Sociedad

Un cónclave sin favorito y con un mandato claro

  • Las quinielas para el nuevo Papa no son tan fuertes ni unánimes como hace ocho años con Ratzinger. Scola, Scherer, Erdo, Ouellet o Turkson han sonado.

A juzgar desde fuera, ningún cardenal entrará  con ventaja en el cónclave del próximo martes. Los generalmente bien informados expertos de la prensa italiana proponen sin gran  entusiasmo candidatos y coinciden sólo en que no hay ningún favorito claro al estilo de Joseph Ratzinger hace ocho años. Y sin embargo, las apariencias podrían engañar. 

Las quinielas vaticanistas han ido cambiando en las últimas  semanas. Si en el momento en que Benedicto XVI anunció su renuncia, aparecían varios candidatos italianos a papa, ahora el único que se  lee en las listas de papables es el arzobispo de Milán, Angelo Scola,  y no en todas. También se habló de que era hora de un papa africano,  por ejemplo el ghanés Peter Turkson.  Se han ido mencionando cada vez más como favoriti al brasileño  Odilo Scherer, arzobispo de Sao Paulo, al canadiense Marc Ouellet,  prefecto de la Congregación para los Obispos, al húngaro Peter Erdo,  arzobispo de Budapest y presidente del Consejo de Conferencias  Episcopales de Europa, o incluso al estadounidense Sean O'Malley. 

La lista sigue. Pero si los cardenales piensan verdaderamente en  alguno de esos candidatos como papable es difícil de saber. El  Vaticano ha procurado que los purpurados llegados estos días a Roma  mantengan silencio sobre lo conversado en las congregaciones  generales, en las que han podido debatir abiertamente sobre sus  exigencias al todavía desconocido sucesor de Benedicto XVI. 

Cuando entren en procesión en la Capilla Sixtina, los cardenales  habrán mantenido un total de ocho jornadas preparatorias, en  ocasiones en horario de mañana y tarde, con más de un centenar de  intervenciones. En definitiva, horas y horas de reuniones a puerta  cerrada que les han permitido abordar temas como el futuro de la  Iglesia, la nueva evangelización, el papel de la mujer o las  controvertidas finanzas y asuntos políticos del Vaticano. 

Los purpurados han mantenido además reuniones en privado para  continuar forjando su decisión sobre el nombre que escribirán en la  papeleta. Algunos han sido visto cenando en restaurantes de la Ciudad  Eterna, como L'Eau Vive en Via Monterone, atendido por monjas  francesas y africanas, o "La Carbonara" en Campo dei Fiori, donde un  cartel recuerda que Karol Wojtyla estuvo ahí un día antes de entrar  en el cónclave en el que fue elegido como Juan Pablo II. 

Un nutrido grupo de periodistas entró el viernes en la sacristía  de la iglesia de Santa María de los Montes en Roma, donde el cardenal  arzobispo de Caracas, Jorge Urosa Savino, acababa de celebrar una  misa por el fallecido presidente Hugo Chávez, y consiguió allí una de  las muy escasas declaraciones públicas de un purpurado elector sobre  el cónclave que se avecina. 

Urosa, todavía vestido con los ornamentos litúrgicos, auguró un  cónclave "corto" de "pocos días" y aseguró casi sin pensarlo que se  busca un papa que impulse "la renovación" y "una presencia más viva  de la Iglesia en el mundo". "Por ahí van las cosas", dijo, sin  descartar tras varios días de conversaciones con los demás purpurados  que el próximo papa sea latino: "Hay un gran número de cardenales  latinoamericanos con una gran trayectoria y una gran personalidad, de  manera que todo es posible". 

En sus breves declaraciones, el cardenal venezolano tocó dos  conceptos que se han contemplado como contrapuestos durante el último  pontificado. La "renovación" fue uno de los principales lemas de  Benedicto XVI, que la Iglesia se concentre menos en su dimensión  política y económica y más en sus principios básicos: rezar, predicar  y las obras de caridad. En definitiva, lo contrapuesto a lo que se  entiende por "presencia de la Iglesia en el mundo", que apunta más  bien a ese papel público y político, que alcanzó un gran desarrollo  con Juan Pablo II y no ha vuelto a ser igual con Ratzinger, más  centrado en la teología y la pastoral. 

El contexto en el que se ha producido la renuncia de Benedicto  XVI también ha aportado más claves. A sus 86 años, aseguró que le  faltaban las fuerzas. También están de por medio las filtraciones del  escándalo Vatileaks y las supuestas luchas de poder en la curia  romana, que se habría negado a implementar algunas reformas decididas  por el papa. Su sucesor debe ser por ello joven y tener entre sus  prioridades una reforma de la curia vaticana o por lo menos ser capaz  de gobernarla con mano dura. 

"Benedicto ha sido un papa limpiador, pero no le han dejado ser un  papa reformador. Con esa limpieza deja el camino abierto para que el  próximo pueda ser, si tiene fuerza, un papa reformador. Y es lo que  la Iglesia precisa ahora, un papa reformador. Necesita un papa que  sea muy fuerte política y teológicamente", explica el escritor y  experto vaticanólogo portugués Luis Miguel Rocha. 

El nombre de quien cumpla todas esas condiciones todavía no se  conoce, pero Rocha espera también una decisión rápida en la Capilla  Sixtina: "Un cónclave es sólo la confirmación. Es un ritual bellísimo  y muy interesante, pero no pasa de una confirmación".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios