Tribuna

Antonio Montero Alcaide

Inspector de Educación

Retórica de las reformas educativas

Retórica de las reformas educativas Retórica de las reformas educativas

Retórica de las reformas educativas / rosell

Por razón de un difícil consenso constitucional sobre el derecho a la educación y la libertad de enseñanza, pronto sucedido por un disenso político en su desarrollo, las reformas educativas se suceden en España coincidiendo con los cambios de Gobierno, dada la falta de acuerdos básicos que procuren o permitan tanto la estabilidad como la adecuación de las reformas. En cualquier caso, las expectativas del acierto de estas suelen ser limitadas y un profesor norteamericano de la Universidad de Yale, Seymour B. Sarason, ya lo consideró, en 1990, con este sugerente título: El predecible fracaso de la reforma educativa.

Ante un calendario de aplicación estrecho y un tiempo bastante ajustado para el desarrollo del currículo por las Administraciones educativas, dentro de pocos meses, con el inicio del nuevo curso 2022-2023, otra reforma comenzará su implantación en nuestro país, durante dos cursos, con anticipo, ya este curso escolar, en materia de evaluación, promoción y titulación del alumnado.

Advierte Sarason que esa profecía de fracaso no conlleva una renuncia a reformar las escuelas, adoptando aptitudes irresponsables o nihilistas, sino la necesidad de superar retóricas vacías o idealismos utópicos. Si bien son necesarios objetivos que, aunque no resulten de general alcance, tampoco sirvan de "excusa para que partamos de objetivos modestos que fomenten las posibilidades de que, por desgracia, la profecía que por su propia naturaleza contribuye a cumplirse, se vea confirmada nuevamente". Ante dos evidencias que sí corroboran esa predicción poco favorable sobre el curso de las reformas: la incapacidad de sus promotores para enfrentarse al deterioro de los logros en las escuelas, e idéntica falta de capacidad para afrontar la resistencia -no se entienda solo de modo beligerante, sino justificada- de las escuelas a la adopción de los cambios.

Aunque sujetos a la retórica señalada, existe un conjunto de objetivos característicos de las reformas educativas y que, de un modo u otro, figuran en la expresión normativa de la retórica antedicha, con la que suelen componerse los preámbulos de las leyes educativas. Reducir las diferencias de resultados escolares del alumnado, debidos a las desventajas sociales de origen, es un propó-sito mayor, junto al de incrementar los niveles de excelencia. Hacer atractiva la escolaridad, además de obligatoria, mediante respuestas educativas que permitan el aprendizaje del alumnado y la posibilidad de obtener el éxito educativo correspondiente al mejor desarrollo de sus capacidades propias, no queda atrás. Por eso se destaca -la retórica se vale de términos distintivos, aunque sea cambiando el nombre de las cosas- el "diseño universal de aprendizaje", con la evolución del principio de igualdad de oportunidades de escolarización -de acceso a la escuela- hacia la igualdad de oportunidades de éxito escolar, ajustado a las capacidades propias por razón de la equidad y no del equivocado, e injusto, rasero del igualitarismo.

Otro objetivo concierne tanto a los aprendizajes que deben ser adquiridos como a las enseñanzas que procuran su adquisición. En este caso, la relevancia de las competencias educativas es adoptada en el diseño y desarrollo del currículo -la reciente reforma incorpora, así, un perfil competencial "de salida", al concluir la enseñanza básica- para subrayar la importancia del conocimiento apli-cado y funcional, frente a la memorización repetitiva o a la consideración de abstracciones no vinculadas a la experiencia personal y ajenas a la significación y el sentido, asimismo personales, del presente y del futuro. No se trata, con ello -aunque así parezca en algunos debates y argumentarios-, de restar valor a los conocimientos, sino de mejorar el modo de adquirirlos y, sobre todo, la utilidad de su aplicación para afrontar el desarrollo personal y social en procesos de aprendizaje permanente, que tal es la referencia de las competencias educativas en el marco europeo que las establece.

Tener claras nociones de los logros humanos, sin un presentismo que desdibuje el pasado, debiera ser otro propósito reformista. De tal suerte que sea factible entender cómo el presente contiene el pasado y es razón de una identidad personal y social. Finalmente, resulta necesario ofrecer una precisa y adecuada orientación a los estudiantes para la continuidad formativa y la inserción labo-ral, con la influencia de constantes cambios y movilidades.

Grandes objetivos que dan con la insolubilidad, la imposibilidad de resolver y de aclarar, aunque precisamente comprender la insolubilidad lleve a la premisa de que "conseguir una mejor comprensión es inicialmente el factor más crucial y potencialmente productivo". Por eso, tan inconveniente como confundir los medios con los fines -o que estos justifiquen generalmente aquellos- es asimilar cambio y progreso. Los fines, entonces, han de mantenerse como perspectiva e influir en la naturaleza de los medios. Aunque si estos se convierten en fines, más parecen cambiar las cosas para que todo continúe gatopardescamente igual.

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