Tribuna

Francisco Núñez Roldán

Escritor

La insidia de Julio Llamazares

Resulta que los votantes de Vox abundan en los barrios que deben andar amueblados con mejores bibliotecas y tienen sin duda un más alto nivel cultural

La insidia de Julio Llamazares La insidia de Julio Llamazares

La insidia de Julio Llamazares / rosell

Uno de los medios más perversos de hacer política, de hacer cualquier cosa, es pretender sacar una ley general de una anécdota, para luego aplicar esa ley, claro está, a lo que más conviene. Lo practica muchísima gente, no crean. Y encima, pretendiendo no decir nada.

No he leído ninguna novela de Julio Llamazares, pero sí he dado con un reciente artículo suyo en el diario El País en el que, a tenor del triunfo de Vox en El Ejido, concluye que es lógica la victoria de un partido ultramontano en un lugar ayuno de librerías, cosa que, al parecer, ni siquiera es así. Pero lo interesante es lo que comento al principio. Construir un silogismo desde un caso particular. El Ejido no lee, El Ejido vota a Vox, luego todo el que vota a Vox es un tarugo ignaro. Sencillo, ¿verdad? Encima, comienza su lerdo dicterio en la más típica forma cobardona y miserable. "Quizá no tenga que ver, pero es un dato…" como cuando alguien quiere meter el estilete y a la vez excusarse. Lo de "a mí no es que me importe, pero…" o "yo no quiero decir nada pero…". Y a renglón seguido va la dentellada o la coz.

Si el escritor leonés hubiese tenido un poco más de perspicacia, datos y sobre todo honradez, quizá su escrito habría sido menos mendaz e insultante. Les digo por qué. Pero antes han de irse a la información de las elecciones, digamos en la ciudad de Sevilla, con unos cientos de miles de habitantes más que El Ejido. Resulta que los votantes de Vox abundan en los barrios que deben andar amueblados con mejores bibliotecas y tienen sin duda un más alto nivel cultural, y viceversa. Por el contrario, los lugares que han votado a las opciones que debe de defender Llamazares y sus muchachos son zonas probablemente con menos nivel de lectura y, desde luego, con muchas menos librerías por habitante. Quizá no tenga que ver, pero es un dato. Compruébenlo.

Más aún, y no se ofendan los gaditanos, pero resulta que los podemitas han conseguido en la provincia Cádiz los mejores resultados de toda Andalucía. Quizá tampoco tenga que ver, pero también es un dato. Y viene a suceder que -desgraciadamente, y es comprobable- esa simpática y bella geografía tiene el nivel de lectura y de librerías más bajo de toda Andalucía. Pregúntenle a cualquier editor. Yo lo he hecho. Y conozco muy bien el popularísimo barrio de la Viña de la capital gaditana, donde más votos ha obtenido la vocinglera Teresa Rodríguez. Librerías, ni una.

Quizá tampoco tenga que ver, pero es un amplio e interesante dato histórico. Y es que en la Revolución Francesa, las zonas más lectoras -París y las ciudades, por ejemplo- estaban del lado del cambio, mientras que las rurales y menos ilustradas, sobre todo la costa oeste francesa, se resistieron incluso con las armas a los nuevos tiempos.

Tampoco quizá tenga que ver, pero es otro interesante dato. Y es que en 1931, las grandes urbes españolas, a las que se les supone más lecturas, votaron por la República, que en aquel momento era lo progresivo. Quiero decir con esto que el voto de los sectores más leídos de la sociedad suele ser el que indica lo más avanzado, independientemente del nombre o las siglas que tenga, por paradójico que esto parezca. El voto de los barrios menos lectores es comprensiblemente menos creativo, por más que pueda y suela ser más reivindicativo y quejoso. Y no me llamen clasista, por favor. Repásense la distribución del último recuento por barriadas y pueblos andaluces.

Pero…, ¿se imagina el lector que en cualquier diario que no fuese El País hubiese aparecido un artículo señalando las coincidencias que acabo de indicar en Sevilla y en Cádiz? Y estoy hablando de cientos de miles de votos. Un muestreo del que quizá sí podrían sacarse conclusiones algo objetivas. De haber existido ese malvado texto, no vean los dicterios que el podemismo y el régimen aún imperante hubiesen lanzado contra el autor, estigmatizándolo como racista, clasista, reaccionario y, por supuesto, con el gran mantra hueco utilizado para descalificar a cualquier rival político de la izquierda: facha.

Con artículos como el de Llamazares se construye un periodismo rastrero y vejatorio. Pero lo peor no es eso. Lo peor, como cualquier buena difamación que se precie, es que sus excusadas conclusiones son rematadamente falsas.

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