Tierra de aventuras

Freila, un oasis en el Altiplano

  • La cercanía al pantano del Negratín y una tierra horadada de moradas ancestrales, hacen del pueblo más pequeño de la comarca de Baza un lugar con encanto especial.

Fraximun. Así fue denominada Freila durante la época romana según estudios de Pascual Madoz. Posteriormente durante su etapa árabe se la denominó Froyla, diosa de la fecundidad debido a las buenas características de su tierra para producir frutas y hortalizas. Durante la reconquista y en la rebelión de los moriscos, Freila fue muy dañada quedando casi desierta, poblándose posteriormente con gentes de otras provincias.

Es por su estructura, el pueblo más pequeño de la comarca de Baza, abrigada por los restos de la antigua fortaleza musulmana del siglo XII y situada en un enclave privilegiado. La cercanía al pantano del Negratín y una tierra horadada de moradas ancestrales hacen de Freila un pueblo con encanto especial.

Mi visita estuvo acompañada por Amelia Martínez, escritora, y su alcalde, Abelardo Vico, quienes me mostraron las excelencias turísticas de su municipio. Así, pude comprobar cómo las casas-cueva son un atractivo imperecedero que tienen una clientela muy diversa, siendo los ingleses muy aficionados a este tipo de moradas.

Abelardo me comentó la apuesta del Ayuntamiento para expandirse en tres direcciones: el turismo rural náutico, energías renovables y los invernaderos, aprovechando el magnífico embalse de aguas turquesas, los cultivos ecológicos a través de productivos invernaderos situados estratégicamente para integrarse en el paisaje y la apuesta cada vez mayor por las energías renovables. Son tres pilares que pueden dar a este municipio el empuje económico necesario para afrontar una fuerte crisis.

En el plano turístico, Freila dispone de una pequeña infraestructura que va desde el camping, a casas rurales, restaurantes a la orilla del embalse y las casas-cueva en los lugares más emblemáticos del pueblo. Gente sencilla que disfruta de paisajes sorprendentes, donde combinan la exuberancia de los huertos de la rambla camino al Negratín, a las impresionantes puestas de sol de las tierras malas o Badlands. Desde la Plaza de la Iglesia de Santa María de la Anunciación podemos disfrutar de un mirador con unas vistas extraordinarias hacia los barrios del Castillo, los Pinares, el Pozo, Paraíso o el Alameda. Lugar estratégico para contemplar las ruinas de una pequeña fortaleza que defendía estas tierras de la gente de frontera y que hoy es el emblema del pueblo. Sólo queda en pequeño testimonio de lo que fue, la alta torre, dos lienzos de muralla y un aljibe con restos de muralla. Esta fortaleza, se comunicaba con la torre de vigía Maruq, con grandes fogatas que alertaba de las algaradas e incursiones que hacían los castellanos desde tierras de Jaén. Hoy en día sirve de vigía al pantano junto a su famosa playa, como un faro de un mar interior que busca a las princesas encantadas…. Leyendas de otros tiempos que envuelven a Freila de misterio y fascinación.

Cuenta la leyenda que la luz de la chimenea chisporreteaba en el rostro de Emilio mientras Juan su padre, le relataba.

Durante las noches de luna llena, siempre en el más absoluto de los silencios y acompañada de las más oscuras soledades, se aparecía una mujer de larga melena, blanquecina con destellos dorados. Con la mirada perdida y peine en mano se cepillaba su agraciada melena una y otra vez. No eran noches de perderse entre las huertas de la rambla, ni de acercarse a la torre ruinosa de la fortaleza, y menos a la torre Maruq, pues eran los lugares donde se había visto a la Encantá. Algunos valientes del pueblo quisieron conocerla y nunca más se supo de ellos. -Padre, esas historias son para asustar a los niños. -respondió quien no contaba más de diez años en su haber.

-¡Y tú qué eres! ¿Un hombre hecho y derecho? -argumentó el padre dándole un coscorrón cariñoso. -¡Yo no tengo miedo a la Encantá! -Por si acaso, esta noche no salgas ni al tranco de la calle.

Emilio no dijo ni sí ni no, ni todo lo contrario. El padre no quería que jugara por esos lugares peligrosos. El tenía que ir a regar esa noche, pues los turnos riego no entendían de horas. Se despidió dándole un beso y recordándole que no debía dejar a su madre sola mientras él estaba regando. -Juan ¿crees que estamos haciendo lo correcto? -preguntó la mujer. -Amalia, es por su bien. Sabes que tanto la torre de la fortaleza como la de Maruq están en un estado lamentable y es muy peligroso que juegue en su interior. Podría haber un desprendimiento y llevarse la vida de nuestro pequeño. La mujer asintió con la cabeza pues su marido llevaba razón, aquellas estructuras tenían muchos años y podían derrumbarse en cualquier momento donde jugaba su hijo y el amigo.

-Dame la sábana y la peluca.

Rogó para que el plan que habían previsto funcionara. Debían darle un escarmiento a los dos niños para que se les quitara de la cabeza jugar en las torres de los moros. -"Al puñetero siempre le ha gustado ir a esos sitios peligrosos", dijo Amalia entre dientes. "espero que el susto que le de su padre le sirva de escarmiento".

Juan se escondió en las huertas de la rambla a esperar a su hijo que no tardaría en aparecer. Preparó la sábana que su mujer la había dado con dos aberturas para los ojos y una especie de peluca blanca que hizo con lana de las ovejas.

-Cuando me vea, se le van a quitar las ganas de merodear por estos lugares. -rió para sí mismo.

La noche pasaba y el niño no aparecía. La luna estaba en todo su cenit y el vino que llevaba en la bota para aguantar el frío de la noche se había acabado. Un sopor inundó su alma y a duras penas podía mantener los ojos abiertos… cuando de repente vislumbró dos figuras negras que se acercaban.

-Ahí viene acompañado de su amigo Evaristo, les voy a dar un susto que no van a olvidar. A estos, se le va a quitar las ganas de salir de noche a hacer gamberradas.

Las figuras avanzaban lentamente hacia él, se preparó con la manta y la falsa peluca y se escondió detrás de un viejo olivo. Las siluetas se iban acercando y a pesar de la luna llena, Juan no podía distinguir con claridad.

Cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde… dos enormes lobos negros se habían plantado ante él con las fauces abiertas y los ojos inyectados en sangre. -¡Por San Marcos y la Santa Virgen!

Sólo le dio tiempo a pegar un salto y encaramarse al olivo. Uno de los lobos llegó a coger la sábana que llevaba puesta y tiró de él para que cayera, menos mal que el tejido se rasgó.

Los lobos mostraron sus colmillos relucientes como la plata y con sordos gruñidos estuvieron merodearon alrededor del árbol durante toda la noche. Al amanecer, y viendo que no tenían nada que hacer, cogieron la sábana y la peluca de lana con la boca y se marcharon del lugar.

Pasaron unos minutos que le parecieron eternos cuando vislumbró a un labrador vecino.

-Juan ¿Qué haces aquí?... ¡pareces que has visto un fantasma!

-¡Dos enormes lobos me atacaron anoche!

El hombre miró la bota de vino tirada en el suelo y con sorna dijo.

-Sí, claro y la Encantá estuvo de copas contigo ¿no? ¡Anda y vete a tu casa a dormir la mona!

Juan pensó que nadie le iba a creer, incluida su esposa. Así pues, sería mejor no hablar de esa noche con nadie, no fueran a tacharlo de loco. Volvió a su casa y le dijo a su mujer que en toda la noche no vio a nadie, por lo que concluyeron que su hijo hizo caso de sus consejos.

En la galería subterránea del castillo dos niños jugaban con una sábana y una peluca de lana.-Evaristo, dejemos la sábana y la peluca guardada junto al resto de cosas. -dijo Emilio riendo.

Moraleja: A veces uno va a esquilar y sale trasquilado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios