Violencia familiar Austria, conmocionada por la historia de la familia de la calle Ypps

El horror de Amstetten

  • La situación de esclavitud a la que Josef Fritzl sometía a los vástagos de la relación con su propia hija había pasado desapercibida ante su esposa y los vecinos

Los sucesos de Amstetten han commocionado a la sociedad austriaca, despertando sombras de culpabilidad colectiva por omisión, ya que nadie reparó en el horror. Decenas de personas se acercaron ayer a la gris casa de la calle Ypps, en cuyo sótano Elisabeth Fritzl sufrió durante 24 años los abusos sexuales de su padre, Josef. Tres de los siete hijos nacidos del incesto pasaron toda su vida con ella sin ver la luz del sol. Además, hubo otro fruto del incesto, un bebé que murió pronto y cuyo cadáver fue incinerado en la caldera de la casa. "Deberían castrarlo y ahorcarlo en la plaza mayor", decía ayer un ciudadano.

A los vecinos no les llamó la atención que Josef Fritzl durante casi 20 años comprara pañales y comida para los bebés ocultos en el sótano. El hombre, que hoy tiene 73 años, es descrito sobre todo como un "despótico patriarca" que prohibió a su familia acercarse al sótano. Al parecer, ninguno sospechó nada, pero los psicólogos dudan de que la esposa, de 69 años, y los seis hermanos de Elisabeth "no se enteraran". Incluso hay jefes policiales, como Franz Polzer, que no parecen creer esas afirmaciones. "Me falta imaginación para creer que la mujer que ha pasado toda su vida con él no se enterara de nada", dijo. Los psicólogos hablan en estos casos de una "combinación de secretos familiares, negación y represión".

El jubilado hizo creer a las autoridades que su hija presuntamente desaparecida Elisabeth, hoy de 42 años, había dejado a tres de sus siete retoños ante la puerta de la casa familiar. En los tres casos, Josef Fritzl aportó cartas escritas por su hija de su puño y letra en las que ésta se disculpaba por no poder criarlos. Grafólogos estatales han comprobado que las cartas son auténticas. Parece que la mujer se vio forzada a escribirlas.

Tampoco se entiende que las autoridades permitieran a Josef Fritzl y a su mujer, Rosemarie, adjudicarse la custodia de los tres niños. Se dieron por satisfechos con las declaraciones del padre y aceptaron las cartas manuscritas como prueba. Creyeron que la hija supuestamente desaparecida había dejado a los tres bebés a la puerta de la casa de los abuelos.

Sin embargo, sorprende que al final Josef Fritzl cayera en sus propias mentiras. Cuando hace aproximadamente una semana su hija Kerstin, de 19 años, se desmayó en el sótano, Elisabeth lo convenció de que debía ir al hospital. Fritzl llamó a urgencias. Los médicos de la unidad de cuidados intensivos de Amstetten quedaron desconcertados y dieron la señal de alarma. Elisabeth escuchó la llamada de socorro: sólo ella podía explicarles por qué su hija está enferma.

Por motivos inexplicados, Josef Fritzl se dejó nuevamente convencer y se dirigió con Elisabeth al hospital donde Kerstin estaba ingresada. La madre narró entonces su largo calvario a las autoridades y la montaña de mentiras de Josef Fritzl cayó por su propio peso. Entonces, éste decidió liberar voluntariamente a sus otros dos hijos ocultos en el sótano y le dijo a su esposa: "Nuestra hija ha regresado". Ayer confesó formalmente los hechos.

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