LOS NUEVOS DIRECTORES

Cine sin complejos

  • Los nuevos cineastas andaluces triunfan con producciones que no se pueden reunir bajo una misma etiqueta. Dos representantes de esta generación recuerdan sus inicios y cómo se ha transformado el sector en la última década

Hace unas semanas, a mitad del rodaje de After, la nueva película de Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971), el cineasta paró para tomarse unas cervezas con varios miembros de su equipo “por la salud del pasado”. Se cumplía justo una década del inicio del rodaje de El factor Pilgrim (2000), la cinta que sacó de los subterráneos el nombre de este joven director, uno de los exponentes de la nueva generación de realizadores y guionistas que están escribiendo las mejores páginas del cine andaluz.

Una década da para media docena de películas y algunos premios y nominaciones más. También para un cambio radical, el que ha experimentado el sector en Andalucía. “Hace diez años teníamos 18.000 euros para hacer El factor Pilgrim y ahora contamos con un presupuesto de 1.800.000 para After, el esfuerzo se ha multiplicado por cien y el entusiasmo y la libertad se mantienen igual de altos”, comenta Rodríguez, que admite sentirse algo presionado pues el éxito de su última película, 7 vírgenes, ha elevado las expectativas del público.

La ilusión fue la clave para que Javier Gutiérrez (Córdoba, 1973) siguiera apostando por el cine después de rodar su primer corto de ocho minutos, La cólera, con escasos medios y un coste de 60 euros, 10.000 de las antiguas pesetas. El trabajo fue más que rentable, gracias al dinero que obtuvo en certámenes provinciales a los que se presentó. Reinvirtió y volvió a la carga con WC, columna de aseo (2006), “cita que refleja un Madrid ciberpunk y friki”, comenta.

Si algo tienen en común Alberto Rodríguez y Javier Gutiérrez, al igual que el resto de los jóvenes cineastas, es que han nacido en Andalucía y, sobre todo, que nunca han perdido la fe. “Creíamos que podíamos hacer cosas y lo hemos demostrado”, comenta Rodríguez. Con creces. Pero, por lo general, no es suficiente si no hay una productora detrás que respalde el proyecto. De hecho, entre 7 vírgenes y el nuevo trabajo de Rodríguez han transcurrido cuatro años y dos proyectos se han quedado en el camino “por falta de suerte”.

Con respaldo, todo es más fácil. Santiago Amodeo (Sevilla, 1969) es consciente de lo difícil que resulta a los jóvenes directores triunfar en el mercado español frente a multinacionales y, por ello, agradece que su productor no le diera la espalda después de las pérdidas económicas que generó Astronautas (2003), su primera película en solitario después de codirigir tres con Alberto Rodríguez. Bancos (1999), El factor Pilgrim y, tras El traje (2002), llegó la hora de buscar su universo, el de Cabeza de perro (2006), un fantástico cuento urbano que se aleja del cine español tradicional.

En esta nueva andadura en solitario, Alberto Rodríguez ha apostado fuerte por el cine realista. Cada vez arriesga más. Su último trabajo es el más difícil, “porque se aleja del camino de la narración tradicional”. Un valor que se ha ido incrementando desde sus primeros proyectos en Cinexin, una buena plataforma de formación donde se unieron profesionales con ganas de hacer cine. En este colectivo participaron otros nombres del panorama actual, como el director de 15 días contigo (2005), Jesús Ponce (Sevilla, 1971) y otros profesionales que se movían entonces en el mundo de la televisión y que postproducían en vídeo. Es el caso de Chiqui Carabante (Málaga, 1967) que ya se había curtido como actor y director en numerosos montajes de teatro y la realización de cortos cuando encandiló a la crítica con Carlos contra el mundo (2002).

Seguir haciendo cine tras una ópera prima no es fácil. Pero directores como el cordobés  Javier Gutiérrez no pierden la esperanza y se atreve con la ciencia ficción, todo un reto. Acaba de tomar el relevo a Santi Amodeo y en unos días viajará a Helsinki para presentar su última película en el festival donde el año pasado se proyectó Cabeza de perro. Y de Finlandia a Estados Unidos, donde será testigo de la premiere de 3 días, en Los Ángeles. Tras su estreno en Berlín y su más que aceptable aceptación por parte del público español, la cinta podría ser una de las candidatas a los Goya.

El cine andaluz ha estado presente en las últimas convocatorias. En 2006 fueron tres las nominadas: además de 7 vírgenes, Habana Blues de Benito Zambrano y 20 centímetros de Ramón Salazar, que humanizó a ritmo de musical el drama de los transexuales. Este prometedor realizador nacido en Málaga despuntó con un cortometraje, Hongos (2000) ganó casi medio centenar de premios en el 2000 y dio a conocer a una gran promesa del cine español. Este éxito le permitió rodar Piedras (2002).

En muchas ocasiones, la oportunidad está fuera de España. Javier Gutiérrez lo sabe. “Brasil (2001), la historia de una retorcida venganza, fue candidata a mejor corto en el Festival de Sitges. Ahí estaba, un cortometraje de un cordobés en la sección oficial junto a otros de directores internacionales”, recuerda. Y ganó. Más allá de lo económico, la suerte de Gutiérrez fue ser invitado por los estudios Universal a conocer la industria en Los Ángeles.

Gutiérrez se atreve con el cine de corte fantástico. Y eso llama la atención, pues apenas hay precedentes: “¿Por qué no un filme con efectos especiales? A mí me gustaría que el público que entra en una sala a ver Iron man tuviera curiosidad por ver el trhiller español que hay al lado”. Ya hay una nueva hornada que está intentando eso.

Después de rodar Brasil, Gutiérrez se prometió que lo próximo sería un largometraje. Y esperó. Iba a ser en Estados Unidos, amparado por una productora en la que figuraba Brian de Palma, pero un día recibió una llamada de Antonio Pérez, el productor de Maestranza Films, y le informó de que, con Antonio Banderas, había ideado un proyecto: producir a un autor joven andaluz cada año. Él era el primero. No salió mal la jugada. Ahora, la productora negocia un remake americano con Universal, distribuidora de la cinta que recrea el fin del mundo. Para muchos cineastas andaluces no se acaba, acaba de empezar.

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