La miopía infantil, un problema creciente pero corregible

Salud ocular

Expertos subrayan el valor de la prevención y la importancia de actuar a tiempo l Los casos de alta miopía pueden aumentar el riesgo de complicaciones visuales graves

De media, las cifras indican que se tarde hasta un año y medio en diagnosticar la miopía. / Istock
Silvia C. Carpallo

27 de octubre 2025 - 09:53

La miopía es la epidemia silenciosa del siglo XXI: para 2050 podría afectar a la mitad de la población y alcanzar los 1.000 millones de casos de alta miopía. Un problema nada baladí. No solo se trata de ver borroso, los casos de alta miopía (definida por más de seis dioptrías o un tamaño ocular superior a 26,5 milímetro) pueden aumentar el riesgo de complicaciones visuales graves como desprendimiento de retina o glaucoma. Para no llegar a estos casos, hay que insistir en la idea de que retrasar la aparición de la miopía infantil reduce de forma significativa el riesgo de alcanzar niveles altos en la edad adulta.

La mala noticia es que, en España, preocupa precisamente el crecimiento imparable de la miopía infantil. Como explica María Alarcón Tomás, oftalmóloga en Clínica Baviera Madrid y el Hospital Puerta de Hierro: “Entre los factores ambientales más relevantes destacan el exceso de trabajo en visión cercana, como la lectura, el uso de pantallas o las tareas escolares, el escaso tiempo al aire libre y la falta de exposición a la luz natural. Estos hábitos favorecen el alargamiento del globo ocular, origen de la miopía”.

Eso sí, es importante señalar que no todos los niños tienen el mismo riesgo de desarrollar miopía. Algunos son más propensos por factores genéticos y ambientales combinados. Así, se sabe que tener uno o ambos padres miopes aumenta significativamente el riesgo, y cuando ambos lo son, la probabilidad se multiplica por seis.

Es clave asegurar al menos dos horas al día de juego con luz natural y limitar pantallas

En contrapartida, la prevención se basa en simples hábitos de vida: al menos dos horas diarias de juego con luz solar, limitar el uso de dispositivos electrónicos y fomentar buenos hábitos visuales, como mantener una distancia adecuada de lectura y realizar descansos cada 30 o 40 minutos.

La cuestión es, una vez desarrollada: ¿puede hacerse algo por corregirla? “Hoy en día disponemos de diversas estrategias para controlar la progresión de la miopía. Entre ellas se incluyen los colirios de atropina a baja concentración, que han demostrado reducir la velocidad de progresión; las lentes de desenfoque periférico o las lentes de contacto especiales, como las multifocales o de ortoqueratología, diseñadas para modificar el enfoque ocular y frenar el crecimiento del globo ocular; y las medidas de reeducación visual, que promueven hábitos saludables”.

Al respecto de las lentes de control de miopía, a diferencia de las lentes convencionales, que solo corrigen el defecto refractivo, estas lentes incorporan tecnologías ópticas específicas que modifican la forma en que la luz se proyecta en la retina, ayudando a controlar el estímulo que provoca el alargamiento ocular.

Aunque para poder aplicar estas medidas, es necesario asegurarse de la calidad visual de los ojos de los más pequeños. A este respecto, Susana Lobato, óptico-optometrista de EssilorLuxottica y responsable de Essilor Stellest en España recuerda que, si bien dentro de las revisiones pediátricas del niño sano se incluye una evaluación básica de la visión, “esta prueba puede resultar insuficiente para detectar de forma precoz problemas como la miopía, especialmente en sus fases iniciales o en niños muy pequeños que aún no expresan claramente sus dificultades visuales”. Por ello, la recomendación pasa por “complementar estas revisiones con exámenes visuales más completos realizados por profesionales de la visión. Lo ideal sería hacer una primera revisión visual a los 4 años, otra al comenzar la etapa escolar, y después mantener revisiones periódicas cada uno o dos años, especialmente si hay antecedentes familiares o síntomas”.

El retraso diagnóstico

Pese a ello, la optometrista advierte que, en la práctica, la miopía suele detectarse en torno a los 7 años, precisamente porque no se toman medidas con tiempo. “El retraso en el diagnóstico se debe a que los síntomas iniciales pueden ser sutiles: el niño se acerca mucho a los objetos o pierde atención en clase, pero estos signos pueden confundirse con otras causas”.

Esta falta de conciencia sobre la importancia de la salud visual infantil hace que, en muchos casos, se tarde hasta un año y medio en diagnosticar la miopía desde los primeros síntomas. Y ese tiempo es clave para intervenir cuanto antes y mejorar el pronóstico. “Cada dioptría que se evita hoy es una mejora en la calidad de vida del adulto del mañana”, finaliza la experta.

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