Tribuna

juan carlos rodríguez ibarra

Ex presidente de la Junta de Extremadura

¿Hay alguien que quiera escucharme?

¿Hay alguien que quiera escucharme? ¿Hay alguien que quiera escucharme?

¿Hay alguien que quiera escucharme? / rosell

Resulta difícil aceptar la situación que semana a semana se presenta ante nuestros atónitos ojos. La matanza de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas sigue ocupando páginas y páginas de los medios de comunicación social sin que parezca que el triste y desgraciado fenómeno tienda a desaparecer o por lo menos a rebajar su intensidad. Artículos y opiniones tratan de explicar las causas que aparentemente contribuyen al asesinato semanal, a la violación o a las agresiones grupales a mujeres.

Se han modificado leyes, se han intensificado las medidas de apoyo, se han mejorado las herramientas de auxilio y, anualmente, seguimos soportando la cifra de más de cincuenta mujeres asesinadas por su condición de mujer. Se pone de manifiesto que solo la Ley y la Justicia no pueden luchar contra el que piensa que su pareja es su propiedad y que le asiste el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de la mujer. Siendo esto así, a nadie se le ocurriría la barbaridad de proponer que olvidemos el Código Penal para estos casos y tratemos de encontrar una solución que satisfaga a las partes.

El delincuente debe pagar con la mayor dureza que las leyes decidan y, además, la sociedad y sus representantes tendremos la obligación de pensar que solo los minutos de silencio en repudio de los asesinos machistas no ayudan a terminar con esta tremenda cacería que cada año arroja una cifra de asesinadas equivalente a la de años anteriores. En algunos de esos actos se ven pancartas en las que se reclama la educación como instrumento fundamental para equiparar en derechos a mujeres con hombres.

Efectivamente, no hay otra solución que no pase por la educación. Pero la educación, en este caso, no debe ser una asignatura más de las muchas que los centros educativos imparten para que los alumnos salgan con una cultura general que les permita sentirse ciudadanos protegidos por una Constitución. No porque se estudie en escuelas e institutos, durante quince años, Lengua Española, Matemáticas, Física, Ciencias de la Naturaleza, etc., salen los alumnos siendo filólogos, matemáticos, físicos o científicos. Ni tampoco salen sabiendo hablar una lengua extranjera si solo se les enseña la gramática por la que se rige esa lengua. Un alumno saldrá de sus estudios de bachillerato sabiendo hablar inglés si ha practicado ese idioma de la misma forma que practicó su lengua materna.

Pues de igual manera, he escrito en varias ocasiones, sin que nadie me haya hecho el menor caso, que la violencia de género no puede desaparecer si en la escuela y en los institutos se estudia solo como parte de una asignatura más. Para salir del ciclo formativo con una idea reforzada sobre la igualdad de género y sobre la indecencia que significa maltratar al prójimo o matarlo si lo consideramos débil y de nuestra propiedad, es necesario que nuestros colegiales no aprendan solo la teoría, sino que se conciencien mediante el debate, el ejemplo y la reflexión de la necesidad de respetar a los demás, incluida la pareja con la que se comparte tiempo, amor y afecto. Y es por eso por lo que propongo, una vez más, que en todos los centros escolares sea obligatorio que una vez al trimestre, se suspenda su actividad cotidiana y se ceda el control del mismo a los alumnos para que organicen todo tipo de actividades relacionadas con la igualdad de género y con el respeto a las mujeres. Con ayuda de la comunidad educativa, serán los propios alumnos los que organicen debates, charlas, obras de teatro, videos y películas, testimonios de victimas, comparecencias policiales y de jueces y fiscales para que den testimonio de qué pasa y por qué pasan las cosas terribles que llevan a un hombre a matar a una mujer.

Son muchos los Ayuntamientos que señalan un día que llaman La noche en blanco en la que se abren espacios, se amplían horarios y se peatonalizan calles para que los ciudadanos se familiaricen con las raíces y la cultura de sus pueblos. ¿Por qué nadie se atreve a organizar en cada centro escolar y trimestralmente un día que pudiera conocerse como La escuela en blanco para que alumnos y alumnas organicen todo tipo de actividades que les conduzcan no solo a conocer la teoría sobre la igualdad de genero, sino a convertirlos en activistas de la no violencia de genero y de la igualdad entre hombres y mujeres. Estoy por asegurar que si tres veces al año, durante quince años, se hiciera ese tipo de práctica, los alumnos saldrían de sus centros educativos a los dieciocho años con una mentalidad radicalmente diferente de la que hoy nos indican los sondeos, que siguen arrojando datos alarmantes sobre el comportamiento de los adolescentes en relación con sus parejas y compañeras.

Si se da por seguro que en los centros escolares de zonas independentistas el sistema educativo ha contribuido a convertir en independentistas a sus alumnos, ¿cómo ese mismo sistema no va a ser capaz de convertir en persona al que lleve camino de convertirse en un peligroso animal machista?

¿A qué se espera para hacer algo más?

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