Tribuna

Juan Fernández Bermúdez

Letrado

Los peligros del Ingreso Mínimo Vital

Una prestación como el Ingreso Mínimo Vital desincentiva de forma clara y evidente la búsqueda de trabajo. Lo más descabellado es otorgarle un carácter indefinido

Los peligros del Ingreso Mínimo Vital Los peligros del Ingreso Mínimo Vital

Los peligros del Ingreso Mínimo Vital / rosell

El Consejo de Ministros aprobó el 2 de marzo de 2018 encargar a la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), la realización de un estudio sobre prestaciones de ingresos mínimos. Transcurridos poco más de dos años, el pasado día 1 de julio de 2020, entró en vigor el Real Decreto Ley 20/2020, de 29 de mayo, por el que se establece el ingreso mínimo vital (IMV). Todos los partidos políticos aprobaron la misma por unanimidad, con alguna abstención.

La ley ha sido elevada a los altares por todos los políticos, los medios de comunicación, la Iglesia, los empresarios, los sindicatos. Un momento efusivo y sentimental ha estallado tras su publicación. Una oleada contra el materialismo egoísta nos invade.

Yo no niego -¿y quién fuera tan insensato que osara negarlo?- que la renta mínima tiene efectos positivos en cuanto da sensación de estabilidad, proporciona bienestar social y autoestima, y ayuda a paliar estigmas sociales. ¿Cómo despreciar su objetivo principal de reducción de la pobreza?

Pero entiendo que el IMV destruye el sistema contributivo de la Seguridad Social. Voy a servirme de varios ejemplos para aclarar mi idea.

Un ciudadano que haya cotizado al régimen especial de trabajadores autónomos, en calidad de administrador de una sociedad mercantil, durante 46 años, si decide seguir trabajando, tendrá derecho a la jubilación activa y el INSS le abonará una pensión de 432 euros mensuales.

Les pondré otro ejemplo, una limpiadora de 56 años afiliada al régimen general que tiene un accidente de trabajo. Por estas cosas de la subida del salario mínimo y la cotización a tiempo parcial, si se le reconoce una incapacidad permanente total por contingencia profesional, cobraría una pensión mensual de 440, 49 euros, en doce pagas al año, a ello se une que no tendría derecho a complementos por mínimos hasta los 60 años. En el régimen especial agrario, integrado en el régimen general, los trabajadores afiliados y en alta dejarán de pagar las pequeñas cuotas y solicitarán la renta mínima que les garantiza unos ingresos desde los 23 hasta los 65 años de 461, 50 euros mensuales y, a partir de los 65 años, pasarán a cobrar la pensión de jubilación no contributiva.

Una prestación como el IMV desincentiva de forma clara y evidente la búsqueda de trabajo. La Airef en su estudio advertía que "el número de unidades beneficiarias de las rentas mínimas no ha dejado de aumentar desde su puesto en marcha, más que duplicándose entre finales de 2007 y 2011 y con posteriores aumentos hasta alcanzar los 310.000 hogares en 2016".

Lo más descabellado es otorgarle un carácter indefinido.

La propia Airef nos ilustra sobre esta cuestión con datos científicos que nadie lee y que a nadie interesa, ya que hoy lo que predomina es la ideología sobre la ciencia, la creación de lenguajes diseñados para servir la causa de quienes detentan el poder -o aspiran a él-. Recuerda que uno de los principales determinantes de las reformas de las rentas mínimas en la Unión Europea es la continua presión para moderar los posibles procesos de cronicidad dentro de los programas y para incorporar elementos que favorezcan un mayor número de transiciones desde el cobro de la prestación hacia el mercado de trabajo.

Llegamos, por fin, después de larga y penosa caminata, a la conclusión que la renta mínima está plagada de buena fe e intenciones, pero la buena fe no basta para hacer una buena ley. Es menester, además, conocer la realidad cuantitativa y más la realidad de España es muy otra. No se trata de copiar leyes de otros países, de buenas intenciones políticas, embarradas casi siempre de populismo, sino de reconocer que somos un pueblo empresarialmente y presupuestariamente canijo, con mucho lastre en el lomo. La reforma que es grande para un país puede ser minúscula para otro.

También en Roma, en cuya historia encontramos siempre lecciones para todos los acontecimientos políticos, maestra política de todos los pueblos, desde la época de Augusto, los romanos, luego de haberse cansado de ser soldados, también se fatigaron de ser ciudadanos.

Como nos enseñó el magistral Ortega y Gasset: "No se puede acertar en política si no se conoce bien la psicología de la raza sobre que se actúa".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios