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Y la fiesta se tiñó de verde

  • El beticismo disfrutó del triunfo en Nervión 12 años después en un derbi marcado por la bendita normalidad

Con emoción hasta el final, con los corazones encogidos por ese gol de Kanoute sobre la hora, sevillistas y béticos vivieron con absoluta normalidad un nuevo derbi, el 112 de su historia. Una bendición esto de la normalidad, que ya se sabe que no hay mejor noticia que la ausencia de noticias, aunque en tiempo de crisis haya muchos que esperen alguna buena nueva en forma de adiós al paro. Aunque noticia sí que hubo, cómo que no. Doce años después el Betis volvió a saborear las mieles del triunfo en Nervión, donde se produjo una auténtica fiesta desde el principio hasta el final, una fiesta que acabó teñida de verde, entre la habilidad de Sergio García y el denominado efecto Oliveira, confirmado como un tótem del beticismo.

El espectáculo en la grada fue magnífico. Rugía el sevillismo desde un cuarto de hora antes del pitido inicial y contestaba el millar de béticos que iba entrando en la zona acotada de Gol Sur, donde fue novedosa la ubicación en la grada baja, además de la alta como venía siendo la norma. Hubo intercambio de cánticos, algunos subidos de tono, cómo no, pero con la prioridad de animar al equipo propio. Incluso hubo una especie de diálogo entre Gol Norte y Gol Sur al soniquete bailón de verderón o sevillista el que no bote. Un diálogo que no es sino la respuesta dialéctica del fútbol según Sevilla, una ciudad que viene disfrutando de su gran fiesta deportiva bajo los deseados cauces de la normalidad, ésos que propició y encauzó Antonio Puerta con su trágica desaparición.

Su espíritu sigue presente como gran ejemplo de que se puede convivir en el pique futbolero y la guasa sevillana sin derivaciones extremistas ni violentas. Otra cosa son las procesiones que van por dentro, los estómagos encogidos que incluso impiden llevarse algo a la boca pese a lo tardío del partido. Con el 0-0 al descanso, era difícil sacarse la mariposilla de la barriga para hacerle sitio al bocadillo. Ahí, ni el jamón de pata negra puede con la tensión del derbi, aunque estómagos hubo que pudieron tragar. Cada uno tiene sus prioridades y si la del sevillista fue abandonar cabizbajo y teniendo que digerir la derrota, al bético le tocó disfrutar de una victoria bien digerida, que ya le tocaba a la sufrida hinchada verdiblanca cantar a los cielos de Sevilla un triunfo en corral ajeno.

La cuña bética de Gol Sur permaneció en el estadio un buen rato después del pitido final de González Vázquez. Cosas de la siempre necesaria seguridad. 850 béticos le dieron la vuelta a los decibelios que atronaban al principio en las 40.000 gargantas sevillistas. Allí sonaba el Beeetis, Beeetis, mientras esperaba el feliz aficionado el plácet de la Policía para desparramar por toda la ciudad la alegría tanto tiempo esperada.

Los sevillistas, una buena parte, ya habían ido abandonando las gradas tras el gol de Oliveira, después de tomar como chivo expiatorio de su frustración a un Maresca que parece haber cambiado las cañas por lanzas después de su inoportuna rajada de hace unas semanas. La frustración siempre busca culpables y la alegría detonantes, que en este caso respondieron a los nombres de Sergio García y Oliveira. El sueño bético se había cumplido bajo el guión esperanzado de Paco Chaparro, por mucho que en Gol Norte se hubiese pedido la intermediación de Morfeo en pro del Sevilla. Pero el dios del sueño eligió al revés. ¿Habrá derbi en el Olimpo?

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