Tribuna

Francisco González

Profesor titular de la UGR

Rebautizando calles

Genera un ruido innecesario meter en el mismo saco nombres que carecen de verdadero sentido con otros que no tendrían que estar en el callejero

La práctica de cambiar nombre a las calles de las ciudades no es cosa nueva. El pleno del Ayuntamiento de Granada del 2 de diciembre de 1932 aprobó diversas modificaciones de acuerdo al espíritu del momento; así, la avenida de Alfonso XIII se convirtió en avenida de la República o la calle Piedad se renombra como calle del 14 de abril, valgan esos dos ejemplos. Luego, la Dictadura franquista llenó todas las plazas de España con el Generalísimo y otros nombres derivados de su victoria y represión. En Granada la plaza del General Franco, ¿Cuál era?, pues la Plaza Nueva de entonces y de ahora.

La llegada de la democracia eliminó muchos de los nombres impuestos, al menos los más evidentes. En Granada, recordemos que la Avenida de la Constitución (antes de Alfonso XIII, luego de la República, etc…) fue antes la de Calvo Sotelo y la calle Pablo Picasso era del 18 de julio, como muestra. No sé si, aprobada al selectividad, nuestros chavales recordarán quién era Calvo Sotelo y qué paso tal día de 1936; los más mayores, aunque no creo que tanto, sabrán que aquel nefasto día comenzó una negra historia de España. Yo no dudo que hay cambios muy oportunos y espero que entiendan el sentido de las líneas de esta tribuna de opinión.

Lo que creo absurdo y que genera un ruido innecesario es meter en el mismo saco nombres que carecen de verdadero sentido con otros que realmente ya no tendrían que estar en el callejero. O al menos aquellos que promueven el cambio, con su razón, deberían explicarlo mejor, incluso con ello se aprende de la historia de esta ciudad.

De los doce nombres de calles de Granada propuestos a renombrar recientemente, su relación salió publicada incluso en el diario La Vanguardia (último 22 de julio), por estar identificadas con personas o episodios del pasado franquista nos encontramos con cinco denominaciones que identifican con claridad a personas ligadas a la dictadura franquista (alcaldes, gobernadores, políticos o militares), citados con nombre y apellidos. Hay un sexto nombre, calle Kindelán, que no tiene más identificación, supongo hace referencia al aviador y militar Alfredo Kindelán. Dudo mucho que los nombres sean muy conocidos por los granadinos de ahora, aunque alguno de ellos fue alcalde de Granada. Entiendo que tales denominaciones de esas calles incumplen la ley de Memoria Histórica, y la ley está para cumplirse.

La calle Crucero Baleares, para quien sepa lo que es un crucero (no de vacaciones, claro), rinde homenaje al barco de guerra de la flota franquista que bombardeó a los huidos de Málaga hacia Almería en febrero de 1937, luego fue hundido por la flota republicana. Entiendo que la mención al elemento militar, ‘crucero’, puede comprenderse.

Otros cuatro nombres (Belchite, Ebro, Jarama y Pingarrón) son nombres de la geografía nacional. Lo que me cuesta entender es que se identifiquen inequívocamente con episodios de la Guerra Civil. Ebro y Jarama son dos ríos; las calles no se llaman Batalla del Ebro o del Jarama; Pingarrón es el nombre de una colina muy disputada durante la batalla del Jarama. ¿En verdad ofende a la memoria de los granadinos por haber sido lugares donde hubo batallas en la Guerra Civil? Es que hasta dudo que muchos ciudadanos lo asocien a nuestra historia. Y sin referencia alguna al conflicto en los nombres de las calles, yo me pregunto: ¿y por qué discriminar a los caídos en la batalla de Guadalajara, en las atrocidades de Badajoz, en el asedio de Toledo, etc, etc…? Hay en Granada calles con esos nombres, Guadalajara, Toledo, Badajoz, la mayoría próximos y sitos en el barrio del Zaidín. También en esa zona está la calle Santuario de la Cabeza, entiendo que será Santuario Virgen de la Cabeza. ¿Hay muchos ofendidos por ese nombre? En Jaén, ciertamente, sería muy polémico. Consulten lo ocurrido entre julio de 1936 y mayo de 1937 en tal Santuario y formen su opinión.

Me da que mezclamos churras y merinas, confundimos galgos y podencos; y si buscamos en la historia, o más bien en la geografía, terminaríamos por renombrar a buena parte de las calles de diferentes barrios de la ciudad, con más o menos razones.

En todo caso, al hacer los cambios que democráticamente se aprueben, rogaría que el Ayuntamiento no olvide que los nombres aunque se rotulen en mayúsculas no están exentos de las tildes ortográficas correspondientes; tildes que faltan en numerosas, diría que en la mayoría de las placas que identifican a nuestras calles. Valga, por ejemplo, el rótulo de la calle PERU, que debería ser PERÚ. Puede que algún turista peruano se nos ofenda.

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