Toros

Corrida de Fuente Ymbro, manantial seco en casta

  • La terna compuesta por Tejela, Perera y Talavante se esfuerza ante un pésimo encierro.

GANADERÍA: Corrida de Fuente Ymbro, desigualmente presentada, muy descastada y de mal juego. TOREROS: Matías Tejela, de blanco y oro. Estocada entera (saludos). En el cuarto, metisaca, un pinchazo y una estocada entera (silencio). Miguel Ángel Perera, de almagre y oro. Pinchazo, media caída y un descabello (saludos). En el quinto, pinchazo, casi entera y un descabello (silencio). Alejandro Talavante, de blanco y plata. Dos pinchazos y un descabello (saludos). En el sexto, estocada (silencio). Incidencias: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Miércoles 4 de mayo de 2011. Undécima corrida de abono. Tres cuartos de entrada en una tarde de agradable temperatura.

La corrida enviada por Ricardo Gallardo (Fuente Ymbro) resultó un desastre en toda regla. Con el denominador común de la falta de casta, ninguno de los toros salvó el desesperante espectáculo. Además, varios de ellos flojearon, incluido el quinto, derrengado, que fue sustituido por un sobrero del mismo hierro. Toros muy cambiantes durante su lidia y, lo peor para los diestros, es que embestían con distinta velocidad en una misma suerte. El encierro, que también adoleció de una desigual presentación, fue material de derribo. Una ruina de corrida ante la que cada uno de los tres diestros -Matías Tejela, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante- se batieron el cobre, cada uno con distinta fortuna y acierto, sin conseguir lucimiento suficiente como para que conquista el corazón del público.

El madrileño Matías Tejela no llegó a sacar todo el partido al primero, ante el que se perdió en una faena kilométrica y de escasa calidad. El astado, justo de trapío, de cara aniñada, sin remate, derribó en el primer encuentro, aunque no peleó con fijeza en varas. El madrileño se la jugó en un inicio de trasteo con un fallero -pase por la espalda- junto a tablas. Pero el toro, aunque era manejable, carecía de fuerzas y la faena, en las afueras, transcurrió con escasa emoción, salvo una serie con la izquierda y algún natural de trazo largo. Labor excesivamente larga y de escaso fruto, con algunos detalles de buen gusto, como una preciosa trincherilla. Lo mejor, la rúbrica: una buena estocada.

El cuarto, un precioso jabonero, resultó todavía más flojo y, para más inri, quedó más quebrantado tras una voltereta. Aunque manejable, llegó a la muleta aplomadísimo y, salvo una apertura con cierto gusto de Tejela, aquello no levantó una tarde que ya entraba en picado pasado el ecuador.

El pacense Miguel Ángel Perera fue quien con más firmeza presentó batalla. A su primero, aceptablemente presentado, manso, lo recibió con una larga cambiada de rodillas a portagayola, en la que el toro, que se frenó, estuvo a punto de cornear al torero, quien evitó la cogida al arrojarse a su derecha. De pie, lancéo con buen aire a la verónica. Perera esbozó un quite por tafalleras a pies juntos, que fue muy aplaudido. En los medios, de largo, aguantó en un fallero. El extremeño tragó en un par de coladas escalofriantes y lo mejor lo consiguió en una serie con la diestra, con ligazón. El epílogo, en cercanías, fue de infarto, exponiendo sus muslos ante los afilados pitones del astado.

El quinto toro, derrengado, fue sustituido por otro, que también manseó y que se rajó de inmediato. Perera se esforzó con el deslucidísimo animal en un trasteo meritorio.

Alejandro Talavante tampoco pudo lucirse. Ante el serio tercero, largo como un tranvía, manso y rajado, lo más significativo fue una serie con la diestra en las afueras y un par de pases de pecho. Ante el cuajado sexto, mansísimo, áspero, mirón y que lanzaba gañafones cuando veía la tela, el pacense cortó a tiempo.

El público acabó desesperado, algunos abandonando antes de tiempo sus asientos, ante la ruina de corrida de Fuente Ymbro, un manantial seco en casta.

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