Tribuna

josé maría rueda Gómez

Miembro del Comité Federal del PSOE

Una agenda política para Europa

Europa fue capaz de poner fin a sus enfrentamientos y construir un espacio de paz, sin dejar de reconocer que la integración se hizo mediante acuerdos entre las élites políticas nacionales

Una agenda política para Europa Una agenda política para Europa

Una agenda política para Europa / rosell

Convencido de la necesidad de trasladar la importancia de las elecciones europeas (no son las únicas, es cierto) del próximo 26 de mayo, he de comenzar señalando que el espíritu europeo o el europeísmo han sido y son un activo fundamental de la política española desde siempre. Europa era la solución para nuestros regeneradores de principios del siglo pasado; las fuerzas democráticas de oposición al franquismo siempre miraron a Europa; la integración europea fue objetivo fundamental de la Transición hasta el gran impulso que supuso nuestra adhesión en 1986 con el Gobierno de Felipe González. Y desde entonces, la cohesión y fortaleza de las instituciones europeas ha constituido el mejor horizonte de futuro para nuestro país.

De cara a la cita electoral próxima, Europa ha de seguir siendo la gran prioridad y el mejor instrumento para nuestra proyección política. España forma parte, hoy, del grupo motor europeo junto a Alemania y Francia, liderando las grandes iniciativas políticas y sociales, de las que el seguro europeo de desempleo es el mejor ejemplo. E impulsa decisivamente el papel del sur europeo, aprovechando la coincidencia política con nuestra vecina Portugal. El gran objetivo debe ser proteger la idea de la unión de Europa, que supone proteger la ciudadanía, el bienestar, la paz y la seguridad en el espacio común, además de afrontar los retos del siglo XXI, tanto sociales, como ambientales y tecnológicos.

El programa marco socialista ofrece tres grandes frentes. El político, que abarca el freno a la desigualdad y la protección de los sectores más vulnerables, junto al empleo de calidad y la transición ecológica. El institucional, empeñado en más democracia, más eficacia y, sobre todo, más cercanía de las instituciones comunitarias. Y el ciudadano, que pretende reforzar, a través de la educación y la cultura, el sentimiento de pertenencia al espacio más libre, más democrático y más solidario del mundo actual, con todos sus defectos, que no deben ocultarse.

Y los ofrece sobre la base de una idea matriz: que la Unión Europea es la respuesta política más elaborada y positiva que se haya creado. Europa fue capaz de poner fin a sus enfrentamientos y construir un espacio de paz y estabilidad, sin dejar de reconocer que, históricamente, la integración europea se hizo mediante acuerdos entre las élites políticas nacionales, con el "consenso permisivo", por decirlo así, de la ciudadanía. La situación actual es bien diferente. Según el último Eurobarómetro, el 68% de la población europea (75% en España) considera que la pertenencia a la UE es positiva para su país, pero también afirma que el 50% de la población muestra insatisfacción ante la dirección que está tomando Europa. Renovar esa confianza es clave para el proyecto europeo.

Por eso, la agenda política socialdemócrata para Europa parte de la consecución del crecimiento económico, la estabilidad y el empleo de calidad como pilares básicos, a los que se une la lucha por la igualdad en todas sus facetas, fundamentalmente la igualdad de género. Incluye nítidas referencias a la autonomía estratégica de Europa como espacio político, en materia de defensa y seguridad común, y también como un espacio político privilegiado dentro del Planeta para acometer la transición ecológica y la lucha contra el cambio climático. Defiende una política europea inclusiva en referencia a la inmigración y al derecho de asilo.

Agenda que reconoce carencias evidentes en el aspecto social, de ahí que tienda a una unión social y a una nueva fiscalidad global que incluya cambios legislativos, sobre los que construir una globalización regulada, que no deje todo en manos del mercado. Ésta es quizás la principal crítica (y con toda razón) que se hace, hoy en día, al proyecto europeo, que haya abandonado a su suerte a millones de "perdedores" de la globalización. Por eso se hace especial hincapié en regular la misma, penalizando, por ejemplo, las importaciones de empresas que producen en territorios con legislaciones laxas en materia social y ambiental. O incorporando una regulación del comercio basada en principios de justicia, que considera el multilateralismo como la mejor opción para beneficiar al espectro más amplio de ciudadanos, situando los derechos humanos y sociales y la protección de los servicios públicos en el centro de toda la política comercial.

La Unión Europea del presente y del futuro ha de exportar bienes y servicios, pero también valores, preservando con rotundidad sus estándares sociales, laborales y ambientales, en negociaciones transparentes, públicas y publicadas, en las que las pequeñas y medianas empresas sean un factor clave. Es un mensaje potente que ha de hacerse creíble de cara a la cita del 26 de mayo y a la agenda política que le siga.

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