Toros

Juan José Padilla corta tres orejas y sale de León como nuevo ídolo de la afición

  • Festejo de ocho toros en el que Ponce exhibe su señorío y maestría mientras que el jerezano se hace con los tendidos

GANADERÍA: Cuatro toros de Zalduendo, primero, segundo, séptimo y octavo; tres de Jandilla, tercero, cuarto y sexto, y uno de Vegahermosa, quinto. Corrida bien presentada, noble y manejable. TOREROS: Enrique Ponce, ovación tras aviso y oreja; Juan José Padilla, dos orejas y oreja. El Fandi, oreja y ovación. Cayetano, silencio y ovación. Incidencias: Tres cuartos de entrada.

Ponce exhibe su señorío y maestría y Padilla se hace con los tendidos en la segunda y última tarde de feria de San Juan, en León.

Ponce, con facilidad pasmosa, inició la faena al primero de la tarde con equilibrio y temple. Ligando una faena con detalles y dibujo conculcó el señorío de torería y trazo que atesora. El toro tuvo muerte de bravo. El quinto tenía problemas y muchas dificultades. Difícil aunque apareciera otro espejo durante la lidia. Ponce lo toreó, lo domó en definitiva, y el resultado fue una obra gruesa cargada de oficio y responsabilidad.

Padilla recibió alegre con el capote y dentro de los cánones al segundo de la tarde, al que toreó a favor de la complacencia popular. Banderilleó con una espectacularidad postiza aunque caló en los tendidos. Faena de efectismos, gaseada y ayuna de sensibilidad. Solo de escaparate, pero es cierto que se hizo con los tendidos.

Salió en el sexto a incendiar la plaza y lo logró. Entregado, generoso, y con una chispa de probada efectividad, se hizo con el público, rendido a su peculiar evangelio taurino. Padilla salió de León como el nuevo ídolo de la afición.

El Fandi sabe cómo revolucionar a los espectadores, sus tercios de banderillas están creando escuela. Mitad torero, mitad atleta, es en sí mismo una revolución. Salió a formar un lío gordo y lo armó. Labor para la galería en su tono esperado y peculiar . En el séptimo -espoleado por la actuación de Padilla- hasta llegó a encorajinarse. Muy en su línea, cinceló una faena voluntariosa pero sin eco.

Cayetano estuvo tibio frente a su primero. No se entregó a él y ni tampoco el toro. Labor aseada y sin eco, sin pena ni gloria. El último toro no le permitió hacer bien las cosas; no le dejó relajarse. Pasajes aislados. Cayetano debió empujar más.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios