Toros

Andrés Romero forja otra Gesta en Palos

  • Faena de rabo del rejoneador de Escacena Dos buenas faenas de Nazaré José Doblado, vuelta en el cuarto

El notable éxito de Andrés Romero en el cuarto de la tarde resuena sobre el frío climático de una tarde que empezó con sol, pero que anuncia definitivamente temperatura otoñal. Nada que ver con el calor que el caballero de Escacena le echó a dos grandes faenas a caballo. Una de ellas, sin rúbrica de rejón final y otra de apoteosis total que le coloca entre los pocos actuantes que en este coso han cortado un rabo con la justicia que dan las notables actuaciones que además se alimentan de la bravura de un toro tan completo y con el son que tuvo el segundo de Bohórquez.

Una sinfonía de toreo, con músicos como Perseo, Guajiro, Guitarra, Cantú y ese final que puso Bambú, bajo la batuta de un director de orquesta que va a más.

Se le rompió el compás a su primera faena, también frente a un importante toro de Bohórquez, por una penosa demora con los aceros de muerte, pero la actuación había rozado la grandeza con la templaza de Carbón parando y toreando, y la clase que le echaron Conquistador y Guajiro.

Enmedio del primer acto, la valentía de los forcados portugueses dejaron en pie la hidalguía de la brava tierra de hombres que se agarran a cuerpo limpio a los pitones de un toro, grande, potente y bravo que no perdona. A la tercera, el cabo se agarró a donde pudo y la pega quedó plantada, valiente y vibrante para señalarla con esa ovación cerrada del público.

Pero ya digo que la actuación de Andrés Romero queda prendida en la historia de los grandes hitos de esta pinzoniana, aun joven en el tiempo de recorrido.

Buena, también, la corrida de Zalduendo. Bravita y temperamental, pero que entregó también clase cuando los engaños acompasaron ritmo y firmeza.

De ahí partió la razón del triunfo de Antonio Nazaré, un sevillano, que firmó dos importantes faenas frente a un lote distinto en su juego, pero con el argumento de la bravura, que cito como fundamento de la importancia que tuvieron los triunfos toreros.

Triunfo que Nazaré comenzó fraguando frente al tercero de la tarde. Buen toro que fue a más, como la faena del sevillano, que entendió a la perfección la distancia y el temple de un toro al que llevó muy bien embarcado en la muleta y que terminó regalando notables embestidas a una faena que comenzó a fraguar la Puerta Grande de su particular tarde cuando el alguacilillo le entregó una oreja que el sevillano terminaría uniendo a la lograda en el sexto de la tarde ante un toro que avisó hasta por tres veces en el recibo de capote que por el izquierdo la cosa iba a estar complicada. Mas a Nazaré le sobró con el importante pitón diestro de este bipolar Zalduendo que era caramelo por la derecha cuando el torero mostró firmeza y decisión echando el trapo abajo y tirando largo del animal en cuatro series muy ligadas, tapando en los remates de pecho la dificultad de un pitón izquierdo que siempre se acordaba de su condición. Con la definitiva aprobación del tendido, el breve intento de probar de nuevo por el izquierdo devolvió la imposibilidad del muletazo, que Nazaré resolvió con oficio y pinturería en los remates finales.

Entre medio de tanto triunfador andan dos actuaciones de José Doblado. Dos lances diferentes en sí, pero con el mismo resultado: la ausencia de trofeos.

De las dos, nada rotundo para arrimar hasta el esportón trofeo alguno, pero ninguna es determinante para adjudicar fracaso.

Es cierto que la equis no vale en esta batalla que mantiene de forma continua Doblado en su romance con la plaza de su tierra, pero hubo más torero que toro en el primer acto de la tarde. El de Zalduendo más deslucido de la corrida se perdió entre la brusquedad unas veces y la sosería otras de una embestida que no tuvo continuidad, ni en el capote, del que salió demasiado suelto, ni tampoco en la fase muletera, en la que se empleó con cierta discontinuidad. Mejor Doblado por el pitón izquierdo, aunque el conjunto no cogiera el vuelo que sí tuvo el aguilucho que llevó desde el palco la llave de toriles hasta el mismo ruedo. Pesó desde luego el mal uso de los aceros.

Frente al quinto, la historia se resume desde la bravura sin entrega que tuvo el bonito ejemplar de Zalduendo, al que sin ambigüedades de ningún tipo le faltó otro puyazo.

Bravura complicada que costaba un mundo meter en la muleta. Bastante era no amilanarse y conjugar con la izquierda lo más potable de una faena para la que tras el remate de la espada se pidió una oreja. No hubo argumento para tal, y lo mantengo porque Doblado no saca provecho de orejas de paisanaje.

Sé que le duele haberse ido a pie, más que nada porque es un torero honrado que sabe mejor que nadie dónde está su justicia.

Andrés Romero, a lomos de 'Conquistador ', en su faena al primero de la tarde.

José Doblado, en su esfuerzo ante el exigente quinto.

Nazaré cuajó dos grandes faenas a sus toros con muletazos de este porte.

Airoso, pinturero y con valor este remate capotero de Doblado al quinto ejemplar.

Andrés Romero, con los máximos trofeos del cuarto toro.

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