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Así, otros 16 años más

  • Un Sevilla que no parecía jugarse la Champions y mermado por la lenta cocción de su juego no pudo finiquitar la maldición de Pamplona · El infierno no fue el Reyno de Navarra, sino la inoperancia blanca

Cosas del fútbol. Luis Fabiano pudo dejar en el olvido el gol de Rafa Paz que supuso, hace ya 16 años, el último triunfo del Sevilla en Pamplona. En los instantes finales, en un arreón inopinado del equipo de Manolo Jiménez, mandó un cabezazo al larguero y un disparo al lateral de la red. De esa forma, hubiese dado un triunfo que habría certificado matemáticamente jugar la Liga de Campeones la campaña próxima. Pero, ¿de verdad se estaban jugando la Champions los jugadores que ayer vistieron de blanco inmaculado en el Reyno de Navarra? Sólo la inocencia de un Osasuna que sigue aferrándose a Primera División con toda su alma privó de lo que hubiese sido una justa derrota de un Sevilla que, jugando como ayer, puede llevarse otros 16 años sin ganar allí.

Osasuna se jugaba la vida y eso bastó para que el equipo de Jiménez se fuera él solito del partido, tras un inicio prometedor. El club navarro hizo implicarse primero a sus propios jugadores y luego a su afición, que respondió a los distintos llamamientos enviados desde el equipo y el club rojillos. Y el Reyno de Navarra empujó, aunque sólo se vino arriba de verdad a partir del minuto 27, cuando se sucedieron varias ocasiones entre algunas dudas de Squillaci o el propio Palop, que realizó una salida en falso que hubo de salvar Konko. A partir de ahí, sonaron fuertes los cánticos de apoyo de Osasuna. Mucho más cuando, ya en la segunda mitad, todo el mundo en el estadio vio que el Sevilla de ayer no le mete miedo a nadie. Ya antes del encuentro, la megafonía del estadio había retransmitido las distintas canciones de grupos de pop locales bajo el lema de Yo no bajo. Pero miedo, lo que se dice miedo, no mete el viejo Sadar, donde hubo respeto a un rival que se tiene por estos lares como un grande. Ni siquiera las consignas de salir con el cuchillo entre los dientes que usó Cruchaga se transformaron en una animadversión más allá de los gritos a favor del equipo propio. Y ese miedo se notó cuando el Sevilla se acercaba tocando y tocando, en una lenta cocción del juego, al área de Ricardo. Claro que tanto elaborar privó al equipo de Jiménez de meter más miedo aún. Al contrario, el equipo blanco fue cayendo en su propia trampa.

También se había encargado la prensa local de recordar que la última vez que ganó el Sevilla en Pamplona fue el ya lejanísimo 9 de mayo de 1993. Aquel Sevilla que se quedó a un pasito de la UEFA de la mano de Carlos Salvador Bilardo, formó aquel día con Unzué; Diego, Del Campo, Martagón; Rafa Paz, Marcos, Simeone, Bango, Jiménez; Conte y Suker. Y el granadino obró el triunfo con un soberbio chut con su pierna mala, la izquierda. El actual entrenador del Sevilla se situó aquel día en el carril izquierdo, en un sistema con tres centrales, cinco centrocampistas y Conte y Suker con libertad arriba.

Ayer Romaric no se sabe si hizo de Bango, de Marcos, de Simeone... Apenas ayudó desahogando los balones colgados por Osasuna al área, pero de la creación, nada de nada. Ralentizó el juego de una forma tremenda y no tuvo presencia en la medular. Sólo echó carácter -cómo se echó ayer de menos un jugador del tipo de Simeone- cuando Velasco Carballo le mostró la segunda tarjeta amarilla, en el minuto 82. Protestar, pelearse con los jugadores de Osasuna y encender a la grada tardando en irse sí lo hizo muy bien. La apuesta de Jiménez por situarlo en la medular renunciando a los extremos titulares ante el Mallorca no pudo ser peor. Y la consigna de tocar y tocar ante un enardecido Osasuna resultó un agujero negro. La cocción lenta sólo propició que la esencia de su juego se fuera diluyendo, como si no estuviera jugándose la Champions. Fue una apuesta que le puede costar cara a Jiménez. Aun así, todo sigue a tiro. Pero, ¿16 años? Y 32 jugando así.

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