GANADERÍA: Toros de Peñajara, de desiguales hechuras y juego. TOREROS: Diego Urdiales, silencio en ambos. Luis Bolívar, silencio en su lote. Salvador Cortés, saludos y silencio. INCIDENCIAS. Plaza de toros de Pamplona. Lleno.

La típica corrida del día de San Fermín. Una gracia, la aparición de unas banderas de Alemania en los tendidos de la jarana al sol, seguramente con el ánimo de celebrar más la derrota del equipo español que la victoria del alemán. Ni que decir tiene que los teutones por un día fueron abroncados por la sombra. Lo de siempre en Pamplona: la plaza dividida en dos. Pero más que una provocación, se toma como algo pintoresco y sugerente, sobre todo en una tarde taurinamente desprovista de interés. Es la alternativa que ofrece esta plaza en estas fiestas cuando, como hoy, fallan los toros, y el aburrimiento parece la única salida.

Los de Peñajara, mansos y sin fuerzas. Y los toreros, deseándoselas con ímprobos esfuerzos para resolver su tarde. El encierro, con tres y tres, más aparentes por presencia los primeros, y excesivamente voluminosos y fuera de tipo los de la segunda parte.

El único toro que se prestó algo fue el tercero, y sólo por el pitón izquierdo. Toro además un punto soso y que apenas fue castigado en el caballo. No apuntó mala condición tampoco el segundo, pero viniéndose pronto abajo. Los cuatro restantes, para carne.

Bronco el primero, con la cara por encima del estaquillador, dando cabezazos y reponiendo. La faena de Urdiales fue larga y destemplada. El cuarto, con muy mal estilo, también la cara por las nubes y defendiéndose mucho, pendiente siempre de lo que se dejaba atrás. Urdiales quiso pero sin ir más allá de los pases sueltos.

El primero de Bolívar, aunque blandeó mucho en los dos primeros tercios, apuntó buenas cosas al principio de faena, mas se apagó enseguida. El quinto esperó en banderillas y llegó a la muleta con el freno echado, con medias y descompuestas arrancadas, metiéndose además por los dos pitones. Bolívar lo intentó pero sin respuesta del animal.

Cortés fue el que estuvo más cerca del triunfo, en el tercero, al que cuajó un vibrante inicio de faena que hizo presagiar algo bueno. El toro tomaba la muleta por abajo, pero fallándole las fuerzas. Lo mejor, por el lado izquierdo. La faena fue demasiado larga, hasta dar tiempo a que el toro también se parara. Y mientras toreaba, en un final por bernadinas, llegó el aviso. El poco interés inicial se diluyo por completo con el pinchazo que precedió a la estocada. Ya en el sexto, con el público pendiente de abandonar la plaza en busca del fútbol -una pancarta en el tendido de los mozos lo recordaba: "mátalo ya, queremos ver el partido"-, el toro, bronco y descompuesto, terminó de darle la puntilla a la tarde.