TV-Comunicación

Toda una vida de bigote

  • José María Íñigo, que hoy cumple 68 años, recibe el homenaje de la Academia de TV

No es un día cualquiera es el nombre del programa de RNE para el que colabora los fines de semana. Y, efectivamente, hoy no es un día cualquiera para José María Íñigo, que cumple 68 años con el flamante premio A toda una Vida de la Academia de la TV que recibirá a finales de mes, dando algún que otro cachiporrazo a Belén Esteban. Comentó el último Eurovisión y se siente tan en forma como cuando pinchaba en Los 40 Principales.

Íñigo y su bigote (del que prescindió durante un breve tiempo en los 80) es patrimonio histórico de la pantalla. Este bilbaíno nacido en 1943 llegó a ser reportero de Supervivientes y fue el pionero del talk show fresco en España y lleva en las alforjas una vida de montaña rusa. Hace algo más treinta años cumplía los deseos de los niños españoles en El Conseguidor del dominical Fantástico. Fue un tipo que fabricaba televisión adelantada a su tiempo, aunque le llovían tanto los palos como la peticiones de autógrafos, mientras el doctor Rosado daba consejos de cartomante.

En Fantástico los primeros anónimos españoles acudían a su minuto de gloria descoyuntándose en ¿Y usted qué sabe hacer? y lo mismo había un concurso, que una actuación musical o el primer Pressing Catch que vieron los españoles, el Xondo. Hasta que Íñigo pudo, la clase media no se acercó a un micrófono. Tras el bigote estaba Paco, hermano del presentador, cuando creaban programas que veían quince o veinte millones de españoles. Más que la Champions. Y delante del apellido estaba Cinecentral, la productora familiar, por la que tuvieron que declarar en polémicas auditorías en TVE.

La rampa de Íñigo, el segundo español que tuvo móvil según Telefónica, se preparó en 1969. Salvador Pons, director de la Segunda Cadena, le pidió que presentara, Estudio abierto, un espacio en directo (bueno, con el bucle censor de aquellos años) y con una fórmula traída de América por el argentino Solly Wolodarsky. Él fue el que le dio las pistas al vasco . Antes del directo, José María, como voz de Los 40, había presentado el rompedor musical Último grito, del fallecido cineasta Iván Zulueta, donde podría decirse que se inventó el videoclip. Qué sabrá la MTV.

Aquel Estudio abierto de ilustres y personas mundanas, impensable en la tele tardofranquista le abrió las puertas de la Primera Cadena y esa misma fórmula del UHF pasó, ya muerto Franco, a las noches de los sábados con Directísimo. Un espacio que, a través del entretenimiento, condensaba el advenimiento de la democracia y reclamaba la normalidad . Por allí pasó el relojero Uri Geller, el de los polvos de aluminio con los que hacía romper las cucharas de acero. El remate del mensaje se produjo en Martes noche... fiesta, donde Lola Flores perdía un pendiente y unos invitados se liaban a puñetazos. Lo nunca visto entonces.

Íñigo era el mejor pagado de TVE a finales de los 70 y por Fantástico cobraba 150.000 pesetas a la semana, unos 20.000 euros al cambio del poder adquisitivo actual. Eso le granjeó envidias y los gastos del renovado Estudio abierto y sus especiales Homenaje trajeron sospechas y con ellas, el despido. Trabajó en la ETB, mas no volvió a ser el que fue. Pero José María, premio A toda una Vida, marcó los recuerdos de varias generaciones.

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