La Campaña

¡Que no son Bitcoins, que son tomates!

  • Andrés Góngora Belmonte / Secretario Provincial de COAG Almería y Responsable de Frutas y Hortalizas de COAG

Andrés Góngora (Coag Almería) durante una movilización.

Andrés Góngora (Coag Almería) durante una movilización.

Andrés Góngora/ secretario Provincial de COAG Almería Andrés Góngora/ secretario Provincial de COAG Almería

Andrés Góngora/ secretario Provincial de COAG Almería

Sandías y melones arrojados al estercolero, tomates pudriéndose en la mata, precios ruinosos a pie de campo, en los bancales y parcelas. Este es el día a día del pequeño y mediano agricultor almeriense, un año tras otro.

Y mientras, en los despachos de las comercializadoras, envueltos en aire acondicionado, y a pie de Maserati, Mclaren o BMW, se manejan, sin escrúpulos, entre tablets y gráficos, valores diferenciales y ganancias, los que deciden, por nosotros, los agricultores, a cómo, a cuándo y, lo principal, a cuánto, va a alimentarse la población esta campaña. Especulando, sin miramientos, sobre su margen de pérdidas o beneficios. Como si trataran con bitcoins en vez de con tomates. Menuda situación. Año tras año, temporada a temporada.El agricultor de a pie, el que tiene una explotación agraria en el sureste español que le da para vivir, con muchas preocupaciones, tiende a pensar que estos (nuestros) problemas son inherentes al sistema agrario, ‘las cosas siempre han sido así’ o ‘antes estábamos peor’, son frases habituales entre el colectivo. Acostumbrados al abuso, al escarnio y al fraude, vamos con la desconfianza por delante, con la resignación al inicio de campaña, el miedo a lo que está por venir en cada cosecha y la preocupación por lo que deparará el día siguiente a cada cierre. No nos damos cuenta de que el cambio está en nuestras manos, dentro de cada uno de nosotros. La mejora es posible y solo depende de dar un paso adelante, con decisión, como quien da un golpe en la mesa.

Un melón que nadie quiere abrir

Con la aprobación de la Ley de la Cadena Alimentaria 12/2013, España se convirtió en pionero en la regulación de las relaciones comerciales entre los agentes alimentarios, contribuyendo a su mejor funcionamiento. Sin embargo, parece que la ley se quedó en lo alimentario y no llegó a alcanzar lo –agrícola, dejando este ámbito al margen de lo legislado, bien por falta de presión, bien por un ‘dejar hacer’ intencionado, por nuestra parte.

En cualquier caso, esta ley supuso un cambio de paradigma, con la contratación por escrito obligatorio. Además, y a pesar de las resistencias, ha sido comúnmente aceptada como positiva, llegando incluso a convertirse en referente y modelo a imitar para el resto de la UE, en lo que a directiva comunitaria de prácticas comerciales desleales se refiere.

Si bien es cierto que, en un sector como el agrícola, no es beneficioso legislar hasta los últimos detalles de las relaciones comerciales, también es verdad que podríamos estar ya beneficiándonos de la protección de una normativa, ideada para evitar los abusos de la economía de mercado más agresiva. La gran pregunta es ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué nos hemos quedado fuera de ese confort? No podemos por menos que pensar que estamos fuera de trabajar bajo contrato, y a precio fijo, solo por miedo y falta de arrojo para afrontar los cambios que la sociedad globalizada está imponiendo desde ya en todos los sectores, incluido el agrario, con decisión, inteligencia y visión de futuro.

Y es que el modelo comercializador sostenido hasta ahora no es ni rentable ni beneficioso para nosotros, los agricultores, los pequeños y medianos. Traer este debate sobre la mesa agrícola de la provincia no resulta fácil pues nos obliga a encarar negociaciones diferentes entre los agentes de origen y los comerciales, muy distanciadas de lo que, hasta ahora, hemos venido estipulando.

Sin embargo, se vislumbra como la solución más fiable y eficaz. La reflexión sería la siguiente: si ya hemos aprendido a reclamar lo que por derecho nos pertenece ante el sector político. Si hemos aprendido a que no nos ninguneen en Europa (o al menos a intentarlo) y a que se cuente con nosotros en los parlamentos. ¿Por qué no aprender ahora a defendernos de los que se hacen llamar nuestros socios y amigos y, con la ley en la mano (a ser posible la de la Cadena si es que conseguimos llevarla a buen puerto este otoño) defender lo nuestro y poner a cada uno en su sitio?

Etiquetar con nombres y apellidos los entresijos del mercado agrícola no debe asustarnos. Es una necesidad que el sector re-clama ante las demandas de profesionalización, ecología y calidad que llegan tanto desde Europa como de los propios agricultores y, ni que decir tiene que, desde los propios consumidores, cansados ya todos de que siempre paguen justos por pecadores ante la hilera de plantones y ante el lineal del supermercado. Agotados ya, también, de soportar los altos niveles de incertidumbre, indefensión y desprotección que propaga este modelo comercial, arcaico y anacrónico.

La pizarra, el mastodonte de la agricultura almeriense

¿Qué los consumidores están cansados de pagar a cinco, seis y diez veces el precio de una sandía en origen? Perfecto pero, ¿quién se beneficia? ¿Quién se queda con la mordida a lo cártel de Sinaloa?Los canales de distribución, obligados a cerrar los acuerdos comerciales bajo contrato manipulan el sector a su antojo y no trasladan esos contratos (prescritos en la ley de la Cadena) al agricultor hasta que a ellos les conviene. Es por tanto responsabilidad nuestra, del agricultor, levantarse en contra de lo injusto de esta situación, siendo nosotros los principales perjudicados junto al consumidor final, los dos eslabones más indefensos de esa cadena. La formalización de contratos al comienzo de cada campaña no es, por tanto, ni una utopía ni una locura. No es ni siquiera un riesgo. Es la solución a un problema que cada día atenaza más y con mayor presión las explotaciones agrarias. Es la respuesta para legitimar la actividad agraria y recuperar la posición de profesionalización y legalidad que nunca deberíamos haber perdido y que ahora estamos poniendo en riesgo sin tener en cuenta que al final nos perjudicamos todos.

La reivindicación de unos precios justos para nuestras producciones es una demanda legítima de un sector harto de soportar una caída acumulada de precios y rentas, una subida permanente de costes, un mercado cada vez más desregulado y volátil, y con crecientes importaciones sin la justa equivalencia y control de estándares. Nuestro campo está ya destrozado de ser la única parte que soporta sobre sí misma todo el riesgo de la comercialización. Las comercializadoras nunca pierden, pase lo que pase. Si la fluctuación de los mercados tuviera repercusiones sobre ellas, a día de hoy, tened por seguro que esas fluctuaciones ya no existirían, ya habrían acabado con los desequilibrios. Y esta reclamación, este reparto de responsabilidades, este asumir todos el mismo porcentaje de riesgo, no puede coexistir con el sistema de la pizarra, el mastodonte de nuestra provincia.

Equilibrar los poderes de negociación de los diferentes eslabones de la cadena, hacer más transparentes las relaciones comerciales y, en definitiva, construir una cadena alimentaria eficiente desde el primer eslabón, generando valor y no destruyéndolo serían las principales consecuencias positivas de este cambio en la comercialización almeriense. Y todo ello sin olvidar la otra batalla que tenemos pendiente de cara al próximo ejercicio, la de los productos importados de terceros países que hasta ahora están circulando por libre en nuestro mercado comunitario, llegando incluso a la mesa de la mano de cooperativas y comercializadoras con marca ‘Almería’. El reto es conseguir incluirlos en la aplicación de todo el cuerpo de la ley y que se vean afectados por la obligatoriedad de la formalización de contratos por escrito, y no solo en lo que respecta a prohibiciones y sanciones.

Somos un sector pionero e innovador, sostén de la cadena exportadora y de la economía estatal. Hemos permanecido en primera línea de batalla ante la pandemia, respondiendo con confianza y profesionalidad ante los duros momentos vividos. Sigamos siendo pioneros. Hagamos que la cadena sea rentable también para el agricultor, también para el campo.

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