recorrido en las llamadas redes sociales. Confieso que hasta ese momento yo no sabía quién era. Ahora ya lo sé: es el secretario general del PCE, diputado en el Congreso por Unidas Podemos y vicepresidente de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica que preside Patxi López. En la entrevista, al preguntarle los periodistas por Lenin, Santiago se deshizo en elogios hacia él por su capacidad revolucionaria para transformar Rusia. Y cuando le inquirieron si asaltaría el Palacio de La Zarzuela y haría con sus moradores lo mismo que los bolcheviques hicieron con el Zar y su familia -que fue asesinarlos a todos, niños incluidos-, Santiago, en tono distendido, afirmó que, por supuesto, "si se dieran las mismas condiciones". Vamos, que si éstas se dieran no tendría reparos en asesinar a nuestra familia real. Contundente muestra de la pervivencia de la manera comunista de razonar. En ella cualquier medida de valor queda supeditada al momento revolucionario, a "esas mismas condiciones". Lo moral es lo que ayude a la revolución, y, entretanto, a conquistar parcelas de poder. En este camino Santiago ya ha ocupado la vicepresidencia de una comisión parlamentaria. A la espera queda, si se dieran aquellas "mismas condiciones", el asesinato regicida. Máxime cuando para un comunista las formas políticas del Estado, incluida la monarquía parlamentaria, son simples accidentes históricos que un día habrá que aniquilar sin detenerse siquiera en el asesinato, remilgos moralistas propios del pensamiento burgués.

También hace pocos días Rubén Sánchez, el dirigente de Facua a quienes las televisiones sacan en sus informativos a diario, ya que es el defensor de los consumidores, sin que nadie sepa quién le ha conferido tal título, declaró que "hay quienes deberían lavarse la boca antes de pronunciar el nombre del Partido Comunista". Es cierto que este señor se refería al PCE de la oposición a Franco en el momento en que había girado a favor de la democracia. Por eso no lo puedo poner a la altura de Santiago, excepto en el sentido casi sagrado de su afirmación. Si uno dijo lo que dijo de Lenin y la revolución, Sánchez nos advierte, bajo la forma popular del lavado de boca, de la vigencia laica de las Tablas del Sinaí, que prohíben usar el nombre del Partido Comunista en vano. Vigencia mesiánica ratificada por Pablo Iglesias al defender que "las ideas del comunismo, tan malversadas hoy, siguen siendo esencialmente justas y permanecen porque su noble utopía está por encima de las equivocaciones de los hombres, de los partidos y de los estados que las desnaturalizaron". Es decir, los ideales comunistas siguen siendo tan puros, que lo que ha fracasado históricamente no ha sido su aplicación real, sino la desvirtuación que de ellos han hecho los hombres y los Estados. Tramposa manera de razonar esta, pues así jamás fracasan los proyectos políticos; sólo lo hacen sus aplicaciones terrenales, para que sus herederos puedan esgrimirlos como redentores cuando se tercie de nuevo. Versión roja, y paulina en este caso, de la Revolución Pendiente de F.E., que para los falangistas fue traicionada por los reaccionarios y por Franco.

Lo que sucede es que los comunistas son los herederos directos de Lenin, del marxismo-leninismo. Aquí no valen subterfugios para echar la culpa a Stalin. No. Como la historiografía más rigurosa ha confirmado desde hace años, la tiranía más oprobiosa de la historia fue obra del partido comunista ruso dirigido por Lenin. Partido que pidió en 1918 "que corran río de sangre burguesa, más sangre, cuanto más mejor". Y un Lenin que dijo: "Debemos fomentar la energía y el carácter popular del terror"; "Cuantos más miembros de la burguesía reaccionaria y del clero logremos fusilar, mejor"; y para los campesinos medianos "la muerte para todos ellos".

Si a los testimonios citados se adjuntan los tremebundos fracasos de todas las dictaduras comunistas, de todas, cuando observo que sus ideas averiadas rebrotan en España -incluída la aberración del asesinato real-, y que frívolos medios de comunicación de masas le hacen eco, me refugio en la cita que hizo hace años Raymond Aron al respecto: "Para utilizar una frase de mi amigo Jon Elster: ¿cómo se puede ser a la vez marxista-leninista, inteligente y honesto? Se puede ser marxista-leninista e inteligente, pero en tal caso no se es honesto (intelectualmente). No faltan marxistas-leninistas sinceros, pero les falta la inteligencia".

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