Toros

Eduardo Gallo, cumbre, sale a hombros en su debut en Manizales

  • El diestro salmantino, que sustituía a Jiménez Fortes, corta tres orejas y cuaja una gran actuación

Se inició la Feria de Manizales, una de las de mayor solera en América, con un triunfo grande del salmantino Eduardo Gallo quien cortó tres orejas y fue sacado a hombros por la Puerta Grande. Auspicioso debut de este torero que llegó a la feria por la vía de las sustituciones, reemplazando en el cartel a Jiménez Fortes, inicialmente anunciado. Su labor con los toros de Mondoñedo -la más antigua ganadería colombiana, creada en 1923 por el abuelo de su actual propietario- fue una labor de torero importante donde mostró toda su técnica y magnífica forma de hacer el toreo por bajo, en redondo con temple exquisito. Su faena en el quinto fue una clara muestra de poderío y aguante, toreando muy despacio encelando perfectamente la embestida al vuelo de la muleta. Faena de poderío y técnica brindada a varios periodistas españoles que cubren la feria y que podrán dar crédito al gran momento que pasa este torero, cuyo nombre seguramente deberá estar en muchas ferias de su tierra.

Abrió la corrida otro diestro español debutante en Manizales: Javier Castaño, quien conquistó la plaza de Cali y llegó a esta plaza muy dispuesto a una nueva conquista. Lamentablemente se llevó el peor lote, a su primero que algo se dejó le endilgó una faena llena de emoción y torería especialmente en varias series que se jalearon, pero la espada le ha sido infiel, tres pinchazos y tres intentos de descabellar le hicieron escuchar un recado del Presidente. Escuchó muchas palmas al irse al burladero. Su segundo fue un toro imposible, sin pases. Ausente de todo: de casta, de raza, de bravura, y encima queriendo coger a todo instante. Menos mal que lo despachó de fulminante estocada, volviendo a escuchar sonoras palmas.

Muy meritoria la actuación del colombiano Andrés de los Ríos, un joven de pocas corridas y a quien le tocaron dos toros que pedían de verdad el carné. Su primero, muy difícil y peligroso, lo puso en calzas prietas para enviarlo al destazadero después de cuatro pinchazos y escuchar dos avisos del palco alto. Su segundo, un toro con todas las de la ley, serio, bravo, encastado y con mucho que torear. Le prodigó muletazos con clase, muy ovacionados y lo fulminó de una efectiva estocada que se le premió con la oreja.

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