Tribuna

Carlos González de Escalada

Doctor en Ciencias Sociales y director general de SAMU

Un mando único para un objetivo único

La designación de un mando único es la aplicación de una medida para alcanzar un objetivo único de manera más rápida y más eficiente, no es un fin en sí mismo

Un mando único para un objetivo único Un mando único para un objetivo único

Un mando único para un objetivo único / rosell

Samu llevaba tres décadas enseñando técnicas de gestión de crisis en el ámbito médico-sanitario sin que la sociedad entendiera muy bien para qué servía aquello. También llevábamos otro tanto enseñando cómo ejercer la función sanitaria en un entorno de riesgo biológico y tampoco aquí fuimos profetas en nuestra tierra.

Diez meses después de la irrupción del coronavirus, ya hemos realizado innumerables acciones de asistencia médica y de formación en España, Marruecos, El Salvador y Honduras. Casi un año después, de los 250 sanitarios que Samu ha tenido en primera línea, ninguno se ha contagiado en el ejercicio de sus funciones. ¿Un milagro? Ni muchos menos, es técnica bien enseñada y bien aprendida.

Si la actuación ante calamidades colectivas es el penúltimo reto en dificultad para los servicios de salud, la gestión de calamidades colectivas en un entorno contaminado es el de máxima complejidad. Por eso hay que formarse tanto, porque a los procedimientos de sanitarios se suman los de atención de múltiples víctimas y los de riesgo NRBQ (nucleares, radiológicos, químicos o bilógicos). Una actuación así no se improvisa; también la gestión de crisis tiene su técnica.

En los últimos tiempos, nos preguntan mucho sobre la necesidad o no de contar con un mando único. Creo que aquí el debate está distorsionado, porque lo que tiene que haber es un objetivo único. La designación de un mando único es la aplicación de una medida para alcanzar un objetivo único de manera más rápida y más eficiente, no es un fin en sí mismo. Un mando único que no conozca las técnicas de gestión de crisis, sencillamente no sabe bien cómo actuar porque nadie se lo enseñado.

Ante un accidente multitudinario se produce una desproporción aguda e inmediata entre necesidades y recursos, La crisis conlleva sufrimiento, incertidumbre y caos. La actuación en un entorno desorganizado donde tanto el líder como los intervinientes tienen que ser fuente de mitigación y esperanza.

Ante las calamidades ordinarias, el objetivo único se hace obvio: rescatar a las personas, paliar los daños y restaurar el orden. De forma intuitiva, los voluntarios, servicios de emergencias y fuerzas del orden se aplican a ello. Estas crisis locales sí son habituales para nosotros. Toman la forma de inundaciones, incendio o accidentes colectivos. Para estos casos, el Gobierno se ha dotado de una herramienta muy eficaz: la Unidad Militar de Emergencias, mandada por un teniente general. La UME cuenta con un mando único, pero ello no menoscaba que su estructura conlleva un orden jerárquico, delegación de manos subordinados y descentralización.

El objetivo único que tiene hoy España es derrotar al coronavirus cuanto antes. Para eso, es imprescindible que exista un único dirigente que tome las grandes decisiones, cuya ejecución deberá concretarse en una planificación subordinada de obligado cumplimiento para todas las administraciones y los administrados. Produce zozobra constatar que existen 19 criterios diferentes para combatir la pandemia o que la situación de excepcionalidad se utiliza para obtener réditos partidistas.

El debate de quién manda qué o quién manda sobre qué debilita el objetivo único de derrotar al virus. El que tiene que mandar es el presidente del Gobierno. La gestión de crisis conlleva la toma de decisiones difíciles al establecer prioridades donde siempre habrá daños colaterales. Cuando existe una gran desviación entre lo que se necesita y lo que se tiene, alguien quedará perjudicado en pos de un bien superior. Lo estamos viendo con las vacunas del Covid-19; ante su escasez tendrán prioridad los grupos de mayor riesgo y estaremos más expuestos todos los demás.

Las decisiones más urgentes en este momento son adquirir un mayor número de vacunas fuera del circuito de la Unión Europea (Israel es un ejemplo) y conseguir que la red de puntos de vacunación sea lo más extensa posible. Cualquier otra consideración fortalece al enemigo.

Además del debate del mando único, surge el debate de quién debe intervenir. Se ha hablado de la necesidad de implicar a las clínicas privadas, a las Fuerzas Armadas, a las farmacias o a las mutuas. Este debate también hace daño.

Si el objetivo único de España es derrotar al virus, todas las fuerzas materiales y morales del país se deben poner al servicio de esta causa. Cada español tiene el deber prioritario de luchar contra la pandemia, tanto de manera institucional como individual. Sin fisuras, todos a una, cada uno desde su puesto.

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