Málaga

Diecisiete horas de trabajo para salvar una vida

  • El hospital malagueño ha hecho casi un centenar de trasplantes de riñón-páncreas

Es un trabajo en equipo que requiere pericia, coordinación y rapidez. En el trasplante combinado de riñón y páncreas cada pieza tiene su función y ninguna debe fallar para que la operación sea un éxito. La intervención dura casi 17 horas y exige la participación de anestesistas, urólogos, nefrólogos, cirujanos digestivos, inmunólogos, intensivistas, enfermeros... Un engranaje que se puso en marcha en el Hospital Carlos Haya en 1992 y que ya ha salvado casi un centenar de vidas. "Es un ejemplo de cirugía multidisciplinar", resume José Antonio Pérez Daga, uno de los cirujanos digestivos del hospital malagueño que participa en estas intervenciones.

El trasplante combinado de riñón y páncreas es la opción terapéutica para pacientes diabéticos con insuficiencia renal. En una misma operación se ponen ambos órganos para dar respuesta a dos patologías. "Si a un diabético con insuficiencia renal se le trasplanta un riñón, se le quita la insuficiencia renal, pero la diabetes y sus efectos continúan", explica Mercedes Cabello, nefróloga del Carlos Haya. Y las complicaciones no son pocas: deterioro de la función renal, de la vista y de la circulación en las extremidades. Por eso, se llegó al trasplante combinado. Con el riñón se da respuesta a la insuficiencia renal y con el páncreas se pone fin a la diabetes, que es detonante del deterioro físico del paciente.

Cabello se esfuerza en dejar un mensaje tranquilizador. "No todos los diabéticos acaban con una insuficiencia renal o necesitan un trasplante. Los casos son un porcentaje pequeño, pero cuando surgen las complicaciones, hay soluciones", sostiene. El equipo se pone en marcha cuando se detecta un donante. Dos grupos quirúrgicos se preparan. Uno para extraer los órganos al donante y otro para trasplantarlos a su receptor. A veces la extracción se hace fuera de Málaga e incluso de Andalucía, así que este reparto de roles permite acelerar el proceso y que cada equipo afronte la intervención en las mejores condiciones.

La extracción puede llevar hasta cuatro horas. Pero, ahí no acaba el trabajo. Los órganos deben prepararse y enfriarse para el trasplante. "De lo contrario, no durarían ni una hora", explica José Ramos Titos, el urólogo que coordina los trasplantes renales. Esta otra labor lleva cerca de tres horas. Mientras, los inmunólogos entran en acción y se encargan de buscar al receptor más compatible con el donante. Una vez seleccionado el destinatario, se pone en marcha los nefrólogos que preparan al paciente para recibir el trasplante. Si los órganos se han extraído fuera de Málaga, mientras se realizan estas pruebas el páncreas y el riñón viajan camino del Carlos Haya. Todo se hace contrarreloj porque cuanto menos tarde el trasplante, menor es el deterioro de los órganos. Se acciona entonces un engranaje más de este complejo mecanismo. El segundo equipo quirúrgico empieza su trabajo que suma casi seis horas más al proceso. Primero, los cirujanos digestivos ponen el páncreas porque es el órgano más lábil. Después, los urólogos trasplantan el riñón. Empieza ahí la labor de los intensivistas para vigilar el postoperatorio.

El pasado fin de semana se hizo en el Carlos Haya un trasplante combinado de riñón-páncreas. Empezó el domingo a las 19:00 y acabó el día siguiente después de las 11:00 de la mañana. Fueron casi 17 horas de trabajo en la que decenas de profesionales trabajaron con un único objetivo: darle una nueva vida a una persona.

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