Toros

Bohórquez da una lección ante el 'rey' Hermoso y el ídolo Galán

  • Los tres rejoneadores salen a hombros en una tarde en la que el jerezano cuaja la faena más completa de la tarde ante un encierro de Bohórquez de buen juego

Ganadería. Toros de Fermín Bohórquez, aceptablemente presentados y de buen juego a pesar de que algunos estuvieron en el límite de las fuerzas. Los mejores, cuarto y sexto. REJONEADORES: Fermín Bohórquez, pinchazo y rejón (ovación); y rejón fulminante (dos orejas). Hermoso de Mendoza, rejón en dos tiempos y larga agonía (dos orejas); y cinco pinchazos y rejón (ovación). Sergio Galán, medio rejón (oreja); y rejón (dos orejas). Incidencias. La plaza se llenó.

Bohórquez dictó una lección de rejoneo con la faena más completa de la tarde, premiada con dos orejas, y salió a hombros junto al rey de la tierra Hermoso de Mendoza y el otro ídolo de la afición local Sergio Galán, que pasearon dos y tres apéndices, respectivamente, ayer en Pamplona.

Todo según el guión previsto: Hermoso sigue reinando en su tierra, y Galán suma su octava Puerta Grande consecutivas en la que ya es también su plaza.

Quizás no se contaba tanto con Bohórquez, en papel de telonero de lujo, pero sería éste el que iba a dictar la lección más completa, la más rotunda por la elegancia y el clasicismo que tuvo, la más limpia y honda, sin ruidos ajenos a la esencia de la lidia a caballo en su versión más pura y delicada.

Ya estuvo Bohórquez a punto de cortar la primera oreja de la tarde al toro que abrió plaza, un animal un punto distraído, pero al que enceló a base de temple y galopes cortos. Muy bien en los preparativos de las suertes, aunque las reuniones, un tanto desiguales. Lo mejor, el par a dos manos por dentro montando a "Melero", con el que le faltó consumar la suerte suprema.

Lo gordo vino en el cuarto, uno de los toros más difíciles y no por la condición del astado, que fue uno de los que más colaboraron, sino porque en Pamplona el público está en plena merienda durante la lidia de este astado. Sin embargo, las evoluciones de Bohemio fueron definitivas para que esta vez le gente estuviera más metida, saboreando más lo que ocurría en el ruedo.

El caballo Bohemio multiplicaba su belleza en cada galope por las crines sueltas que lucía. Aparte su torería, su temple y elegancia, su arrojo, atacando en corto, esperando para clavar al estribo y saliendo limpiamente de las suertes. Fue lo más auténtico y emotivo en la tarde. Volvió Melero para el par a dos manos, y tres cortas. Faena de una enorme exactitud, todos los hierros en lo que antiguamente se decía una perra gorda. El rejón, en todo lo alto, de efecto fulminante, dio paso a las dos orejas.

Hermoso no se quedó atrás, pues ni el público ni él mismo están preparados para otra cosa que no sea un zambombazo en esta plaza. Salió arreando desde el primer momento montando a Dalí para encelar y parar a su primer toro, dibujando círculos concéntricos muy templados y cada vez más cerrados, acortando el radio de giro. Con Chenel, los acostumbrados galopes a dos pistas y cambios por dentro. Pero el no va más lo marcó con el valentísimo Ícaro, insistente en el desafío en la cara del toro. Ya no pudo ser en el quinto, uno de los toros más parados y que menos ayudó del envío, con el que tampoco anduvo Hermoso fino al matar.

Galán cumplió una primera actuación más que discreta en función de las pocas posibilidades que dio el toro, siempre a menos. Cortó una oreja por la efectividad del rejón de muerte. Lo importante de Galán vino en el sexto, en una faena de mucho entusiasmo de parte tanto del jinete como de sus caballos. El valor lo presidió todo, al ajustarse mucho en las reuniones, y aún más allá, haciendo las cosas con parsimonia y gusto. Apolo en banderillas jugó un papel fundamental en el clamor que tuvo la faena.

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