Tribuna

Federico Soriguer

Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias

Los nuevos oráculos

España tiene un serio problema con la ciencia. No es el menor la utilización que ahora muchos en su nombre pretenden hacer de ella. Platón hubiera firmado este documento encantado

Los nuevos oráculos Los nuevos oráculos

Los nuevos oráculos / rosell

Hace unos días, apareció en la prensa un manifiesto firmado por 55 sociedades científicas, dirigido a la clase política, titulado: En salud, ustedes mandan, pero no saben. Una de las novedades que ha traído la pandemia al escenario social español es la presencia pública y ubicua de los científicos. Al comienzo fue como un soplo de aire fresco. ¿Dónde estaban metidos antes, parecían decir los ciudadanos? Hablaban cuando se les preguntaba y solo de lo que conocían. Pero el marco de referencia no perdona. El mismo marco que había conseguido mediatizar la política en muy poco tiempo ha conseguido también mediatizar la ciencia. Algunos científicos estarán contentos. Pero tal vez sea sólo una victoria pírrica.

Es lo que podría ocurrir con estos manifiestos. El último de ellos aquí comentado, dice representar a 170.000 profesionales sanitarios (algunas en mi nombre pues son sociedades científicas a las que pertenezco). Un documento tan bien intencionado como mal escrito y argumentado, ya desde el título mismo, pues parecen apropiarse de la salud, por el hecho de tener unos determinados conocimientos que niegan a todos los demás. Esto es algo insólito y más propio de otra época en la que los médicos y la medicina tenían un enorme poder moral basado en su auctoritas pero poca o ninguna responsabilidad jurídica. Sería muy curioso preguntar a estos 170.000 sanitarios en cuyo nombre hablan, qué entienden por salud, un concepto nada técnico, sino sociológico, histórico, es decir político.

A lo largo del decálogo, los firmantes exigen a los políticos que dejen de discutir y tomen decisiones exclusivamente (sic) basadas en criterios científicos. Esto es más sorprendente aún y por muchos motivos. El primero porque muchas de las sociedades firmantes aunque se justifican por su condición de científicas, generan muy poca ciencia. Pero también porque no parecen conocer bien la antinomia que existe entre la lógica científica y la política ya que al pedir que los políticos tomen decisiones basadas en los conocimientos científicos lo que están pidiendo no es que la política se haga científica sino que la ciencia se politice. Desde luego el comportamiento de los políticos ante esta crisis no es precisamente ejemplar y este artículo no pretende justificarles, pero lo único que faltaba es la politización de la ciencia. La política no es una disciplina científica.

De todos los retos del ser humano, probablemente el más complejo es el que asumen los políticos cuando intentan gobernar el mundo. Si la política se pudiera reducir a la lógica científica sería mucho más fácil encontrar soluciones. Los científicos tienen la enorme ventaja de que en sus preguntas caben todas las dudas y, sobre todo, además, porque disponen para responderlas de todo el tiempo del mundo. Incluso pueden permitirse el no encontrar ninguna respuesta. No es algo que le esté permitido a la política que no escoge nunca los escenarios y se ve impelida inexorablemente a la acción, esa misma acción que en el punto segundo con tanta seguridad los firmantes reclaman de los políticos. ¡Cómo si los políticos pudieran no actuar¡ Ya lo hacen sin que se lo pidan.

Reclaman en el punto 7 que sean las autoridades sanitarias, sin ninguna injerencia política, las que establezcan las prioridades, etc. ¿Quiénes son las autoridades sanitarias? Los ministros de sanidad, los consejeros, los delegados de salud, los gerentes, los jefes de servicio… Una autoridad sanitaria despolitizada sería como un cuerpo sin alma. Un zombi sanitario. Otra cosa es reclamar honestidad, sensatez, concordia, cordura, prudencia, a los políticos. La ingenuidad del manifiesto es probablemente el primer error del mismo. Pero lo más sorprendente es que en el punto 8 se atrevan a hablar en nombre de 47 millones de españoles. ¡Pero si los únicos que los representan, aunque los representen mal son precisamente esos políticos a los que denostan!

Es una pena que un documento de esta naturaleza caiga en este maniqueísmo que en nada contribuye a solucionar el grave problema por el que pasa nuestro país. Además de mal redactado es pretensioso, lo que le convierte ya de por sí en un documento escasamente convincente, como cuando utiliza la palabra evidencia (una traducción inadecuada del término evidence inglés) o en el último punto cuando los firmantes ofrecen a los políticos, de manera paternalista "nuestros conocimientos".

España tiene un serio problema con la ciencia. No es el menor la utilización que ahora muchos en su nombre pretenden hacer de ella. Platón desde luego hubiera firmado este documento encantado. Por eso sería recomendable que los firmantes leyeran el prologo de La Sociedad abierta y sus enemigos de Popper. Descubrirían a donde puede llevar una sociedad gobernada "por los mejores". En este caso por los científicos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios