PLAYAS

La historia en la arena

  • El litoral andaluz cuenta con cerca de 400 kilómetros de playas aisladas y vírgenes. Muchas de ellas fueron testigos de varias civilizaciones, batallas o estrategias militares que se desarrollaron en sus orillas.

En Andalucía existen playas para todos los gustos. Los bañistas pueden elegir a la carta su domingo playero. Por un lado está la playa urbanizada, de fácil acceso, numerosos servicios, con chiringuitos y donde no pueden faltar ni el bocadillo de patatas y ni el niño con la pelota. Por otro lado, 335 kilómetros del litoral andaluz son enclaves vírgenes de difícil acceso, zonas que esconden ciertas curiosidades y peculiaridades históricas.

Frente al avance del ladrillo y del cemento, imparable en el litoral andaluz en los últimos años, en Huelva existen algunos tramos vírgenes. Muy cerca de conocidas áreas urbanizadas, la propia naturaleza hace posible que aún sigan existiendo rincones lejos de la civilización. Es el caso de la playa de Los Enebrales, en cuyas dunas crecen enebros, una especie arbórea protegida y en peligro de extinción que impidió la construcción de un complejo hotelero. A pocos kilómetros se encuentra la playa de La Bota, en Punta Umbría, una orilla que pudo cambiar el rumbo de la Segunda Guerra Mundial a través de la Operación Mincemeat. En ella, los británicos abandonaron un cadáver vestido de oficial de la Armada Británica para engañar a los alemanes que habían descubiertos los planes secretos de los aliados. El cadáver, a quién se identificó más tarde como William Martin y que aún continúa enterrado en el cementerio de Huelva, portaba falsos documentos secretos que anunciaban la intención de los aliados de invadir los Balcanes y Cerdeña en lugar de Sicilia, el objetivo real.

En la playa de la Torre del Loro se halla una vigía del siglo XVI del mismo nombre que fue levantada ante los ataques bereberiscos. Derruido en la misma playa, esta torre guarda una peculiaridad geográfica: al mismo tiempo que el bañista la rodea, éste pasa del término municipal de Palos de la Frontera, al de Moguer, luego al de Lucena del Puerto y por último a Almonte.

El Mediterráneo y el Atlántico salpican el litoral gaditano, dos mundos que se abrazan en Punta de Tarifa, en la isla de Las Palomas, el punto más meridional de Europa. A unos cincuenta kilómetros se encuentra el Tómbolo de Trafalgar, un pequeño istmo en cuyo extremo se erige el faro del mismo nombre, frente al cual tuvo lugar en 1805 la famosa batalla de Trafalgar. En la zona hay importes yacimientos arqueológicos de origen musulmán, además de la fábrica de salazones romana donde conservaban el atún.

Cádiz también cuenta con otras playas aisladas como la cala del Cañuelo, la playa de los Alemanes, sólo separadas por Punta Caraminal, y las dunas de Bolonia. La segunda, en Atlanterra, fue concedida por Franco a los exiliados y supervivientes del ejército nazi tras la Segunda Guerra Mundial, de ahí que sea conocida con el nombre de playa de Los Alemanes. Al norte de los Lances están las impresionantes dunas de Valdevaqueros de 30 metros de altura y en constante movimiento a causa del levante. Muy cerca está la ensenada de Bolonia, dentro del Parque Natural del Estrecho, donde se conservan los restos de la ciudad romana de Baelo Claudia, fundada en el siglo II después de Cristo y dedicada al comercio con el norte de África, la pesca y la industria del salazón del atún y el garum, es decir, las vísceras de pescado que se conservaban en grandes vasijas con sal.

Una grieta en el paisaje se abre en el límite entre las provincias de Málaga y Granada. Se trata de los acantilados de Maro y Cerro Gordo, dos ventanas naturales al Mediterráneo coronadas por varias torres vigías árabes que tuvieron cierta importancia estratégica. Ya en la costa tropical, el municipio de Almuñécar guarda una leyenda de referencia obligatoria con la Punta de San Cristóbal como protagonista. La leyenda cuenta que los dos peñones de la playa de San Cristóbal son las lágrimas cristalizadas en el mar de dos princesas enamoradas que se encerraron en un viejo castillo allí ubicado y que morían de amor cada día al no poder ver a sus amantes.

Por otro lado, la isla de San Andrés, la playa Mónsul, de los Genoveses, de Torre García y la playa de los barquitos son algunos de los enclaves más aislados y tranquilos de la costa almeriense. Frente al municipio de Carboneras y a 400 metros de la playa de la Puntica se ubica la isla rocosa de San Andrés con forma de ballena y con una extensión de 1,5 hectáreas. Dos islotes le acompañan: la isla grande y la isla chica. Su origen volcánico le otorga un carácter agreste, tanto en la superficie como en el fondo del mar, donde se pueden observar los restos de un pequeño cráter volcánico y numerosas grietas y cuevas que albergan una variada fauna marina. Dentro del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar está la playa Mónsul adornada por la roca de La Peineta y otras rocas en la orilla con curiosas formas producto de erosiones volcánicas. En el límite del Parque Natural también se sitúa la playa de Torre García que debe su nombre al Santuario Torre García, donde, según la leyenda, en 1502 las olas trajeron milagrosamente la imagen de la Virgen del Mar, patrona de Almería.

Son paraísos pequeños testigos de la historia. Enclaves salvajes y vírgenes donde el turista encuentra una tranquilidad alejada del ajetreo de un domingo playero.

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