Tierra de aventuras

El apacible Gor

  • La villa, que cuenta con un total de siete anejos, tiene varios atractivos turísticos

  • Están documentados que sus encierros de toros son los más antiguos de España

Tierra de aventuras: Gor

Enclavado en las estribaciones de la cara norte de la sierra que lleva su nombre, y a más de 1.200 metros de altitud, Gor presenta una visión desde la carretera de un pueblo de postal. Su etimología proviene del árabe y significa terreno bajo, refiriéndose al valle formado por el río Gor que conduce sus aguas por la rica vega y engrosa el caudal del Guadiana Menor a través del Fardes. Por el sur limita con las tierras del Zenete, en su levante fronterizo con Baza y por el norte y oeste con la ciudad de Guadix.

Cuenta con un total de siete anejos: Las Viñas, Cenascuras, Roto del Serval, Los Balcones, Rambla de Valdiquín, Los Corrales y Las Juntas. La villa tiene varios atractivos turísticos como la pequeña iglesia de Nuestra Señora de la Anunciación, con una capilla dedicada a la Virgen de Belén con pinturas murales que representan el escudo de Don Sancho de Castilla. La fuente de los siete caños se encuentra en el centro del pueblo y dicen que el forastero que beba de su agua volverá a visitar Gor a lo largo de su vida. Junto a la fuente se ubica el lavadero público, con numerosos murales de azulejos con poemas y frases dedicadas a las mujeres que lavaban con esfuerzo y sacrificio en sus duras pilas.

En la capilla dedicada a la Virgen de Belén se pueden disfrutar de una serie de pinturas murales

La historia nos cuenta que sobre un antiguo castillo medieval los Duques de Gor edificaron su castillo-palacio en el siglo XV, que durante la Guerra Civil fue desmantelado y vendidos todos sus materiales, perdurando unos restos de lienzos de la muralla exterior. De ella se han servido los goreños para levantar su emblemática plaza de toros. Están documentados que los encierros de toros de esta villa son los más antiguos de España.

Gor poseía en el pasado tres puentes de hierro levantados para la línea férrea de Baza-Guadix. Uno en el Arroyo de Baúl (que aún existe), el del Puente Chico situado a unos centenares de metros río arriba donde se encontraba el Puente Grande, un monumental mecano de hierro que en 1907 que tiene su leyenda…

Cuenta la leyenda que…¡viajeros al tren! con destino a Baza, Freila, Zújar, Baúl, Gorafe, Gor y Guadix que va a efectuar la salida de un momento a otro…piii.-dijo el jefe de estación de Caniles.

Eran los primeros viajes de aquella recién abierta línea férrea. Los viajeros se iban acomodando en los asientos poco a poco. Para algunos, el viaje iba a ser una experiencia inolvidable pues era la primera vez que se subían a este medio de transporte. Otros, sin embargo, ya tenían recorrido algunos kilómetros a sus espaldas.

-¿Es la primera vez que sube al tren? -preguntó un hombre de robusto bigote con sombrero de paja estilo Canotier a otro con bombín de fino bigote y rostro pálido.

-A este tren sí… y quizás la última, -dijo en un tono seco y cortante.

-¿Prefiere el coche de caballos?

El hombre del bombín le miró fijamente.

-¿Como los caballos a los que apostó, arruinando su vida y la de su familia? -había algo en la mirada que le hizo recorrer al de Canotier un escalofrío por la espalda. Este carraspeo como quitándole hierro al asunto.

-Ejem ejem… ¿quién es usted y… que sabe de mis asuntos? -balbuceó nervioso. El interpelado volvió a mirar por la ventanilla como si la conversación ya no fuera con él.

-A estos trenes suben personajes sin las más mínima educación -dijo el de Canotier, levantándose del asiento y secándose el sudor de la cara con un pañuelo de seda. Al poco, apareció una señorita con abanico en mano y elegantes guantes de finos encajes.

-Perdone caballero, ¿está libre este asiento? -Éste la miró y afirmando con la cabeza, quitó los pies del asiento y sacó un pequeño libro del interior de su chaqueta que comenzó a leer sin prestarle mayor atención a la muchacha.

Se puso en marcha el tren dando pequeños tirones y soltando penachos de humo blanco por sus laterales.

-¡Parece que nos movemos! ¡Ya era hora. Llevo en la estación de Caniles desde esta mañana! -comentó la señorita intentando entablar conversación.

El hombre la miró por encima del libro haciendo un movimiento de negación con la cabeza, siguió leyendo.

-Parece que es usted de pocas palabras…

-¿De qué quiere que hable? ¿De su noble y rico novio que la ha dejado?, -le dijo escupiendo las palabras. Aquello no lo esperaba la muchacha que se quedó sin habla.

-Y no se preocupe por el hijo que lleva dentro de sus entrañas, antes de que lleguemos a Guadix todo se habrá solucionado… ya verá, -dijo mostrando una sonrisa cruel.

En esta ocasión fue él quien se levantó cambiando de asiento, dejando a la muchacha con los labios temblorosos y lágrimas en los ojos. El del Bombín vio un asiento vació al lado de un campesino que llevaba una cesta llena de ajos.

-Parece que a usted no le molesta el olor a ajos

-¡A mí me molestan las preguntas!, -cortó en seco.

El tren llegó a la estación de Baúl, bajándose el campesino con su cesta, no antes de hacerle una peineta al del bombín.

-¡Ahí queda usted y su malafollá, seguro que es de Graná!

El tren continuó su viaje por tierras de Gor cuando un pastor cercano al Puente de Hierro atravesó sus ovejas en la vía mientras gesticulaba con los brazos para que el tren parara y el maquinista de inmediato aminoró la maquina dejándola a pocos metros del pastor.

-¿Loco que haces en medio de la vía con las ovejas?

-¡Avisarte de que el puente se caerá si lo atraviesas con todos los pasajeros, no aguantará tanto peso!

-¿Pero quién eres tú? ¿El ingeniero jefe disfrazado de pastor?

-Sí, tú ríete, conozco el terreno mejor que esos 'estiraos' del ferrocarril. Ya les dije cuando estaban haciendo los pilares que el terreno se movía y no era seguro para la obra.

Los viajeros que escucharon al pastor no daban crédito a sus palabras y algunos ya se habían bajado del tren por si las moscas.

-Pero, ¿es que le van hacer caso a un ignorante cabrero? ¡Vamos continúe la marcha del tren! -dijo el del bombín. Ya era demasiado tarde. Todos los viajeros se habían bajado y caminaban por la vía hacia el lado opuesto. Cuando llegaron a la estación de Gor, el tren comenzó a atravesar el Puente de Hierro a paso de hombre, sin pasajeros, estando todos expectantes ante los crujidos que daba el hierro. Cuando llegó al lado opuesto sin incidentes, todos los pasajeros volvieron a subir y continuaron su viaje. Cuando ya se alejaba el tren camino a Guadix el pastor, con media sonrisa, miró al del bombín que se encontraba sentado en la estación con cara de pocos amigos.

-¡Todo el mundo merece una segunda oportunidad! ¿No?- dijo riendo y se fue con su rebaño sierra arriba.

Así, a diario, durante casi siete años, todos los viajeros que hacían el trayecto de Baza-Guadix se bajaban en el puente de Gor y hacían los 40 metros del mismo a pie, hasta que fue sustituido por el Puente Chico.

El Puente Grande fue desmontado y llevado al pueblo de Dúrcal, donde se inauguró el 18 de julio de 1924 con 188,25 metros. Allí pasó a llamarse Puente de Lata, pero esa es otra historia.

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