Tribuna

salvador moreno peralta

Arquitecto

El callejero versátil

De hacer justicia a nuestros caídos silenciados en las cunetas se ha pasado a un juicio sumarísimo a la historia, ganando guerras en los callejeros de nuestras ciudades

El callejero versátil El callejero versátil

El callejero versátil / rosell

El ex presidente Zapatero no afronta el veredicto de la historia con buenas perspectivas porque sus aciertos en la protección de las minorías, los débiles y los injustamente tratados por unos hábitos sociales que parecían inamovibles, serán silenciados por su irresponsable actitud ante la crisis económica y una preocupante forma naïve de interpretar sistemáticamente la realidad. El sentido moral de los españoles siempre ha sido más proclive a perdonar al sinvergüenza que al ingenuo. Hasta aquí cosa sabida.

Pocos dudan ya que la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica se desvió de su irreprochable justificación de principios porque, al promulgarse lo suficientemente tarde como para que la hubieran desarrollado los que tenían un sentido muy prudente de la Transición, cayó en manos de la generación del relevo que, como todo el mundo sabe, justifica su existencia en cargarse todo lo que realizó la anterior, no importa la magnitud -o fragilidad- de sus logros. Los destrozos del relevo no tienen por qué ser dramáticos si realmente se trata de adaptar nuestras normas de convivencia a los cambios de la sociedad sobre el flujo constante de una historia común que circula como una corriente subterránea. El problema surge cuando en el relevo generacional no hay reglas del juego porque ese flujo subterráneo ya no existe. Nuestros padres y nosotros podíamos discrepar violentamente de política, pero nos encontrábamos en Baroja, Galdós, Suspiros de España y los héroes de Trafalgar. Hoy lo que hay entre generaciones no es un solape sino un abismo. Del solape salían acuerdos; del abismo en el que se ha roto la continuidad histórica sólo está el vacío, a menos que construyamos unos puentes de los que nadie sabe dónde colocar sus estribos.

La falta de conocimiento de nuestra historia, el desprecio al latín, a las humanidades y a la non nata Ley de Educación para la Ciudadanía es una verdadera tragedia social que va a marcar para siempre a dos o tres generaciones de españoles. Quizás exageremos pero al menos convendrán conmigo en que este estragado panorama socioeducativo era el terreno abonado -o minado- para la aplicación sesgada de la Ley de la Memoria Histórica. Expertos nacionales y extranjeros, invocando los ejemplos de Alemania, Italia, Chile y otros algo menos notorios, consideraban que la superación definitiva de la Guerra Civil necesitaba el inevitable conjuro de exhumar a los vilmente asesinados en la larga y cruel posguerra. Pero, ay, ni estos expertos leyeron a Marañón -para quien una guerra civil duraba cien años- ni contaban con la presente generación de españoles sometidos al holocausto educativo. De ahí que de hacer justicia a nuestros caídos silenciados en las cunetas se haya pasado a un juicio sumarísimo a la historia de España, ganando guerras a troche y moche en los callejeros de nuestras ciudades, cazando fascistas de oído, retirando placas y honores, no sólo a personas de nombradía, sino a cualquiera que hubiera cometido el error de haber nacido antes de 1975.

España es un volcán adormecido que de vez en cuando eyecta una incandescente lava de ignorancia. Pero las más de las veces, y a pesar de su inestabilidad política, los personajes públicos habrán podido ser de derechas o de izquierdas, provechosos o inútiles… pero son la historia, parte de ella estampada silenciosamente en el callejero de las ciudades. Claro que a nadie se le ocurriría dedicarle una calle a Hitler, ni a Vlad el sanguinario inspirador de Drácula, ni al fantoche de Queipo de Llano…. por más que Madrid tenga un precioso monumento nada menos que al Ángel Caído, o sea, al diablo. Pero la caza de fachas que iniciaron concejales de ayuntamientos que no distinguen al Cid Campeador de Conan el Bárbaro llevó nada menos que a proponer retirar su placa a los franquistas Machado, Goya o Calderón. Mercedes Fórmica todavía está esperando la reposición de su busto en Cádiz. Hoy día, pues, es muy difícil dedicar una calle a un personaje histórico porque siempre tendrá unas aristas personales que ofenden a un bando. Y así, repasando el otro día la obra de la gran escultora ceutí Elena Laverón, pude ver que sus obras urbanas llevaban una inmaculada titulación que las ponía a salvo de inquisidores: Monumento al Donante, plaza de la Solidaridad, Monumento al Voluntariado… Hace unos días, a instancias de un concejal de izquierdas, la plazuela malagueña que en un momento de éxtasis local dedicaron al Jeque qatarí propietario del club de fútbol, ahora, vistos los malos resultados del equipo, se va a llamar Glorieta de la Afición Malaguista. La lápida podría rememorar la vibrante oda de Bernardo López García al Dos de Mayo: "Oigo, patria tu afición", aunque para no resultar ofensivo, mejor será cambiar patria por grada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios