Sierra Nevada

‘Ingeniero de caminos y puentes’ entre ciencia y sociedad

  • Licenciado en Biología por la UGR, y doctorado en la Universidad de Almería, de la que es profesor actualmente; compagina la docencia con la investigación

Con ‘Lila’ con las cumbres del Mulhacén y Alcazaba al fondo.

Con ‘Lila’ con las cumbres del Mulhacén y Alcazaba al fondo. / I. H. (Granada)

Javier Cabello se licenció en Biología en la Universidad de Granada y fue profesor de bachillerato durante una década. Se doctoró en la Universidad de Almería de la que es profesor en la actualidad. Su actividad docente se centra en la conservación de la biodiversidad, funciones y servicios de los ecosistemas, y cambio global y sistemas socio-ecológicos. En el campo de la investigación su trabajo se desarrolla en 3 líneas principales: la evaluación del funcionamiento y los servicios de los ecosistemas mediante técnicas de teledetección, seguimiento de los ecosistemas de zonas áridas y, la nueva disciplina de ecología traslacional. Entre sus principales hitos científicos destaca el desarrollo del concepto de ‘Tipo Funcional de Ecosistema’, que recientemente ha sido señalado como una de las aproximaciones más sólidas a la caracterización de los biomas desde el punto de vista de su funcionamiento.

En el hermanamiento con parques nacionales de Perú y Colombia ‘Por todo lo alto’. En el hermanamiento con parques nacionales de Perú y Colombia ‘Por todo lo alto’.

En el hermanamiento con parques nacionales de Perú y Colombia ‘Por todo lo alto’. / I. H.

–Antes que nada, ¿qué es eso de la ecología traslacional?

–Es un término nuevo que se refiere a procesos sociales orientados a la mejora de la interacción entre los científicos, los gestores ambientales, los responsables de la toma de decisiones y la sociedad. Nuestro grupo es uno de los pioneros en España en esta disciplina que tiene su origen en la Medicina.

–En tus inicios fuiste un científico botánico y de 'bota'.

–Yo me formé como un botánico del paisaje, lo que me permitió centrar mi actividad de investigación en la comprensión de los patrones de vegetación a grandes escalas espaciales. La formación que recibí era muy sólida en el estudio de la composición y la estructura de la vegetación, es decir, en saber qué plantas hay, y cómo ocupan el espacio. Sin embargo, siempre me interesó profundizar en el funcionamiento de los ecosistemas, particularmente, porque dicho funcionamiento es el escenario en el que surge y se desarrolla la biodiversidad.

En el Jardín Botánico con sus alumnos. En el Jardín Botánico con sus alumnos.

En el Jardín Botánico con sus alumnos. / I. H. (Granada)

–¿Cuándo te pasaste a la ‘bata’, al laboratorio, en este caso al ordenador y al uso de las nuevas tecnologías de la comunicación?

–Una vez que estaba participando en la elaboración de informes de impacto sobre especies amenazadas, pensé que muchas de las medidas compensatorias que se establecían no daban respuesta al problema de cómo conservarlas, ya que en muchos casos no frenaban la alteración de los procesos ecológicos en los que sustentaban dichas especies. En muchos casos era pan para hoy y hambre para mañana. Ambas cosas, me llevaron a la teledetección, el análisis de imágenes de satélite, una técnica que me permite saber cómo intercambian materia y energía los ecosistemas, lo que está en la base de su funcionamiento, y por tanto, de los servicios que proveen a la sociedad.

–Hubo entonces un tiempo, largo supongo, de reciclaje. ¿Te costó mucho?

–Durante años, tuve que invertir mucho tiempo en conocer la técnica y su aplicación a los ecosistemas, pero desde hace ya bastantes años es posible aplicar la tecnología satelital a porciones pequeñas del paisaje, lo que afortunadamente me permite seguir trabajando en el campo, combinar en este caso la bota y la bata. Me gusta mucho mirar el paisaje y ver como lo que observo coincide con la hipótesis que habíamos formulado en el laboratorio.

Una clase práctica en el robledal de Soportújar. Una clase práctica en el robledal de Soportújar.

Una clase práctica en el robledal de Soportújar. / I. H. (Granada)

–Ahora trabajas en la implicación de la ciencia en la toma de decisiones relacionadas con la conservación de espacios y especies.

–A este tema he llegado también por compromiso. Siempre me ha preocupado fomentar el uso de los avances científicos más recientes a la gestión de la biodiversidad. Los avances en las ciencias ambientales se producen fundamentalmente en el ámbito de lo conceptual. A medida que comprendemos como funciona la naturaleza, identificamos cosas que ocurren, y aprendemos a denominarlas. Ello lleva a la generación de conceptos y perspectivas que suelen tardar mucho en salir del ámbito de la ciencia, y sin embargo, ofrecen la posibilidad de desarrollar procesos sociales para mejorar la comprensión social de la absoluta dependencia de la especie humana de la naturaleza.

En una visita de campo al proyecto Life Adaptamed. En una visita de campo al proyecto Life Adaptamed.

En una visita de campo al proyecto Life Adaptamed. / I. H. (Granada)

–Un ejemplo de lo que dices es el concepto de biodiversidad.

–Hoy está completamente extendido en todos los sectores de la sociedad, pero tardó casi dos décadas en ser asumido por los que toman las decisiones. A mi me gusta decirle a mis estudiantes que la biodiversidad es de tremenda importancia, ya que es una de las pocas cosas que ha provocado cambios en la legislación de todos los países del mundo. La incorporación de estos conceptos y perspectivas se ralentizan o sencillamente no se produce, ya que los actores sociales involucrados en la gestión y aprovechamiento de la biodiversidad, (en la práctica toda la sociedad), no nos entendemos porque partimos de rutinas mentales y sesgos que impiden la transferencia de conocimiento. Es ahí, donde lo que llamamos interfaz ciencia-gestión, emerge como una metodología de trabajo, que estoy convencido se extenderá en el futuro.

–Ahora el concepto de 'moda' es el de servicios ecosistémicos con el que el papel de los espacios protegidos cobra una nueva dimensión.

–Los espacios naturales han sido vistos como reservorios de biodiversidad y como lugares de paisajes sobresalientes pero hoy se resalta su papel como proveedores de servicios ecosistémicos, pasando de espacios protegidos a espacios protectores de estos bienes y servicios. Este concepto de servicios ecosistémicos, está llamado a ser la gran revolución de las ciencias ambientales en el siglo XXI.

Haciendo cumbre en la cima del Mulhacén. Haciendo cumbre en la cima del Mulhacén.

Haciendo cumbre en la cima del Mulhacén. / I. H. (Granada)

–¿Cuáles son esos servicios ecosistémicos?

–Son los beneficios que obtenemos cuando los ecosistemas y la biodiversidad están en un buen estado de conservación, y que son absolutamente claves para nuestra supervivencia. Hablamos de los materiales genéticos que empleamos para medicamentos o para la mejora agrícola, de la calidad del aire que respiramos, de la capacidad de mitigar el cambio climático a través del secuestro de carbono, o de la regulación del ciclo hidrológico para que puede llegar agua dulce a nuestras casas y cultivos por poner algunos ejemplos. A medida que vamos aprendiendo a evaluarlos, se están convirtiendo en herramientas muy útiles para medir los efectos negativos de las actividades humanas, y también los beneficios que obtenemos de las políticas de conservación.

–Has hecho hincapié en la importancia de la participación de los agentes locales, los stakeholders, para la buena gobernanza de los espacios protegidos.

–Este es otro concepto interesante, que en este caso hemos tomado de la teoría económica. El término stakeholder, que no solemos traducir por comodidad, tiene enormes implicaciones. Con él nos referimos a cualquier individuo o grupo de individuos que se ven afectados por la gestión de un recurso, pero que también tienen capacidad de influencia sobre ésta. Si pensamos en Sierra Nevada, nos daremos cuenta de que hay muchos actores sociales, con muy diversos intereses asociados a ella. Están los que sólo visualizan Sierra Nevada como una estación de esquí, los que acuden a ella como un escenario en el que disfrutar de la montaña física o espiritualmente, los que están interesados en conocer y velar por su biodiversidad, o los que ejercen actividades agrícolas o ganaderas. Todas las visiones son completamente lícitas, pero sólo cuando se conocen y se ponen en común, los agentes sociales empiezan a entender que son necesarias unas reglas del juego que contemplen una visión multifuncional del espacio protegido, sin que ello ponga en riesgo a los ecosistemas y la biodiversidad.

Presentando un proyecto en el Parque de las Ciencias. Presentando un proyecto en el Parque de las Ciencias.

Presentando un proyecto en el Parque de las Ciencias. / I. H. (Granada)

Si una visión ejerce más influencia que otra, entonces habrá sectores de la sociedad perjudicados, y si el conjunto no es respetuoso con el medio, mataremos a la gallina de los huevos de oro. Es decir, sin una buena gobernanza participativa y equitativa que conduzca a la conservación racional del espacio, pondremos en riesgo a Sierra Nevada como la gran factoría que provee agua dulce a gran parte de las provincias de Granada y Almería, como un enorme pulmón verde que nos ayuda a mitigar el cambio climático y a mejorar la calidad del aire (que sería de la ciudad de Granada sin Sierra Nevada), como un recurso ecoturístico excepcional, o como un punto caliente de la biodiversidad mundial del que todos debemos sentirnos orgullosos.

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