Toros

David Mora, merecido trofeo en un pobre debut de Valdefresno

Debido a que el encierro previsto para ayer en Pamplona, del hierro de Cebada Gago -recibió el trofeo a la mejor corrida de la pasada edición-, fue rechazado hace una semana por los veterinarios por falta de peso, la Casa de Misericordia tiró de un encierro de Valdefresno, ganadería salmantina de encaste Atanasio-Lisardo Sánchez, que debutó en los Sanfermines con un encierro deslucido y manso. Toros sin grandes complicaciones, pero a los que les faltó gas en la muleta y que eran difíciles de estoquear debido a unas testas corniabiertas, casi aliradas y muy exageradas.

David Mora consiguió el único trofeo de la tarde de manera merecida, entre tanto sus compañeros Alberto Aguilar y Rubén Pinar, que dejó una grata imagen por su temple, se marcharon de vacío.

David Mora, que destacó con el capote a lo largo de la tarde, con un quite artístico a la verónica precioso y otro al riesgo al banderillero Alberto Martínez, al que libró de una cornada casi cantada por el tercero, muleteó de manera asentada al hondo y deslucido segundo en una faena que había brindado a José Antonio Campuzano, ya recuperado de un grave percance en un tentadero.

El quinto, un elefante de 605 kilos -¡nada que ver con la morfología y el peso de un toro de lidia!-, con una cuna que más bien era un auténtica cama de matrimonio, con un metro de pitón a pitón de su exagerada encornadura acapachada, era prácticamente imposible de llevar metido en la muleta. Embistió a su aire, sin codicia, pero sin complicaciones. David Mora realizó una faena inteligente y tesonera, en la que sin apretar al astado, le extrajo, muletazo a muletazo, todo lo que tenía. Epilogó con unas ceñidas manoletinas. La confianza a la hora de afrontar la suerte suprema para salvar esas dos espadas que tenía el toro como pitones fue decisiva para ganar el único premio de la tarde.

Alberto Aguilar, que manejó con acierto las telas, dio un mitin con la espada, especialmente a la hora de despachar al cuarto toro. Salvó la papeleta con el complicado astado que abrió plaza, muy corniabierto y que se vencía mucho, especialmente por el pitón derecho.

Con el cuarto, un animal noble, pero que se apagó tras la primera tanda con la diestra, concretó un trasteo aseado, con algunos derechazos templados.

Rubén Pinar, seguro, dejó una gratísima imagen en el coso pamplonés. Sujetó con acierto en la muleta al altote tercero, manejable, hasta que el animal, totalmente rajado, acabó en tablas. Pinar comenzó con una serie diestra templada y con muletazos hondos. Mató de media estocada.

El astado que cerró plaza, bajo, mejor hecho que los anteriores, pero también con una arboladura exagerada, resultó paradote y soso en la muleta. Pinar, porfión, no pudo lucirse.

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