las claves

Complicado inicio de curso para Casado

  • El nuevo PP. Entre los ganadores hay quienes buscan con empeño la unidad y quienes intentan que los afines a Santamaría, y sobre todo ella, no accedan a un puesto acorde con su biografía

Complicado inicio de curso para Casado

Complicado inicio de curso para Casado / Toni Albir / Efe

No es noticia que María Dolores de Cospedal dimita como presidenta del PP de Castilla-La Mancha, era de dominio público que la ex secretaria general tiene otros proyectos en mente, probablemente ser cabeza de lista al Parlamento Europeo. Tampoco es noticia que Arriola deje de ser asesor del presidente del PP para asuntos demoscópicos y sociológicos, Arriola ya le había dicho a Rajoy tras las elecciones últimas que quería pasar página, pero el ex presidente le pidió que continuara. Tampoco debería ser noticia que Villalobos fuera relevada de la Diputación Permanente del Congreso, a tiempos nuevos nombres nuevos, pero cualquier cosa relacionada con Villalobos siempre se acaba convirtiendo en algo destacable por sus reacciones, siempre viscerales como mujer de carácter que es. Lo que sí es noticia, o debería serlo, es el ambiente seriamente enrarecido que se respira en el PP tras las vacaciones.

Vacaciones de las que no disfrutó Pablo Casado, que se ha pasado el verano trabajando por y desde el partido. Pero por mucha euforia que se advierta en algunos dirigentes, a nada que se rasque en la superficie aparece con toda su crudeza la realidad.

Un amigo de Soraya bien integrado en el nuevo PP dice, dolorido, que "la están echando"

Vencedores y vencidos

El entusiasmo con el que se vivió el resultado del congreso se difuminó en pocos días al comprobar que la deseada unidad -fue el grito más repetido, más incluso que el de "presidente"-- dejaba flecos fuera tan importantes a pesar de los esfuerzos de integración que de ninguna manera se podía presentar el PP como un partido sólido e inequívocamente unido. Pero en el inicio de curso político con el pleno parlamentario del pasado jueves, lo que se visualizó con toda su crudeza fue que entre los ganadores hay quienes buscan de verdad y con empeño la unidad, a la que se ha puesto nombre, o nombres -Soraya y Fátima- y quienes buscan la manera de que de ninguna manera las personas afines a la ex vicepresidenta del Gobierno, y sobre todo la propia vicepresidenta, puedan acceder a un puesto mínimamente acorde con su biografía política, y hacen todos los esfuerzos posibles para desacreditarla.

Varios de sus afines, de acuerdo con Soraya, han aceptado los cargos que se les ofrecían solo y exclusivamente para que no se acusara a los sorayistas de romper el partido o de no aceptar el resultado congresual. Pero a algunos les ha costado mucho aceptarlo, entre otras razones porque han visto, como cualquiera que tenga ganas de ver, que la vicepresidenta está recibiendo un trato que hace muy difícil que se sienta cómoda en el partido. Personas de su entorno de siempre admiten abiertamente que "la están echando", y lo que hace falta saber es si la ex vicepresidenta va a aguantar que algunos -que no todos- la sigan tratando como la tratan.

Lo primero que te contaban el jueves algunos de los diputados del PP que quieren mandar a Soraya a las tinieblas era que la ex vicepresidenta no había querido acudir a la reunión del Grupo Parlamentario convocada a primera hora de esa mañana, y Fátima Báñez tampoco. No contaban que la tarde anterior se había producido una conversación telefónica muy cordial entre Soraya y la portavoz Dolors Montserrat para hablar sobre dónde quería situarse en el hemiciclo, lo que acordaron sin problema; cuando Montserrat le mencionó la reunión del Grupo le pidió Soraya que le permitiera no asistir porque tenía un compromiso familiar a primera hora, pero que desde luego sí estaría en el pleno. Como estuvo Báñez, que se enteró tarde de la reunión del grupo parlamentario.

Cuando llegó Soraya al Congreso, y lo pudo ver todo el mundo, recibió el saludo cariñoso de los portavoces de los otros partidos, en el pasillo unos mientras otros se acercaron a su escaño. No lo hizo Montserrat, aunque podría tener la excusa de que habían hablado el día anterior. Pero hubo más, y más grave: en los corrillos propios de esos inicios de temporada parlamentaria, no faltaron los comentarios insidiosos y falaces, por parte de algunos diputados del PP, sobre la vida personal de la ex vicepresidenta. Si han llegado a su oído, lo que posiblemente ha ocurrido, se comprende el comentario del amigo de Soraya perfectamente integrado en el nuevo PP que, dolorido, decía "la están echando".

Dijo el jueves la vicepresidenta, respondiendo a preguntas de los periodistas, que su futuro depende de la conversación que mantenga con Pablo Casado los próximos días. El nuevo presidente le ofrecerá algo, sin duda, pero que lo acepte dependerá de qué sea ese algo y con qué condiciones. Pero tendrá que reconocer Casado que no ha movido un dedo para impedir que Soraya y alguno más de su equipo más cercano se estén cargando de razones para buscar trabajo fuera del PP aunque deseen dedicarse de lleno al partido para ganar las próximas elecciones. Algunas de las situaciones que han vivido las últimas semanas han sido abiertamente humillantes. Y si los periodistas conocen perfectamente qué está ocurriendo y quién mueve los hilos para provocar que Soraya abandone la vida política, el presidente del PP con toda seguridad conoce también quién los mueve y por qué.

Discurso vibrante

El discurso que pronunció Pablo Casado en el Congreso del partido era el discurso que necesitaban los militantes y votantes del PP, vibrante, ilusionante, de unidad y de integración. Ganó limpia y abiertamente, aunque eso le obligó a pagar con cargos algunos de los apoyos recibidos. Se comprende y probablemente lo comprenden los que habían apostado por Soraya, y Soraya misma. Pero en la nueva Ejecutiva hay gente empeñada en que en el nuevo PP no tengan cabida determinadas personas, porque en el nuevo PP, como ocurría en el antiguo, tanto el de Rajoy como el de Aznar, las cuestiones personales, y hay que insistir en lo de personales, han sido determinantes a la hora de formar equipos, de prescindir de determinadas personases y de incorporar a otras.

Cualquiera que conozca bien el PP por dentro sabe que esas cuestiones personales han afectado el destino no ya de Soraya Sáenz de Santamaría, sino de gente que lleva años trabajando como secretarias, asesores y asistentes de dirigentes del partido. No han podido ser despedidos, pero sí degradados. Como ha ocurrido.

El PP de Pablo Casado, que es un político con buena madera a pesar de su corta trayectoria, es hoy un partido debilitado por sus problemas internos, por rivalidades propias de personas mediocres y por ambiciones personales que se anteponen al interés de sus siglas. Casado, si quiere, puesto que tiene madera y una cabeza política bien estructurada, puede poner orden y colocar al PP en una buena situación de cara a las sucesivas y próximas elecciones, las primeras de ellas las andaluzas. Pero como siga permitiendo las insidias internas -él, que además se siente víctima de una insidia promovida desde la oposición- no va a pasar a la historia como el presidente del PP que consigue convertirse en presidente del Gobierno.

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