Tribuna

JAVIER GONZÁLEZ-COTTA

Escritor y periodista

Turismo gay y billetes

Lo que uno no entiende es el empeño oficial en querer seguir normalizando lo que ya está normalizado en las sociedades occidentales

Turismo gay y billetes Turismo gay y billetes

Turismo gay y billetes / rosell

Desde hace años el turismo se ramifica tanto o más que las variadas formas de la idiotez mundial. No existe ya el formato del simple turista, aquel sujeto pasivo de antes de la implosión de internet. Y no digamos el viajero sin ínfulas, que se limitaba a reclamar un cielo sobre su cabeza y un suelo bajo los pies, como en la plegaria de R. L. Stevenson.

Decir turista a secas es decir nada. Hoy por hoy se es un enoturista (turistas de caldos y libaciones), necroturista (turistas de cementerios), ecoturista (turistas comprometidos con las reservas naturales), turista ufológico (turistas atraídos por el fenómeno ovni), cicloturista (turistas de la bici por medio mundo), morboturista (turistas enganchados a lugares laminados por la calamidad o la catástrofe), etcétera.

No diremos que no nos atraen las rutas del vino por los ribazos del Duero. Admitimos también que nos gusta visitar los camposantos donde reposa la verdadera vida de las ciudades. Incluso podríamos admitir algún interés por ciertos parajes donde supuestamente se han producido apariciones extraterrestres (incluida la de nuestra propia sombra, cuya insólita aparición por la calle en un día soleado nos parece de por sí un suceso paranormal). El cicloturismo, en cambio, lo dejamos para quienes no sufrieron en la infancia el trauma de ver la película Muerte de un ciclista de Juan Antonio Bardem. Y el morbo por los lugares malditos también lo dejamos a quienes recorren bovinamente Chernobil a través de visitas guiadas.

Dicho esto, si hay un turismo especializado y en constante auge, éste es el turismo gay. Se ha comprobado en la reciente edición de Fitur, que como siempre nos ha mostrado las últimas tendencias en turismo (incluidas las más ridículas). Hemos conocido que el Ayuntamiento de Sevilla ha propuesto su candidatura para acoger en 2022 la Convención Global Anual IGLTA. Este evento viene a ser la mayor cita en educación y redes sociales del turismo LGTBIQ+.

Para el pueblo indocumentado en la materia (haberlos haylos), le explicamos este juego de siglas tan de nuestra hora. Las siglas se refieren a Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales y, por último, el híbrido postureo de acuerdo al modelo Queer (dícese de quienes rechazan el canon convencional aplicado a la identidad sexual). Quedan fuera de este movimiento los asexuales o desganados (haberlos haylos también), así como los casi repudiados heterosexuales, a quienes uno imagina alegóricamente en nuestros días en actitud de vergüenza y tribulación, como el fresco que pintara Masaccio para la capilla Brancacci de Florencia y en el que Adán y Eva son expulsados del Paraíso terrenal.

Por lo pecuniario que conllevaría, deseamos que a Sevilla le toque organizar tan suculento evento. La convención mueve unos dos millones de viajeros del ramo. Ya sabemos que el turista gay es un visitante de alegre billetera (su comunidad mueve alrededor de 3.600 millones de dólares al año). Antonio Muñoz, delegado municipal de Turismo, dijo en Fitur que organizar dicha convención supone "conferir una dimensión congresual, educativa y cultural al colectivo LGTBI más allá del turismo, la economía o el ocio, contribuyendo a su normalización social".

Ojalá en 2022 Sevilla sea un bonito flamear de banderas del arcoíris bajo una lluvia festiva de miles de billetes de 100 euros. Lo que uno no entiende es el empeño oficial en querer seguir normalizando lo que ya está normalizado en las sociedades occidentales (dejemos a un lado la polémica del pin y del pon parental, que acerca a frikis afines y contrarios). Se pregunta uno si no está normalizado ya el turismo gay en cuanto a presencia. ¿No se le ve ya por lugares de ambiente y no ambiente, en restaurantes, monumentos, tabernas, tiendas y bares de copas? Desde hace años Sevilla ostenta un título añadido a los de Muy Noble, Heroica, Leal, Invicta y Mariana (¿no suena ya todo muy viejuno?). Es el título Gayfriendly, como ciudad amiga de la diversidad sexual. Una maravilla.

Cierto es que hay homófobos violentos. Pero sus condenables acciones son las menos en nuestro paisaje cotidiano. Igual que las palizas a indigentes y menesterosos no deja de ser un deporte ruin, pero escaso en cuanto a practicantes. El turismo gay está más que visiblemente normalizado. Quien se asombre de su presencia en ciudades turísticas como Sevilla o Málaga es que tiene un problema de inmersión en el paisaje y el paisanaje común del que forma parte.

La "normalización social" a la que alude el munícipe se nos antoja ya como algo extemporáneo o, simplemente, pesado y machacón. Uno cree, en cambio, que la comunidad heterosexual, integrada por hombres y mujeres corrientes y molientes, sí que está necesitada de mimo y autoestima. Llegará el día en el que los heterosexuales, para identificarnos, tengamos que hacernos la pregunta clandestina que antaño circulaba entre el mundo gay: "Oye, ¿tú entiendes?"

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