Tribuna

jesús jordano fraga

Catedrático de Derecho Administrativo

La Tercera Guerra Mundial

Pongamos un recargo excepcional del 0,5% en el IRPF o en el IVA como impuesto extraordinario de solidaridad con el pueblo ucraniano. ¡Qué señal enviaríamos al mundo!

La Tercera Guerra Mundial La Tercera Guerra Mundial

La Tercera Guerra Mundial / rosell

Albert Einstein se le atribuye la frase "no sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero la cuarta será con palos y piedras". Nuestra generación, hasta ahora se había librado razonablemente de las desgracias que la Historia nos enseña que son inevitables y reiterativas. Las anteriores generaciones, como mínimo han conocido la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial. Un poco más lejos queda la Primera Guerra Mundial y la guerra de Marruecos. Pero como si una maldición se cerniera sobre nosotros cabalgan los jinetes del Apocalipsis. Cualquier persona con una mínima sensibilidad se estremece viendo la destrucción de ciudades que podrían ser las nuestras. Algunas de ellas como Jarkov sufrieron ya con saña la última guerra mundial cayendo varias veces en distintas manos. Los ucranianos antes habían sufrido el Holodomor como consecuencia del proceso de colectivización de la tierra emprendida por la entonces URSS, durante 1932-1933, periodo en el que murieron entre 1,5 y 4 millones de personas. Ucrania sí que está maltratada por la Historia.

Nadie sabe qué va a ocurrir. Hay una imagen espectral que se ha producido en estos días de sangre y fuego. Una banda de música del Ejército de Ucrania en Odessa, ciudad que puede estar a punto de ser arrasada por Rusia, ha tratado de animar a la población tocando delante de una barricada la canción de Bobby McFerrin Don't worry be happy. La situación es surrealista porque extraña es la negociación en la que las bombas no paran de caer ni las amenazas cesan. Curiosa forma de negociar de buena fe. Los mercados sin embargo no se han hundido porque parece que descuentan un acuerdo que puede ser inminente. El precio del petróleo hoy es el anterior a la invasión. Pero nadie sabe a dónde puede llevar la locura termonuclear incluida -la MAD (mutual assured destruction) doctrina concebida por John von Neumann-. Rusia ha perdido la razón al invadir un estado soberano. Es deleznable que Putin llame nazis a quienes fueron víctimas de los mismos padeciendo además los primeros coletazos del holocausto con miles de judíos ucranianos asesinados en fosas a las puertas de Kiev. Suele olvidarse que 3.771 judíos fueron asesinados a manos de los Einsatzgruppen de las SS en Babi Yar un barranco a las afueras de Kiev en septiembre de 1941 dando comienzo a la Shoah. El propio presidente Volodimir Zelenski es judío. Y los suyos en un primer momento dijeron "No debe ser candidato porque, si las cosas salen mal, en dos años de nuevo habrá pogromos aquí", según cuenta Kaminezki, el gran rabino de Dnipro; que el Gobierno ruso diga que va allí a desnazificar es realmente miserable.

Una vez más, lo mejor de España es su gente que organizada (Cáritas, Manos Unidas, Cruz Roja, Acnur, Correos, Comité de Emergencia) o sin organización ha acudido en rescate del pueblo ucraniano (algunos con sus coches particulares). A mí se me ocurre que este año pongamos un recargo excepcional del 0,5% en el IRPF o en el IVA como impuesto extraordinario de solidaridad con el pueblo ucraniano. ¡Qué señal enviaríamos al mundo!

En este escenario de incertidumbre tres imágenes nos reconcilian con la humanidad. La primera, la periodista Ovsyannikova, con su "no a la guerra" en el telediario de máxima audiencia de la televisión rusa, jugándose 15 años de cárcel (de momento, solo sanción pecuniaria) y su puesto de trabajo. La segunda es la imagen de la dueña de un gran perro al que ha llevado durante 17 km en brazos para ponerlo a salvo. La tercera es la niña ucraniana sin brazo por amputación que dice que espera que lo suyo haya sido un disparo ruso por error.

Me gustaría pensar que estas acciones paran también las bombas. Ojalá. En la Segunda Guerra Mundial la enseñanza es que solo se para al agresor derrotándolo en su madriguera de rata a escasos metros de la puerta de Brandemburgo.

Para mí, Ovsyannikova con su heroico gesto demuestra que el pueblo ruso es un gran pueblo y que, tarde o temprano, dejará atrás esta locura. Quien escribe esto ha tenido el privilegio de estar una tarde en compañía de personas de esa gran nación a orillas del Volga. Tengo la ilusión de volver a esa gran nación en paz.

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