Tribuna

evaristo jiménez-contreras

Profesor de la Universidad de Granada

Yates, rankings y política universitaria

Yates, rankings y política universitaria Yates, rankings y política universitaria

Yates, rankings y política universitaria

Dice un amigo mío que la gente lista no tiene yate, tienen un amigo que tiene yate, y esto es debido a que ser dueño de un yate es básicamente un incordio y un gasto constante del que se disfruta pocas veces al año. Viene a cuento de que hace unos años empezó a circular la frase, acuñada en entornos conservadores, de que España no tenía ninguna universidad entre las cien mejores del mundo, la idea hizo fortuna y siguió repitiéndose cada vez que se actualizaba el ranking de referencia para estas consideraciones, el Ranking de Shanghai. Cambió el signo del gobierno y la frase siguió ahí, solo que cambió de bando, ahora la utilizaban políticos y tertulianos de signo progresista para afear al gobierno su escasa sensibilidad hacia la universidad.

Aunque es verdad que en determinados campos alguna universidad española se sitúa entre las mejores del mundo (la nuestra está entre las 50 mejores en Informática), está claro que en esta controversia el objetivo sería que alguna universidad española estuviese globalmente en estas posiciones y su ausencia es el reproche que los partidos se vienen arrojando entre sí en los últimos años.

Mientras, países de nuestro entorno e incluso de menor envergadura, sí las tienen, es el caso de los cuatro los países nórdicos que, recordémoslo, juntos, representan menos población que la de España (siete universidades en total). Pero es que en la lista también aparece Israel (dos) o incluso algún país minúsculo como Singapur. Por tanto que España podría tener su representación en esta lista.

Y la pregunta inevitable es: porqué no estamos ahí, porqué las autoridades del ramo no ponen los medios para conseguir este objetivo y solamente se acuerdan de él cuando están en la oposición.

Para los lectores no iniciados diremos que el ranking de Shanghai otorga puntuaciones por distintos conceptos, esencialmente de investigación, y que, aunque discutibles y discutidos, se puede aceptar en principio que permiten identificar a las mejores instituciones académicas del mundo, por lo menos así parecen creerlo nuestros políticos y tertulianos. Se trata ahora de saber qué tan lejos estamos de las universidades en torno al 100, nuestro objetivo a alcanzar de entrada. Pues bien, la universidad de Barcelona, que es la mejor de entre las españolas, y hay que irse hasta el 150 para encontrarla, hay criterios en los que ya está al mismo nivel (publicaciones) que las de la zona 100 mientras que en otros necesitaría multiplicar por dos sus puntuaciones. Granada también cumple razonablemente algún criterio (autores altamente citados) pero en otros debe multiplicar por 4 sus resultados.

Parecen esfuerzos desmesurados pero, de mediar alguna política en ese sentido la meta es alcanzable, no sólo para Barcelona, también para Granada. Los responsables de nuestra universidad, conscientes de este reto, han desarrollado políticas en los últimos años que han mejorado nuestra posición en más de un centenar de puestos, y en un entorno que no era el más favorable.

¿Pero, por qué no se ha producido ese mismo esfuerzo a nivel nacional y nunca se ha pasado de los lamentos más o menos interesados? Pues porque se aplica la idea por la que empezamos esta reflexión. Creemos querer algo que en realidad descubrimos no desear tanto cuando nos enfrentamos en a los esfuerzos necesarios para su consecución.

¿Y cuáles son esos esfuerzos?, se necesitan tres cosas: dinero, prioridades claras y exigencia. ¿Estamos dispuestos a ello? Porque claro, más dinero para las universidades significa detraer de otra parte; aquí no vale pedir sin preguntar de donde sale. En la actual coyuntura los ciudadanos han de entender que a lo mejor no va a haber tanto dinero para otras políticas y está claro que nuestros políticos son agudamente conscientes de esta disyuntiva, sobre todo cuando están en el gobierno. En cuanto a las prioridades no podemos apostar, como hasta ahora, por financiar a todas las universidad a escote. España, incluso Andalucía, puede aspirar a "colocar" alguna universidad, como política de estado, en el Ranking de Shanghai, pero no pueden mantener el sistema de financiación como hasta ahora y pretender que mágicamente algunas de ellas mejoren sus registros en los porcentajes señalados. Y, por último, exigencia; nuestra universidad, por centrar el asunto en lo más cercano, tendría que incrementar un 60% su rendimiento por profesor (Barcelona, un 40%), ¿podemos? O mejor, ¿queremos?

Lo cierto es que los objetivos de la universidad española han tendido históricamente en otra dirección, a la docencia, a la integración social (matrículas subvencionadas, becas), y se ha aprovechado, si se quiere de forma involuntaria, de la aspiración inextinguible de todas las familia españolas de que sus hijos colgaran un diploma universitario en la pared. Además, parece que no corren buenos vientos para cambiar ahora su orientación o sus objetivos, más bien al contrario, visto el escaso aprecio que se tiene actualmente por ideas como esfuerzo, elite intelectual... que se traducen en las manifestaciones anti reválida, las quejas sobre los deberes... que hemos visto estos días y que afectan a los niveles medios de la enseñanza, pero también al malestar y el runrún constante contra los sistemas de evaluación externa que se escuchan entre el profesorado universitario.

En el fondo, no queremos un yate, preferimos un amigo que nos lleve en el suyo, aunque eso sí, seguirán nuestros políticos y tertulianos llorando lagrimas de cocodrilo por la ausencia de España entre la cien mejores universidades del mundo y acusando rutinariamente de ser culpable de ello al partido en el gobierno.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios