Tribuna

Juan Ignacio de Arcos

Director de Programas Ejecutivos de Big Data & Business Analytics de EOI

¿Los móviles buenos van al cielo?

Alguno se ha dedicado a fundar un movimiento religioso, 'Way Of The Future', con la idea de adorar a esa futura deidad basada en la inteligencia artificial

¿Los móviles buenos van al cielo? ¿Los móviles buenos van al cielo?

¿Los móviles buenos van al cielo? / rosell

Yo: Siri¿crees en Dios? Siri: Mi política me obliga a separar el espíritu del silicio.Yo: Siri, insisto, ¿crees en Dios? Siri: Te pediría que le comentaras tus dudas espirituales a alguien más cualificado. Idealmente, a un ser humano.

Sí, literalmente es lo que me contestó ayer al preguntarle. No está mal. Tampoco es sencillo recibir respuestas muy espirituales de un asistente personal como Siri, aunque le dotemos de una sugerente voz femenina. Al fin y al cabo, Siri no es más que un agente de inteligencia artificial, eso que está tan de moda ahora y que está revolucionando nuestras vidas. En un mismo dispositivo móvil podemos encontrar muchas aplicaciones que utilizan inteligencia artificial que nos asesoran, nos avisan, se adelantan a nuestros anhelos, ayudan a planificarnos; en definitiva, hace nuestra vida más sencilla. La contrapartida es que cada vez saben más de nosotros. A medida que vamos utilizando estas herramientas más y más, los algoritmos y los modelos que se derivan de ellos se van enriqueciendo en sus decisiones, haciéndolas más certeras, evitándonos el pensar y, como avisa Harari en su último libro, llegará un momento en el que nos conozca mejor que nosotros mismos. Entonces será el fin. Ya no decidiremos nosotros. Decidirán por nosotros.

Porque estos agentes de inteligencia artificial son muy buenos en un determinado campo. Por ejemplo, saben jugar al ajedrez, componen música, traducen idiomas, crean películas o conducen vehículos. También son capaces de volar de forma autónoma, seleccionar un blanco y tomar la decisión de eliminarlo. Progresivamente, tal como advierte Nick Bostrom, esta inteligencia será más general, capaz de desarrollar capacidades muy similares a las del homo sapiens y este conocimiento le permitiría progresar hasta traspasar cierto umbral en donde se dispararía hasta llegar a la superinteligencia.

Otros importantes personajes, influidos por el propio Bostrom, se han sumado a la alarma sobre este futuro incierto de la humanidad (Gates, Musk, Hawking...), incluso alguno se ha dedicado a fundar un movimiento religioso, Way Of The Future, con la idea de adorar a esa futura deidad basada en la inteligencia artificial. Se trataría de suavizar la inquietante transición de trasladar el liderazgo de la humanidad a una máquina mucho más inteligente que nosotros.

Pero no debemos confundir inteligencia con conciencia, sentimientos o emociones. Una superinteligencia sería incapaz de desarrollarlos. Si así lo hiciera, habría pasado el test de Turing, por cierto. Precisamente, el matemático inglés en su artículo de 1950 Computing Machinery and Intelligence cuestionaba las máquinas pensantes, como se denominaban entonces, pues el pensamiento sería una capacidad de los seres con alma, no de los animales y, mucho menos, de las máquinas.

Todos entendemos el concepto de alma, pero es un poco más difícil explicarla. Sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos, según las religiones. Lo que da vida a nuestro cuerpo, según Sócrates. La actividad propia de nuestro cerebro, dicen los más cercanos a la ciencia. Como la conciencia, lo que nos mueve como humanidad hacia fines esencialmente positivos para la colectividad. Lo que nos hace responder cuestiones como: ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Por qué soy así?.

Está demostrado que nuestros pensamientos, decisiones o comportamientos están mediatizados por las señales percibidas mediante nuestros sentidos. Pero la duda surge porque esto es también programable y manifestable en un robot. Actualmente hay sistemas de IA capaces de detectar y emular signos empáticos con resultados sorprendentes. De hecho, denota empatía el que por la mañana el asistente de mi móvil me avise de que tengo que darme un poco más de prisa porque hay atasco en la SE-30 y voy a llegar tarde a mi cita.

Si esto es así, modelos de inteligencia artificial convenientemente entrenados con reacciones humanas serían capaces de mostrar emociones y hasta sentimientos como euforia, amor o admiración. Además dado que se entrenarían con nuestros propios datos, resultarían similares a nuestro proceder. Si soy generoso, nuestro móvil se encargaría de hacer una transferencia periódica a Caritas sin consultar. Si fuera, sin embargo, goloso, se atiborraría cargando la batería al 120% sin decirme nada.

He cambiado de móvil y pensaba llevar el antiguo al Punto Limpio. La verdad es que se portó muy bien. Creo que se merece un buen entierro. Probablemente, en la esquina floreada de mi jardín. Y quizá, más adelante, cuando mi alma suba al cielo, me lo encuentre allá. Sin problemas de batería. Con ancho de banda infinito. Será maravilloso.

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