Semana Santa

El paso busca la aurora entre cirios

La Semana Santa granadina, según cuentan nuestros mayores, se venía de antiguo caracterizando por ser algo diferente a las de las otras provincias de Andalucía. La nuestra era más sencilla, silenciosa, cargada de emotividad y misterio; más fría y sin tantos preparativos; tal vez parecida a la castellana. Federico García Lorca llegó a decir que la Semana Santa entraba en Granada desde la vega por la calle Gracia y llegaba hasta la Plaza Nueva sin ruidos ni cantos. Era una Granada cerrada, pueblerina, callada.

El sentido del paseo procesional sufre cambios continuos al tener que buscarse atractivos que resulten de mayor impacto para una sociedad más habituada a recibir imágenes. Hoy el paso tradicional busca la caída de la tarde, la penumbrosa complicidad de la noche, la aurora entre cirios y nazarenos misteriosos y elegantes, casi como fantasmas ensabanados de ojos ocultos y redondos, con el brillante sonido de tambores, cornetas, con el machacón redoble de la caja, el deslizante ritmo de las zapatillas de los costaleros bajo las trabajaderas, el roce de los regatones de los báculos en las losas y el desgarrado grito de una saeta callejera, que, lógicamente, emociona al más pusilánime.

Ciertamente son adornos audiovisuales muy emocionantes que hacen que los fieles se conviertan en espectadores movidos por la cantidad y variedad de detalles puramente ornamentales, la riqueza de los tronos, los bordados de los palios, las mantillas de las camareras y las túnicas bien planchadas de los nazarenos; que se fijen y valoren la puntualidad milimétrica del baile de la imagen, marcando la muy ensayada levantá al golpe seco del llamador. Con el paso del tiempo se vienen añadiendo la contemplación plástica del religioso.

Usan los capataces gritos de jaleo para la conducción del paso y para animar a sus costaleros. Provocan frecuentes aplausos al intentar que el trono atraviese portadas estrechas, calles tortuosas o cuestas muy pendientes, haciendo verdaderos alardes de malabarista circense, lo que sin duda puede hacer relegar el recogimiento y la devoción en aras del esfuerzo, la fe y el entusiasmo para lograr que la imagen llegue felizmente a su destino, "a su iglesia".

Acaso se trata de glorificar dignamente el significado de la Semana Santa con el acercamiento de las escenas de la Pasión al pueblo, aprovechando las gubias maestras de nada menos que Siloé, Mena, Mora, Pablo Rojas, Risueño, Ruiz del Peral, o los granadinos más actuales: Espinosa Cuadros, Sánchez Mesa, a los Barbero, Roldán de la Plata, López Azaustre, Dubé de Luque, Miguel Zúñiga...,y la sensibilidad y entrega de cofrades voluntariosos y esforzados costaleros, "soporte de nuestra Semana Santa", como acertadamente los calificó José Antonio Lacárcel en su reciente pregón oficial. Pregonero de lujo como tantos que pasaron a la historia de los que se dieron en Granada. Seguro que habrá quien recuerde aquel que pronunció Federico García Lorca para la Semana Santa de 1936; o el de Moreno Dávila de 1955; o el inolvidable cronista Juan Bustos en 1991; los pregones de Gómez Montalvo, Enrique Seijas y tantos más, todos bien documentados y mejor sentidos.

La iconografía granadina en torno a la Pasión es riquísima, como ya nos lo hizo ver Orozco Díaz, luego Martínez Molina, López-Guadalupe y tantos otros, en sus estudios iconográficos sobre nuestra cultura religiosa. Por otra parte, la imaginería, adornos y orfebrería los estudió muy bien la doctora María Pilar Bertos, a la que debemos cuanto sabemos al respecto de la Semana Santa granadina. Además, se trata de una ciudad de la categoría histórico-artística y urbanística de Granada, cuya belleza acompaña con creces representaciones procesionales religiosas de la Semana de Pasión. Son itinerarios llenos de encanto sin que esto signifique que en su contemplación haya que renunciar al verdadero mensaje doctrinal de emoción, devoción y oración.

Bien se encargan de ello hermandades y cofradías poniendo todo su celo y dedicando el año en preparar la puesta en la calle de sus pasos para la Semana Santa del año siguiente. Muy ilusionados con las presentaciones de sus carteles, el de la Virgen de la Amargura, por ejemplo, la conmemoración de sus efemérides, coronaciones, pregones, etc.

Este año se nos presenta un elocuente cartel de Semana Santa que recoge el dramático detalle del rostro agonizante y la herida en el costado, obra del pintor José A. Rodríguez Ruiz, que inspirándose en la obra  de José de Mora, pone ante nosotros al Cristo del Silencio, de la Misericordia, de la devoción, del recogimiento y del respeto.

Echamos, tal vez, de menos aquellos alardes que algunos escaparatistas de los comercios del centro de la ciudad de hace 50 años mostraban, exponiendo magistralmente tronos, nazarenos, carteles, enseres, etc. de nuestras cofradías semanas antes de la Pasión.

 3 Extracto del libro La Semana Santa. Entre ayer y hoy, del autor José Luis Delgado López, perteneciente a la colección Letras para un instante. Granada. Memoria viva, de la editorial Tleo.

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