JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD. ESCRITOR

"Sanlúcar y el mar son lugares eminentes para pasar la vida"

José Manuel Caballero Bonald descubrió el mar en Sanlúcar. Allí veraneó esporádicamente con sus padres cuando era niño. “Descubrir el mar es algo muy importante en la biografía sentimental de una persona, así como el descubrimiento del mundo se verificó en Jerez, asomándome a las calles. Y el lugar donde se descubre el mundo ya es para siempre el compendio simbólico del mundo. Sin embargo, el mar es otra cosa”. Y a la vez que descubría el mar, descubría el Coto de Doñana. “Por eso, una de mis ilusiones era tener una casa desde la que se viera el Coto. Y desde ésta, desde mi estudio, se ve, aunque ahora hay árboles que me tapan un poco la vista”.

En la zona de Montijo, entre Chipiona y Sanlúcar, en el Camino de la Reyerta, Bonald comparte los veranos con su mujer, Pepa Remis. También se acercan sus hijos, “cinco o seis” (bromea el escritor, mientras su esposa asegura que son cinco), y sus nietos, que convierten la hermosa piscina del chalet “en una fábrica de gritos, pero me gusta verlos disfrutar”. Observar cada día el Coto y Sanlúcar es para Bonald “una recompensa”. “Siempre lo he dicho. El paisaje de Sanlúcar es cultural porque aquí está la historia vivamente reproducida en el propio entorno: de aquí salió Colón en su tercer viaje, de aquí salió Magallanes y volvió Elcano de circunvalar el mundo, aquí se armaron navíos para la conquista de Canarias y luego, el comercio con las Indias... Todo esto lo veo diariamente y frente a mi casa hay documentados casi 500 naufragios, galeones provenientes de América que se hundieron al entrar en la peligrosa barra de Sanlúcar”.

Y tras una larga interrupción de este veraneo familiar, Caballero Bonald regresó a Sanlúcar a los 30 años para buscar una casa. Primero tuvo un apartamento en la localidad, y luego la preciosa vivienda en Montijo. Es una playa solitaria, que tan sólo los domingos se puebla de visitantes accidentales. “No soy muy amante de la playa. Prefiero el mar, que para mí es una convivencia indispensable. Lo que ocurre en él, cuando se navega a vela, es muy distinto a todo lo que ocurre en tierra. Es un lugar eminente para pasar la vida”. Bonald vive la mitad del año en Montijo, desde el inicio de la primavera hasta el ocaso del verano. Los meses de frío son para Madrid. “En invierno esto es muy melancólico y el viento de Poniente me disgusta. Estoy buscando un ático en Cádiz porque la vista del mar me da tranquilidad y un estado de ánimo especial. Me gusta también la Bahía para ir de cuando en cuando. Me gusta el mar activo, donde haya barcos, con todos sus ruidos”.

La rutina diaria para Bonald se desarrolla sin planes. “Me levanto y me siento aquí, en el jardín, mi rincón favorito. A veces me baño en la piscina, pero muy poco. Suelo estar también en mi estudio, y me gusta arreglar cosas en el jardín, aunque ahora con la ciática menos”. El escritor jerezano prepara una nueva obra, con poemas inéditos, que verá la luz la próxima primavera, y se encarga de corregir también la biografía literaria de Madrid con numerosas fotos y un texto, en parte historia y en parte autobiografía, de su experiencia personal en Madrid desde los 50.

En Montijo Bonald trabaja a gusto, pero no hay diferencia con la labor que desarrolla en Madrid, donde también se puede “aislar”. “Yo no tengo disciplina para la literatura, trabajo cuando tengo ganas, en las horas más dispersas. No tengo planes, ni me embarco en trabajos a largo plazo, porque no tengo ni ánimo, ni ganas, ni tiempo. Lo que hago es poesía o corrección de textos ya preparados”. Y entre poemas, una copa de oloroso, amontillado o palo cortado, “los mejores vinos del mundo y se pueden tomar a cualquier hora. Saber beber es también una ciencia”.

Bonald no es amante de grandes reuniones y aunque está rodeado de amigos escritores que veranean en la zona, tan sólo de cuando en cuando sale a cenar a Bajo de Guía con alguno de ellos. “Donde haya más de tres poetas reunidos, ya me agobio”. E insiste en que su vida no está hecha sobre planes preconcebidos, “cada día procuro que sea distinto al anterior”.

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