Vox desde afuera Vox desde afuera

Vox desde afuera

Fue en tiempos de Zapatero cuando la izquierda desapareció de España ocupando su lugar la progresía. Progres, hijos tontos y degenerados de un socialismo que en toda Europa había cumplido ya su noble destino histórico. Epígonos que han sustituido las ideas y los ideales por un discurso vacío donde todo queda reducido a un "yo soy de izquierdas (inexistente fantasía) y tú eres de extrema derecha". La aparición de Vox ha llevado ese lenguaje que se llama a sí mismo progresista hasta la estolidez y el absurdo.

Primero, la progresía calificó al partido de Abascal con lo que encontró más a mano: "Fascismo. El fascismo no pasará"; pero pronto fue evidente que el insulto era poco creíble y movía a risa, así que se recurrió a algo menos antiguo: "extrema derecha". Por desgracia, los extremos en una fila no pueden dejar de existir: si Vox no existiera la extrema derecha sería el PP; sin Partido Popular, la extrema derecha pasaría a ser Ciudadanos y sin Cs Pedro Sánchez se convertiría en un extremoso derechista. No obstante, en las últimas semanas el sanchismo parece afinar su terminología: Vox es la "ultraderecha". Sonoro vocablo, aunque susceptible de interpretaciones.

El prefijo "ultra" hace referencia a lo que está al otro lado: Ultramar, lo que está al otro lado del mar; ultramarinos, lo que viene de ultramar; ultraderecha: lo que está siempre al otro lado, o sea, al otro lado de la derecha, al otro lado de la izquierda, al otro lado del mapa político convencional. Interesante y novedosa figura; de aquí que quienes pretenden explicar el significado de Vox no pasen casi nunca del mero insulto. Ignaros.

En un periódico tan serio como La Vanguardia se escribía con referencia a los escaños de Vox en el Parlamento andaluz apenas los ocupó: "Vox introduce la brutalidad en la política". ¿Brutales los militantes de Vox? Si son unos mártires: los persiguen, los insultan por la calle, derriban sus tenderetes, les pegan, les tiran membrillos. Bruticie es la presencia de orondos ex consejeros de la Junta en manifestación ante el Parlamento por haber perdido las elecciones. Creo, pues, que para opinar sobre Abascal y compañeros de martirio hay que hacerlo sine ira et studio.

Se podrá o no estar de acuerdo con las ideas de Vox, pero tiene ideas: cosa que no cabe decir de otros partidos de rancio abolengo. Su problema principal consiste en que muchas de esas ideas se expresan con el mismo estilo que utilizaba la extrema derecha de hace 90 años (entonces sí existía extrema derecha). Falta de sentido de la medida. Lo que no se puede pedir a Vox es que cambie de ideas, pues dejaría de ser Vox; ni que abandone la incorrección política y la falta de complejos ante la progresía y sus inquisidores culturales cuando es su mejor capital en la presente coyuntura. Mas sí cabe aconsejarle que supere cuanto antes su bisoñez parlamentaria y aprenda que en la política real hay que hablar discretamente en los pasillos con los otros; menos heroico sin duda, pero así funciona un parlamento.

Inmaduro (la misma inmadurez que tuvo Podemos en los comienzos y la misma que tenía el PSOE en la clandestinidad), Vox juega por mera presencia un papel de importancia al presionar a Casado y Rivera para que se olviden por fin de miedo reverenciales frente a la autoproclamada izquierda. Los analistas del PSOE se equivocan cuando arremeten contra la revuelta antisanchista que llevó al cambio en Andalucía calificándola de "las tres derechas"; no perciben que esas supuestas tres derechas lejos de quitarse votos unas a otras facilitan al triunvirato poder alcanzar una mayoría absoluta el próximo 28 de abril. Si en las elecciones andaluzas Vox no se hubiera presentado quienes lo votaron no habrían votado ni a Ciudadanos ni a Moreno, se habrían quedado en sus casas y Susana Díaz continuaría en San Telmo.

En las elecciones generales ni Casado ni Rivera podrán desalojar a Sánchez sin el concurso de Vox, así que ya deben ir pensando, sobre todo Ciudadanos, en dejarse de contradictorios cordones sanitarios. Ahora bien, Vox se lo juega todo. Si obtiene un número de escaños presentables cuajará como partido; en caso contrario más le valdría no haber nacido, haber permanecido en las filas del PP como una corriente autónoma o como una tendencia enérgica (energía no les falta a los militantes de Vox) orientada hacia la batalla cultural a pecho descubierto y sin complejos. Al fin y al cabo en política gana siempre el que antes se hace dueño del lenguaje.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios