Osasuna | sevilla · la crónica

Una mentira de partido (0-0)

  • El Sevilla desaprovechó la ocasión para dejar resuelta la tercera plaza ante el peor Osasuna que se recuerda. Jiménez dejó en el banquillo a Jesús Navas y a Capel y su equipo fue plano

Sonrojante punto para el Sevilla. Por mucho que tuviera colgado el cartelito de visitante, el equipo de Manolo Jiménez tuvo una actitud indignante en el Reyno de Navarra pamplonica para empatar con el peor Osasuna que se recuerda en los tiempos que corren. No vale apelar a esas estadísticas que indican que el último triunfo sevillista en semejante escenario llegó en los tiempos de Rafa Paz, para nada, la diferencia entre un equipo y otro era tan abismal que bastó un pequeño arreón de Luis Fabiano en el tramo final para que el triunfo, incluso, debiera haber sido blanquirrojo.

Ojalá, pensarán los sevillistas, no tengan que echarse de menos los dos puntos que se quedaron ayer por el camino en esa tarea de asegurar la sobresaliente tercera plaza en la que se encuentra este Sevilla, pero como sea así más de uno se tirará de los pelos, y con razón, por la desidia con la que afrontaron el encuentro en el ahora denominado estadio Reyno de Navarra. Porque este Sevilla no tuvo nada que ver con nada, ni siquiera tal vez con los días más horribles del curso, léanse las noches de Génova y Bilbao.

Cierto, y esto es irrebatible, que el marcador fue menos funesto que en esas dos citas, pues Velasco Carballo, también espantoso, registró en su acta un empate en lugar de una derrota para el Sevilla, pero ni siquiera esto puede servir para excusar semejante comportamiento ante un rival tan endeble. Porque no es ninguna casualidad que Osasuna esté metido hasta los tuétanos en la lucha por no despeñarse hacia el abismo, los navarros están ahí por la sencilla razón de que tienen un equipo muy malo y encima sus futbolistas viven en un estado de nervios que le facilita las cosas a todos los rivales que estén enfrente. Bueno, a todos, excepto a este Sevilla tan conservador.

Porque el conjunto adiestrado por Manolo Jiménez no tuvo nada que ver con el que se plantara en el campo hace siete días frente al Mallorca o incluso una semana antes contra el Villarreal. No había más que ver la hoja con la alineación elegida por el entrenador nacido en Arahal para darse cuenta del cambio en la filosofía del juego. Nada de salir a por el partido desde el minuto uno, fuera los dos extremos, cabe suponer que con la excusa de la presión que ejerce el público en este estadio, y aglomeración de hombres en la zona del medio. Por la derecha, el falso extremo de partida era Renato; por la izquierda, le tocaba mudarse a un Adriano cuya polivalencia puede que lo esté conduciendo incluso hasta los límites de la locura. Arriba, Kanoute y Luis Fabiano, dos delanteros, nada más y nada menos que dos delanteros, pero ¿para qué? si el balón ni siquiera les llegaba con posibilidades de echarlo abajo.

El mensaje, sin los extremos, fue pernicioso, por tanto. El Sevilla salió con la intención de dejar los minutos pasar, de aguardar a que llegara su momento en el partido. Pero cuando no se busca ese instante mágico difícilmente puede venir. Los minutos comenzaron a consumirse sin que el cuadro de Jiménez fuera capaz de dar un paso adelante y no se refiere quien esto suscribe a crear ocasiones de gol, que pueden ser hasta circunstanciales, sino a mandar en el juego, a transmitirle al rival que está varios escalones por encima en la escalera.

Al contrario, Romaric era un fanstama perdido, dando carreras camino de ninguna parte, y el Sevilla, lamentablemente, cada vez estaba más a merced de un Osasuna tan rudimentario que parecía incapaz de hacer un gol ni en una hache de rugby. Con el paso de los minutos, por tanto, los navarros estuvieron mucho más cerca de Palop que los blanquirrojos de Ricardo, un auténtico espectador durante todo el primer tiempo. Y allí nada cambiaba, todo seguía como si nada pasara.

Afortunadamente para el Sevilla, llegó al descanso indemne, sin que tuviera que lamentar males mayores. Básicamente, porque Osasuna tampoco daba para mucho más. Cabía esperar, pues, que todo cambiara de rumbo tras el intermedio, pero tampoco. O no hubo un mensaje en este sentido de Jiménez o éste no caló en las mentes de unos futbolistas que encima veían que el pubis de Kanoute decía basta en su intento de bajar balones imposibles desde el cielo. Cambio, Jesús Navas por el gigante nacido en Lyon.

No fue exactamente ahí, sino que hubo aguardar a que Diego Capel ingresara por Adriano para que el Sevilla, por fin, diera un paso adelante. Bastó con muy poco, con que Luis Fabiano se sintiera más acompañado y Romaric empezara a entrar en contacto con el balón por delante de los centrales. El Sevilla jugaba entonces con un 1-4-3-3 y Osasuna fue incapaz de detenerlo, pero unas veces Luis Fabiano se pasó en los regates o erró en el remate y otras Diego Capel no aprovechó la habilidad del brasileño. El empate no se alteró ni con las expulsiones y entonces surge la pregunta:¿Por qué un equipo con tanto en juego, el Sevilla, transmite una imagen tan conformista ante un rival tan inferior? Ojalá no le hagan falta a Jiménez, y al Sevilla, esos dos puntos al final...

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