Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

El patetismo final de Ciudadanos

Inés Arrimadas.

Inés Arrimadas. / Jesús Diges/EFE

EL secretario de Organización de Ciudadanos ha dimitido, y su efecto ha sido el mismo que la caída de una gota de agua en el agostado pantano de la Viñuela, tal es el deterioro final del partido naranja. Se llama Borja González, era policía nacional en el País Vasco, y estaba en el cargo desde que Fran Hervías, Señor Lobo, se marchó al PP a desmontar el partido que él había ayudado a construir. Todos los finales de los partidos se parecen. A medida que pierden dirigentes y militantes, se multiplican las facciones internas. Menguan entre fracturas hasta morir de la mano de un algoritmo previsible. Esto mismo se vivió en UPyD, el partido de Rosa Díez, y en el CDS, que fundó Adolfo Suárez y cayó en las manos de Mario Conde. Eduardo Punset fue uno de los críticos de aquellos años postreros del CDS, se dio de baja para fundar un engendro tan incomprensible como sus programas –Foro se llamaba–, que se definía como liberal, propugnaba listas abiertas, limitación de mandatos y reforma de la ley electoral. Sonaba bien, pura poesía, pero como sus peroratas científicas no tenía sustento alguno.Ciudadanos fue distinto, nació de un grupo de intelectuales comprometidos con España en Cataluña que escogieron a un líder al azar del alfabeto porque ninguno de ellos albergaba ansias de poder. Albert Rivera logró obtener 57 escaños en el Congreso de los Diputados, a sólo nueve del PP, pero cometió un error político mayúsculo: si se puede gobernar, hay que gobernar, y él podría haber sido vicepresidente en un Gobierno de Pedro Sánchez. Inés Arrimadas pecó de lo mismo, se marchó de Cataluña sin intentarlo, a pesar de haber sido la más votada en las elecciones.El comité de la refundación se agarra, como última esperanza, al ejemplo alemán, donde los liberales han vuelto para gobernar, junto a los socialdemócratas y verdes. No son tan delicados como los liberales españoles que ya son prisioneros de un proceso irreversible. Hay cuatro facciones: los de la refundación controlada, que dirige el malagueño Guillermo Díaz; los críticos de SomosCs, que son casi todos los demás y quieren una asamblea extraordinaria al estilo del congreso de UCD en Palma, más las dos nubes satelitales que rotan sobre Inés Arrimadas y Begoña Villacís. Lo estético es lo de Borja González y lo de Luis Garicano, dimitir y marchase en silencio para no caer en el patetismo que rodea estos instantes finales. Si alguien fuera un líder, negociaría una fusión ordenada en el PP y no se quedaría, como parece, hasta agotar la huchita de dinero que aún queda en Ciudadanos.

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